12. Inauguración

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Llamé a Lorenzo con desesperación esperando su pronta llegada, pero su teléfono no daba señal y no podía esperar a que apareciera

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Llamé a Lorenzo con desesperación esperando su pronta llegada, pero su teléfono no daba señal y no podía esperar a que apareciera. Solo tenía parte de las llaves que daban acceso al contenedor de Guardaloseguro, pero podía conseguir una cizalla para romper el resto de candados. Nada podía impedirme ya entrar en aquel maldito garaje alquilado y ver si La Musa estaba o no. Por eso no dudé en comprar en una ferretería una cizalla para poder acceder.

Ya con ella, entrar me sería mucho más fácil. Así que, con cuidado, forcé los candados para los cuales no tenía llave disponible y los retiré, amontonándolos en un rincón junto con los que sí había podido quitar con la llave correspondiente.

Entré y encendí la luz, pero al encenderla no pude ver nada. La Musa no estaba.

—¿Qué? —pregunté al borde del colapso.

Aquello no era posible y, sin embargo allí estaba el caballete en el que la había dejado para que no estuviera abandonada en el suelo.

—Todo se ha acabado, seré un paria después de esto. ¿Cómo ha podido ocurrirme a mí?

Pero mis preguntas no podían tener una respuesta. Bien había conocido de la fragilidad de esta hazaña, pues La Musa estaba en boca de todos y eso era más peligroso que si la hubieran visto. Pero como escocía ver que se habían reído en tu cara de aquella manera.

Abandoné el complejo de contenedores sin rumbo fijo pero con una meta definida, el alcohol.

La botella se vació tan rápido como atinaba a tragar todo el contenido. A pesar de no haber encontrado La Musa en el lugar que había tenido a bien mantenerla, si había conseguido encontrar una botella de bourbon para poder vaciarla. Y detrás de esa, otra la había sustituido.

La Musa había vuelto a mí para ahora desaparecer y no encontraba peor señal. Todo había acabado, mi carrera estaba en peligro. Todo se iba a derrumbar a mi alrededor y solo podía ver todo arder.

Y, sin embargo, sabía que me había liberado de su yugo. Mi carrera, prestigio y fama se irían a la porra, pero yo ya no tendría más miedo. Ese sudor que corría por mi cuello cuando me preguntaban por ella, los escalofríos al pensar que acabaría siendo descubierta o las pesadillas que sufrí cuando volvió después de treinta años... Todo eso se había acabado y no podía estar más contento, me habían hecho un favor enorme.

Pasaron las horas y las botellas mientras permanecía sentado en una acera de la calle frente a la licorería que me estaba patrocinando aquella borrachera. Recibí una llamada.

Me costó encontrar el teléfono en mi bolsillo, para entonces mis movimientos estaban limitados a empinar el codo y me costó descolgar. La voz de Lorenzo sonaba distante y lejana, no podía concentrarme en su discurso y colgué. Y no solamente eso, arrojé el teléfono a la carretera esperando que el próximo vehículo lo destrozara, pero no me quedé allí para verlo. Con la botella en la mano, me levanté del suelo y comencé a andar.



LA MUSA INEFABLE || ONC 2022Where stories live. Discover now