Final

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Sus ojos se abrieron lentamente, provocando que sus pestañas aletearan con esa misma suavidad, mientras enfocaba un poco la preciosa obra de arte frente a él.

Despertarse temprano era una de las cosas que detestaba en el universo, mucho más cuando todavía le restaban un par de minutos antes de que su alarma hiciera eco en la habitación, avisándole que era hora de trabajar un fin de semana, amargandole su mañana con ese hecho. No obstante, últimamente despertarse 10 minutos antes se convirtió en una manía que ni siquiera podía controlar.

No era como que se parase de la cama para hacer el desayuno o alistarse, en realidad no hacía nada productivo en ese lapso de tiempo, así que la cuestión era, ¿Porqué continuaba haciéndolo?

Bueno, la respuesta era fácil. Es porque era un acosador.

O así solía decirse mentalmente, culpandose por disfrutar ese momento, pero sin arrepentirse por ello.

Giro su rostro a un lado, contemplando el angelical rostro de su pareja, quien se encontraba tan dormido que un fino hilo de saliva se escurriera de sus carnosos y suaves labios color carmín.

Sus ojos cerrados, la respiración pausada del albino junto con los lentos latidos de su corazón le provocaban una tranquilidad inexplicable.

Últimamente sus problemas para dormir parecían haber disminuido, hasta el punto en que ya no se despertaba con el más mínimo ruido, ahora Suguru podía deslizar su mano sobre el pómulo de Satoru sin que éste se despertará de golpe o asustado; sintiendo el contraste de su tibia piel ya que se habría envuelto como un taco con las sábanas toda la noche, mientras que Geto tendría que abrazar el cuerpo del albino para no morir de frío en la madrugada.

Esos instantes en que lo insultaba a plena noche y apenas salía el sol volvía a maldecirlo, eran los que llenaban su pecho de ternura por la persona con quien compartía su propio espacio.

Depósito un pequeño beso en la frente del albino, susurrando un par de frases tiernas para que este finalmente despertará antes de que su alarma sonara. Sabía que eso muchas veces le ponía de malhumor así que preferían evitar que el teléfono les recordará lo vagos que eran por no querer salir de las sábanas.

Satoru abrió sus ojos perezosamente, estirando sus largos brazos por arriba de su cabeza antes de atrapar por sorpresa el cuerpo del pelinegro, abrazandolo firmemente, recibiendo múltiples besos en su cara.

-Se nos hará tarde - susurro Geto notando como Gojo escarbaba debajo de las sábanas para poder aferrarse a su pecho en donde planeaba volver a dormir plácidamente.

-10 minutos más... - Murmuró sintiendo las manos de Geto acariciando con delicadeza su cabello, enredando sus dedos entre la esponjosa nube de algodón que era su cabeza por la mañana.

-Pareces un nido de pajaros- dijo sonriendo tratando de apartarlo -Veré que desayunamos... - Geto carraspeo tratando de recordar algo que no fueran sus sopas instantáneas, o las sobras que nadie quiso comer de hace 3 días. Si era sincero, todavía no ganaban demasiado dinero como para poder comprar comida diariamente, y por más que tratara de que el tiempo de abasteciera lo suficiente como para cocinar para ambos, usualmente terminaba tan agotado que solían simplemente llegar a dormir, despertarse en la madrugada para hacer sus tareas mientras consumían tazas de café como agua buscando mantenerse despiertos, provocando que en pocas ocasiones pudieran cocinar y en menos salir a comprar víveres.

Aveces sentía que no estaba dando lo suficiente de sí mismo, como para ofrecerle la vida a la cual Gojo estaba acostumbrado, a pesar de que este no se quejara de la situación en la que vivía, a Suguru le hubiera gustado darle algo más estable con menos carencias y más lujos como se lo merecía, pero era todo lo que por ahora podía ofrecerle.

Gojo se percataba de esta inseguridad en algunas ocasiones, como cuando observaba la forma en la que Geto revisaba su cartera disimuladamente al pasar por alguna plaza; o cuando se quedaba a laborar horas extras a pesar de tener más tarea que el albino.

