CAPÍTULO 13

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La mañana pasó demasiado despacio, como si el mundo estuviese metido en alguna especie de líquido viscoso que hacía que el tiempo se ralentizase

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La mañana pasó demasiado despacio, como si el mundo estuviese metido en alguna especie de líquido viscoso que hacía que el tiempo se ralentizase. Mi cabeza estaba a punto de estallar y la clase de tres horas tan soporífera que me tocó ese día no ayudaron a que mi animo mejorase.

Todavía seguía dándole vueltas a todo lo que me había contado el profesor Sanderson. Tenía miles de preguntas que rondaban mi cabeza y quise escribirlas para no olvidarlas, pero luego me di cuenta de que si alguien lo encontraba sería un problema. Entonces, arranqué la hoja del cuaderno y la arrugué, tirándola a la basura.

Pero luego pensé que podía leerlo alguien. Tal vez el conserje cuando recogiese la basura, o algún trabajador de la planta de tratado de residuos, o alguien que me estuviese espiando... Así que volví al cubo en mitad de la clase, siendo todo lo disimulada que pude, y cogí la hoja guardándola en el bolsillo, esperando el momento para poder ir al baño y quemarla con un mechero.

Con eso se plasmaba un resumen perfecto del caos que se estaba forjando en mi cabeza durante lo que iba de día. 

Además, a esto se añadía la actitud tan rara de Paula esa mañana. ¿Qué hacía a esas horas en aquella parte del campus? ¿Por qué había huido al verme? Tenía que desechar eso de mi mente, bastantes cosas tenía ya como para tener que lidiar con las excentricidades de mis amigas.

Llegué a mi encuentro con Rob tarde, despeinada y casi sin aliento. Cambié un par de veces de dirección en el camino, pensando que me estaban siguiendo. Al final, resultó que era un chico que estaba buscando a sus amigos, pero a mí me pareció de lo más sospechoso. Había tenido que pasar a hablar con Lucille, quien se sorprendió por mi ropa y no me dejó cambiármela, alegando que me quedaba genial. Intentó hacerme un interrogatorio de con quién había pasado la noche. Le dije que con Lily Sanderson, la que me había prestado la ropa.

No quedó muy convencida, pero logré escapar de sus garras. Y todo esto me llevó al momento en el que mi hermano me miraba cómo si estuviese loca. De todas maneras, ¿qué más daba? Lo más probable era que tuviese razón.

—Lo-lo siento... —dije sin aliento y dándole un abrazo— las clases, Lucille... ya sabes. 

—Además tendrías bastante resaca —contestó mientras se separaba. Aún estaba serio—. ¿Por qué no contestaste anoche a mis mensajes? Menos mal que Lucille me escribió diciendo que estabas bien. Con todo eso de la hoguera temí que te hubiese pasado algo.

Maldije mentalmente por haber olvidado escribir a Rob. Para mi suerte, mi amiga salió al rescate. Lo raro era que no hubiese olvidado hasta mi nombre.

—Perdóname, Rob —respondí con un puchero—. Caí rendida y puse el teléfono en silencio. Es normal que estuvieses preocupado.

La cara de pena, tan regordeta y dulce, que sabía poner lo ablandó un poco. Sonrió mientras pasaba uno de sus brazos por mis hombros y me daba un pequeño capón en la cabeza. 

Etéreo [Saga Luces de colores 1]Where stories live. Discover now