5. Trato hecho

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Aquel hotel no era excesivamente lujoso

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Aquel hotel no era excesivamente lujoso. Tal vez aquel periodista entrometido no fuera tan reputado como lo que me hubiera imaginado. Tres estrellas tenía y sin duda parecía de dos, qué desperdicio de lugar privilegiado. Ni siquiera había un botones para abrirte la puerta de hotel, y tuve que ser yo quien lo hiciera, no sin mudar mi cara a un gesto de desagrado.

El restaurante era sencillo y bien iluminado. Las mesas eran rectangulares y las sillas de respaldo alto y de color oscuro. Estaba bastante desierto, esa era una buena noticia. No quería estar rodeado de gente cuando estableciéramos el acuerdo.

Una vez que me hube sentado en mi reserva situada en un rincón discreto a mi petición, respiré para calmarme. Aquella no era una comida de negocios, aquello era más parecido a una extorsión. No había mediado amenaza, no. Sin embargo, me sentía intimidado por su última llamada. Rumores, me dijo. Rumores sobre mí, sobre mi carrera, sobre la obra de mi vida.

Sentí que volvía a perder el aliento nada más recordarlo. La Musa, aquella bastarda que había vuelto para sembrar el caos en mi vida, estaba convirtiendo en pedazos la reputación que me rodeaba.

<<En qué momento se me ocurrió>> pensé. Aunque no era el tiempo adecuado para intentar cambiar el pasado.

Cuando vi que aquel periodista se adentraba en el restaurante, cuadré mis hombros con decisión. Esto no se haría bajo sus condiciones a pesar de que me sentía atrapado por los testículos. Yo iba a trazar el camino a seguir y los límites que no se debían pasar. No podía demostrar cobardía ahora, no. Me iba la salud y la tranquilidad mental en el proceso.

—Buenas tardes —dijo al acercarse. Pero para mí no eran buenas, así que ni siquiera hice el esfuerzo de saludarle.

Se sentó en frente de mí con calma, como si no se jugara nada en el proceso. No como yo, que me lo jugaba todo. Me miró con un gesto altivo, sintiéndose poseedor del mango de la sartén. Pero se estaba equivocando de pleno, el que manejaba la sartén era yo.

—Parece que ha recapacitado —siguió el tipo, vanagloriándose de su victoria—, me alegro de que hoy nos encontremos.

—No he recapacitado —dije cortándole—. Estoy sobreviviendo a una intimidación que puede que me cueste la carrera. Por favor —pedí, aunque en realidad deseaba largarme de allí lo más lejos que pudiera—, no lo adorne como si esto fuera elección mía. Me he sentido obligado de aceptar que toda esta locura ocurra, no es algo que quiera.

Durante toda mi intervención me miraba con un brillo raro en los ojos, no entendía a aquel hombre, era un completo enigma para mí.

—Igualmente no dejo de celebrar este encuentro. Ya imaginaba que iba a tener que volver a casa con las manos vacías.

Ojalá sí que hubiera pasado eso y no tendría que estar aquí para hacer esto. Saqué el convenio doblado del bolsillo interior de la chaqueta y lo coloqué sobre la mesa.

LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Where stories live. Discover now