ECOS DEL AYER

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Me aterra contemplar mi alrededor

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Me aterra contemplar mi alrededor. El solo hecho de pensarlo me hela el corazón. Prefiero dejar mis ojos fijos en el fuego que danza feliz en la estufa y baña la sala con su tenue luz. No puedo parar de mirarlo, mientras el grito del silencio me aturde. Estoy sentado sobre mi viejo sillón tratando de tomar valor como cada noche. Y como de costumbre, cuando reúno el coraje miro junto a mí y detrás, recibiendo las mismas imágenes. Las siluetas de los muebles y el rostro de la fría soledad. Me coloco de pie y camino hacia su retrato, lo tomo en mis manos y él me rodea con los espectros de los recuerdos. A un lado emerge ella, como aquel día que nos conocimos, tímida, inocente, alegre. Quizás no era la más hermosa joven del lugar, pero tenía un magnetismo que no logre resistir. Camina entre las sombras, corre a besarme y suelto un beso al aire. Ella se esfumó. Reaparece por detrás, vestida de novia camina hacia mí, llena de ilusión y alegría. Me paro firme y ella se detiene a un lado. El sacerdote emerge en el muro y nos casa. Nos besamos y una vez más no hay nada. Es en el suelo, junto a las llamas donde nos veo, haciendo el amor, diseñando infinidad de sueños. De repente cada rincón, cada mueble dejan que un recuerdo cobre vida. Está en todas partes, ríe, canta, vive. Regreso al sillón a contemplarla y río con ella hasta que todo desaparece, como si fuera humo disuelto por el viento. Vuelven las sombras y el silencio. Cierro los ojos con temor, y al abrirlo estoy en el sillón. Ella está viva. Me ignora. Sube aquella escalera de mármol que me aterra, que nunca más recorrí y se cierra en su habitación especial a pintar, a crear maravillas. Yo, observo los tétricos escalones a la espera que regrese pronto. Las horas son interminables. A veces pasan días y noches en los que no vuelve ni a comer. Cuando lo hace, trae un cuadro en sus manos. Orgullosa me lo deja ver. Son hermosos, llenos de pasión, vida y colores. Corro a abrazarla, pero me quita de su lado y sale a la calle a venderlo. Vuelve a las horas con el dinero, quizás me da una sonrisa como limosna o dos o tres palabras y de nuevo se cierra a pintar. Por días no la veo, más que aquellas veces que la espío a través de la puerta para no molestarla. Si me descubre me echa con un fuerte grito. Cuando baja es con un nuevo cuadro, más hermoso que el anterior, y antes de que hable sale a la calle, a venderlo. Así es como el tirano tiempo poco a poco se lleva nuestros días, los que ella convierte en arte y dinero, y yo en angustia. Extraño a mi mujer feliz, inocente, que compartía su vida conmigo. El vacío duele, jamás imagine que tanto, pero es un dolor tan real como inexplicable. Si bien no es físico, está ahí, me ahoga, me asfixia y llena mis ojos de lágrimas. Quizás peor que el odio, es ser ignorado.

Cierro mis ojos y al abrirlo estoy frente a las llamas. Esta vez al querer mirarlas hay alguien más, una extraña silueta está de pie frente a mí.

— ¡¿Sos vos?! ¡¿Parca?! —digo.

—Lo soy —dice con una vos de ultratumba que me eriza la piel.

— ¡¿Llegó mi hora?!

— ¡No! Estoy aquí para que recuerdes.

— ¡Recordar! Lo hago todo el tiempo, gracias a vos. Me la llevaste antes de tiempo. Fuiste injusta conmigo. ¡Yo la amaba!

— Lo sé.

—Si venís a que te perdone ya te podes ir, por que jamás lo voy hacer —grito y me dirijo a su retrato, y lo presiono contra mi pecho—. Ella era mía y me la robaste. ¡Cuánto la extraño!

—Te niegas a recordar. Rechazas perdonarte. Anhelas que te lleve, pero no lo voy a hacer.

— ¡¿Entonces a que viniste?! ¿A reírte de mí?

Mis ojos no se separan del retrato, como esperando un milagro. La parca hace un profundo silencio y se acerca a unos pocos pasos, pero no la miro. Deseo destruirla, aunque sé que es imposible.

— El tiempo que pasaba esperándote sería imposible de mencionar —dice la parca—. Tenía tanto amor para brindarte, soportó tanto. Era como una flor que poco a poco se marchitaba. Sin darme cuenta se transformó en mi flor. Venia cada día a contemplarla con la esperanza que su dolor desaparezca, pero no sucedía. Cuando me di cuenta, me había enamorado de ella. Vos estabas en tu cuarto pintando, creando mundos y belleza, que cambiabas por papeles. Mientras tu verdadero mundo, el más bello de todo, se esfumaba. Un día enfurecí y fui a buscarte para llevarte. Admirabas una obra recién terminara y en tus ojos leí la verdad. No lo hacías por vos, ni por dinero o fama. Tampoco era un capricho o un fanatismo. Lo hacías... por ella. Trabajabas duro para poder brindarle todo y mucho mas. Pobre ciego. Ella solo te quería a vos. Comprendí que la única forma de liberarlos a ambos era llevándomela, y fue lo que hice.

— ¡Lo hacía por amor! —grito entre lágrimas.

—Lo sé, y ella lo sabía. Pero en vez de amor le brindaste soledad... la misma que hoy te asfixia.

Nada digo. La realidad era otra, no la que me brindaban mis fantasmas del pasado, esos ecos del ayer que me perseguían y atormentaban. Mientras recuerdo aquello que con tanto esfuerzo olvide, el ángel de la muerte trata de alejarse. Corro con furia hacia él y lo detengo. Me arrodillo a sus pies.

—Llévame a ella. Déjame remediar mi error. Era mía y me la llevaste. Devolvérmela.

—Ya es tarde —dice, y se esfuma.

Furioso golpeo el sitio donde había estado. Arrojo todo lo que encuentro en mi paso a las llamas. Grito al cielo mi dolor, y me dejo caer sobre el sillón donde entre llantos y rabietas, me duermo.

Despierto con la llegada de la nueva noche. El fuego se consumió y la habitación es apenas iluminada, por las luces de la ciudad que logran filtrarse por las aberturas. Camino hacia el retrato y cuando quiero tomarlo en mis manos emerge ella ante mí. Corre sonriendo, me abraza y besa, como nunca antes. Sonrío al cielo por devolvérmela, esta vez no me voy a equivocar. Volteo hacia el sillón y me veo dormido, pálido, y en ese momento comprendo que a partir de ahora, el tiempo, no será un problema. 




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¿Te pasó descuidar un amor y darte cuenta lo que valía cuando ya no lo tuviste?

Dejame tu experiencia u opinión del cuento en los comentarios. Gracias. Espero leerlos.

Maten a CupidoWhere stories live. Discover now