EL ÁNGEL Y LA MUÑECA

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El cristal del ventiluz estalló al ser atravesado por un pequeño ángel

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El cristal del ventiluz estalló al ser atravesado por un pequeño ángel. Del tamaño de un niño recién nacido, se estrelló contra el sucio suelo del galpón quedando por un momento inmóvil, algo atontado. Se sentó, abrió sus ojos muy despacio descubriéndose en un lugar a oscura, iluminado tenuemente por angostos ventiluces que se encontraban en lo alto de los muros, contra el techo. El sitio estaba repleto de pilas de objetos viejos de uso domestico en desusos como muebles, bicicletas, ropas y juguetes, entre otros; cubiertos por una densa capa de polvo, cuya partículas brillaban en los rayos de luz que ingresaban.

Se colocó de pie algo desorientado, pero poco a poco se recuperó. Seguro algún niño lo golpeó con una piedra al confundirlo con un ave, como le había sucedido otras veces. Pobres criaturas cuya alegría se basaba en destruir vidas.

Caminó entre las montañas contemplándola con cierta angustia cuando se sintió observado. No era una sensación o creer, estaba seguro que algo desde un rincón oscuro tenía los ojos sobre él. Se dirigió a pasos lentos en sentido contrario extendiendo y contrayendo sus alas, y cuando estaba listo a volar, salió disparado hacia quien lo vigilaba, elevando una columna de polvo por detrás. Enorme fue su sorpresa cuando se encontró con una sucia muñeca de tela, de su tamaño, a la que le faltaba un botón que cumplía la función de ojo. Ella no pudo huir y se limitó a llorar, cubriéndose la carita con sus manos, agachando su cabecita. A pesar de su estado de abandono, era hermosa, y dicha belleza hechizó al angelito. Este quitó las manos del rostro para observarla mejor y le obsequió una sonrisa. En un primer momento ella no supo reaccionar, pero él empezó a hacer morisqueta hasta que le robó una sonrisa. Al haberlo logrado, voló lleno de felicidad por el recinto para salir por el mismo lugar por el cual ingresó.

La muñeca al principio quedó algo confundida. Una extraña tristeza que no comprendía, se adueñó de ella. Una vez más la soledad la tomó en sus brazos, y cabizbaja regresó a su rincón a recordar tiempos mejores.

No fue mucho lo que permaneció allí. El angelito regresó tan repentino como se había marchado. Estaba algo lastimado, ya que debió enfrentarse a un gato que lo confundió con su comida. En sus manos traía esplendidos botones, aguja e hilos, y ropa nueva que robó a una muñeca de juguetería. Ella quedó perpleja por el obsequio y le dio un beso en la mejilla. El angelito comenzó a volar dando volteretas de alegría por el lugar sin notar que la muñeca se marchó a las sombras donde cambió sus botones, su ropa, lavó su cuerpo y cabello.

El ser alado se sentía exhausto de tanto revolotear cuando la vio emerger desde atrás de las cajas, renovada. Aterrizó con torpeza, fascinado por la imagen que sus ojos le obsequiaban. Era mucho más hermosa de lo que imaginaba. Estaba caído en el suelo contemplándola con fascinación, cuando se dio cuenta que ella reía a carcajadas por el suceso. Se colocó de pie, se sacudió el polvo, la tomó de las manos y bailaron toda la noche y el día y otras noches y días. Y el amor nació entre bailes, juegos abrazos y mimos. Con el tiempo mejoraron el sitio, limpiando y decorándolo con colores y espejos. Él, a diario salía más allá de los muros para traerle obsequios. A veces la llevaba a pasear a baja altura, esforzándose demasiado, ya que sus alas no soportaban el peso. Volaba al ras del suelo y reían sin parar. Sus vidas no conocían otra cosa que no fuera felicidad.

Maten a CupidoWhere stories live. Discover now