Así que muchas veces hacia que perdieran el autobus apropósito, caminaban a casa ahorrando un poco más y lo distraía con conversaciones triviales. Nunca se acostumbro a comer demasiado, así que "olvidaba" su almuerzo en casa para que pudieran cenarlo juntos.

Si era sincero, no le importaba tener que aguantar un poco el hambre, o el cansancio. Tampoco que los clientes lo tratarán mal con tal de tener su propio dinero. En realidad nada le importaba mientras su luna nunca se esfumase de su cielo, y estaban a tan solo unos meses de ser mayores de edad por lo cual, esas carencias se esfumarian dentro de nada.

Suguru sintió como Gojo nuevamente se aferraba a su espalda, ofreciéndole una tierna sonrisa, provocando que sus preocupaciones se callaran un poco.

-Esta bien, vamos a salir adelante a nuestro ritmo- Geto asintió acariciando sus delicados dedos, fijándose en el anular desnudo de su mano izquierda, imaginandose lo bien que una argolla de oro se vería allí algún día.

Tal vez al día de hoy no tuvieran nada, viviendo en uno de los departamentos más viejos que los ancianos del asilo, sobreviviendo a duras penas y comprendiendo que la vida afuera, no era fácil.

No tenían lujos, pero tampoco demasiadas carencias. Era un lugar pequeño, con justo lo necesario para hacer su rutina, pero ese pequeño lugar se había vuelto su hogar, tal vez no tenía una calefacción para las noches invernales, no obstante, nunca sintieron un frío que los agobiara tanto como la mansión en la que solia vivir.

Era cierto, la felicidad no la podían comprar con el dinero, y la prueba viviente estaba en su lazo. No les importaba tener que aguantar un poco con tal de permanecer unidos, siempre cuidándose el uno al otro, sintiendo como el amor del otro era la fuerza que los impulsaba a seguir adelante.

Tal vez no tenían nada, pero eran felices. Sonreían al compartir anécdotas comiendo una sopa barata, aspirando a terminar sus estudios para alcanzar las metas de cada uno e inspirándose a ser la mejor versión de si mismos tanto para ellos como para la persona con la que convivían.

Ese amor que los rescato se volvió su hogar, su refugio. La manta con la que se protegían del invierno, el escudo con el que enfrentaban la dura vida allá afuera.

Sabían que estuvieran en donde estuvieran, si se tenían uno al otro, todo iba a estar bien, saldrían adelante. Sea una mansión o un departamento diminuto, el hogar lo formaba ese sentimiento, y no el dinero que en sus carteras podrían llegar a guardar, ya que las cosas que habitan en el corazón, son lo único que nada material podría canjear.

Aún si no era fanático de las cosas dulces, se volvió adicto a la miel de su boca, a la golosina de sus labios que nunca se cansaba de devorar, aún cuando odiaba el calor adoraba la calidez del amor ajeno, aún si eran una contradicción como el sol y la luna, sería la contradicción más hermosa que el mundo haya visto.

Tal vez en algún punto fueron como la luna y el sol, persiguiendose mutuamente hasta que uno de los dos logra finalmente acercarse al otro, formando un fenómeno astronómico tan precioso denominado como "eclipse". Tal vez esa era la razón por la que cuando volvía suyos los labios del albino, en un lento vaivén que sólo ellos podrían comprender, tal vez por eso sentía que el mundo se paraba a su alrededor y que nada más existía, porque cuando estaba con su sol, podría encontrar ese fenómeno astronómico en su misma boca. No tenían porqué ser iguales, no quería otra versión de sí mismo como pareja, el deseaba una contradicción que lo hiciera disfrutar como solo Satoru sabía hacerlo.

Eran tan diferentes como la primavera con el invierno, el sol con la luna o el día y la noche, pero que se contradijeran, no significaba que no pudieran complementarse el uno al otro. Tomaron sus partes rotas e hicieron de ellas un vidrial que podían admirar, un refugio en donde vivir, un solo corazón con sus mitades partidas en dos.

Porque del desastre, de lo inesperado y de lo poco convencional nacían las más preciosas obras de arte que en las galerías colocaban con orgullo.

Sus sonrisas cómplices y las miradas repletas de amor le hacían saber, que ya no había nada más que temer.

Porque juntos, eran los más fuertes.

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⏰ Last updated: Mar 15, 2022 ⏰

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