7. La fórmula de la Coca-Cola

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Si no estaba equivocado, Máximo no paraba de dar rodeos durante las sesiones

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Si no estaba equivocado, Máximo no paraba de dar rodeos durante las sesiones. Cuando al principio parecía que no quería retomar su vida desde su infancia y ahora se prodigaba en detalles insustanciales que nada tienen que ver con lo que aquí me compete. ¿De dónde sale La Musa?

Según los catálogos de Máximo, su carrera artística se basaba en técnica de pintura al óleo y con tintes paisajísticos. En su mayoría se trataba de paisajes de diferentes ciudades, pero que se convertían en una suerte de trampantojos donde nada era lo que aparentaba.

Desnudos sutiles o primeros planos de órganos sexuales que a la distancia suficiente parecían paisajes arbolados, montañas rocosas... Perfecto para un público demasiado estrecho de miras como para escandalizarse por una piel desnuda, sobre todo antes de que se acabara el franquismo en España.

Máximo Labrador era un arriesgado pintor que había puesto en jaque la mente de la sociedad, demasiado puritana como para apreciar su arte. O al menos lo había sido hasta que realizó La Musa, esa obra que permanece en la incógnita total. Esa que yo quería llevarme.

Miré mis notas y las transcripciones de los audios que había ejecutado sin autorización y volví a darle vueltas. ¿Sería La Musa un trampantojo más? ¿Qué tenía de especial eso?

Mi cliente no paraba de llamar y esperaba poder tener algo que contarle o una fecha que prometerle antes de que volviera a llamar de manera insistente, pero ni el propio Máximo se aclaraba sobre la fecha de inauguración de su Museo.

Conforme llegué a la casa de Máximo, este se lamentó al decirme que hoy no podría acudir a la sesión, tenía un viaje importante que hacer. Se fue con las manos vacías, al menos ya sé que La Musa sigue en la casa a mi disposición, si era capaz de encontrarla.

—No importa, ayudaré a Desirée con las obras y así las veo de primera mano. No se puede apreciar su verdadera belleza si no es en persona.

—Exacto, querido Oliver. Ve con ella, ya está en la sala estanca trabajando. —Y se marchó.

Qué fácil era salirse con la tuya cuando la gente era tan susceptible a los halagos. Ojalá mi cliente lo fuera también, pero qué difícil halagarle cuando su identidad quedaba oculta para mí.

En la sala estanca no vi a Desirée, solo las obras embaladas, menos una de ellas que daba a la puerta abierta. Me acerqué con cuidado a apreciarla, pues de lejos parecía un bosque tupido y espeso.

Cuál fue mi sorpresa al ver de cerca una penetración vaginal en rayos equis.

—Qué depravado don Máximo —dije para mí en voz baja mientras me detenía a observar las pinceladas.

De detrás del cuadro apareció Desirée como un fantasma. Me puse la mano en el pecho de la impresión. Tendría que haberme dado cuenta que Desirée no era de las que se escaqueaban del trabajo y que seguramente también estaría ahí dentro. Pero no, así que con fingida sorpresa le dije:

LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Where stories live. Discover now