Capitulo VII

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POR CESARE

Era la hora del almuerzo, comencé a caminar por el  corredor buscando a Mera, cuando la vi besándose con el jodido de Dylan, era fantástico, tenía un comienzo de semana de puta madre. Simplemente decidí dirigirme hacia el baño de varones, estaba molesto, me dolían las muñecas, la nuca, creo que estaba incluso algo mareado, estaba sufriendo un ataque de pánico, la respiración se me entrecortaba  y escuchaba las voces muy a lo lejos.

Pero sentía que una voz dulce y cálida me hizo tranquilizar, solo se que me desvanecí en su regazo, para cuando desperté, las luces eran muy fuertes y veía todo absolutamente blanco, allí fue cuando de apoco mi vista mejoró y pude ver a Gabriel durmiendo en el sofá de acompañante en el hospital español de Bs. As.

Ese hospital era carísimo y yo no podía cubrir esos gastos, pero él fue muy gentil nuevamente y me dijo que corría todo por su cuenta, y que lamentaba haberse portado como un mediocre conmigo. Gabriel me hacía tan bien, era al único que le tenía tanto afecto, incluso más que Mera en algunas ocasiones.

—Me gustas Cesare y no puedo hacer nada al respecto.—expresó el chico volviendo  a hablar.—Pero respetaré tú decisión sino quieres nada serio conmigo.

—Yo..., yo...—estaba exhausto y no me salían las palabras, pero pude concluir.—También me gustas.

Allí fue el momento en que sentí sus labios  junto a los míos con esa calidez de siempre, acompañado de un fuerte abrazo que terminó en llanto y mil pedidos de disculpas de ambas partes. Posiblemente volver a sentirlo cerca, poder respirar su aroma a perfume caro otra vez, me hacía sentir único y especial y eso que el rudo era yo, pero Gabriel sacaba lo más tierno de mí. 

—¿Qué me ha pasado Gabi...?—pregunté con curiosidad.

—Todavía hacen análisis de tú sangre cariño, quédate tranquilo y descansa.—inquirió Gabriel con cara de preocupación mientras apretaba sus labios. 

—Dime la maldita  verdad, no creo que sea tan malo.—dijo molesto.

—Em...—solo pudo decir Gabriel.

—Buenos días paciente, Cesare Valeska, ¿Cómo se siente?—formuló el medico entrando a la sala.

—Agotado, con nauseas y aún algo mareado.—

—Pues es normal, estás pasando por mala alimentación, sus estudios demostraron altas tasas de oleaginosidad, debe dejar la comida chatarra y comer sano.—expresó el doctor.

—¿Puedo llevarlo a casa hoy doctor?—preguntó Gabriel con preocupación.

—Dejemos que esta noche se quede en observación y ya mañana puede irse a casa, por supuesto que a hacer reposo, nada de esfuerzos, clases y cualquier cosa que haga al muchacho desgastar sus energías.—dijo el doctor mirándonos pícaramente a los dos, y de ese modo se fue de la habitación.

Las horas, comenzaron a hacerse interminables y los retos de Gabriel se comenzaron a hacer escuchar y realmente me estaba haciendo doler la cabeza.

—Cierra la fucking boca Gabriel, me haces doler la cabeza, entiendo que soy un estúpido, pero lamento no querer mi cuerpo ni querer cuidarlo.—solté en un ligero hilo de voz.

—Lo siento,  pero no me gusta que seas así de tonto, debes cuidar de ti Cesare.—dijo el chico tomando mi barbilla con esa mirada de desilusión, odiaba esa mirada, podía reconocerla, toda mi familia me ha visto así siempre y él no era la excepción de haberme juzgado.

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