Capítulo 24

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En Bogotá, las cosas no estaban tan tranquilas como podían llegar a pensar Beatriz o Armando. Sí, se habían marchado con relativa "tranquilidad", pero las cosas se estaban descomponiendo de a poco.

Roberto Mendoza intentaba convencer a su esposa de desistir de la absurda insistencia con que Armando se terminase por casar con Marcela, pero Margarita daba pelea y no estaba dispuesta a dejar colgada a Marcela de nuevo. Ella había sido un fiel pilar para que dicho matrimonio impuesto fuera forjado entre ambas familias, ella había decidido el futuro de su hijo desde hacía muchísimo tiempo atrás y no estaba dispuesta a ver como todo se arruinaba por una mujer que no valía ni la mitad de pena que podía llegar a valer Marcela.

¿Un bebé en el camino de sus planes? No había problema, se le cerraría la boca a la mujer con un par de miles de pesos y mágicamente ese niño dejaría de ser descendiente de la familia Mendoza. Era una mujer de mundo, vanidosa, caprichosa y terca a su quebrada moral que no permitiría que una mujer con el aspecto de Beatriz Pinzón, se uniera a su distinguida y fina familia.

Por supuesto que ella, dentro de su soberbia burbuja, no podía darse cuenta de los sentimientos de Armando y lo más importante, a quien realmente le pertenecían. Marcela nunca había estado en su corazón, al menos no de una forma profunda o pasional; Beatriz en cambio no necesitó de años de preparación y devoción hacía Armando, había sido tan natural, sensual y sincera que había dejado a su hijo colgando de un hilo por ella.

Roberto lo intentaba asimilar, pero caía en el grave error de creer que su hijo estaba confundido por un impulso desesperado de terquedad; no se comía el cuento de que "estuviera enamorado", ¿de una mujer como ella? Él conocía a Armando de toda la vida y un niño rodeado de tanta belleza mientras crecía, no podía quedar alucinado con alguien así. Aunque en el fondo, al recordar su plática con Armando, luchaba por convencerse de que en realidad hubiese tal cambio en su hijo; estar enamorado de la muchacha era sin duda, la prueba más grande que Armando al fin estaba alineando su comportamiento

Ahora, el asunto del nieto, lo tenía con sentimientos encontrados; él siempre había imaginado a sus nietos, pero con Marcela de madre de ellos. Tampoco es que tuviera intenciones de desaparecer al niño o a la madre con dinero y listo, él tenía corazón y nunca se perdonaría el seguir con su vida sabiendo que había sangre suya, botada como peste. Estaba dispuesto a resignarse frente al rumbo que había tomado la vida de su hijo, pues ya había cometido el error de llevarse a Camila de su lado y ella a la fecha no encontraba el perdón para otorgarle a sus padres.

Eran dos posturas completamente opuestas en el matrimonio Mendoza-Saénz, dos posturas que no lograban hallar un acuerdo o al menos un dialogo pasivo sin intención de sobreponer la voluntad del otro.

Y mientras ellos se enfrentaban a sus posiciones adversas, Marcela meditaba la razón de toda su vida. Ella estaba total e irremediablemente enamorada de Armando Mendoza, en su cabeza no había espacio para un futuro sin él, no después de tanto sacrificio y lealtad a su meta. Ni siquiera el asco que le saba la idea de que él hubiese pasado por la cama de Beatriz, podía interponerse con fuerza sobre la decisión de su futuro con ese hombre con el que había soñado casi toda su vida.

Armando era de ella y punto final.

Ninguna vagabunda de la talla de...esa mujer, podría quitarle su puesto; ella era de clase, hermosa y con carácter, una mujer como Beatriz apenas se percibía a su lado. Armando se había metido con ella por razones específicas y desinteresadas totalmente en el campo del amor o la atracción, ella no tenía nada que temer.

Sí, quizá él se había marchado en su búsqueda, pero no era más que por el sucio interés, después de todo, Beatriz seguía teniendo la empresa en sus manos y Armando era el único responsable en recuperarla de sus garras.

INESPERADO (Betty y Armando)(YSBLF)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora