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Nueve años y once meses después

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Nueve años y once meses después.

El mercado negro de Polanko estaba atestado de gente.

Desde las azoteas de los edificios de adobe que formaban los pasillos, Petra vigilaba con la vista nublada, a causa de su ojo izquierdo, a las personas. En especial a aquellos que vestían armaduras platinadas escondidas debajo de túnicas blancas.

Malditos sean los soldados de Glamond...

No le apetecía estar vigilando a los guardias encubiertos por media hora más, pero eran ordenes, y no iría en su contra. Sin embargo, no podía dejar de pensar en lo que estaban los soldados haciendo en la tierra roja.

—¿Por qué no bajamos ya? —preguntó una vocecilla.

Petra se giró hacia Zayn, su hermana —aunque no de sangre—, quién se mantenía en cuclillas a su lado con un rebozo cubriendo su cabello y la mitad de su rostro, dejando solo a la vista sus ojos azules contra su piel oscura.

—Los guardias aún están ahí.

—¿Qué hacen?

—Vigilan a nuestra gente.

Con sus dedos tembloroso por lo poco enfocada que estaba su vista, Petra levantó la cara y el gotero que sostenía en su mano.

—¿Por qué no dejas que lo haga yo? —se quejó Zayn—. Cuando era pequeña, me dejabas hacerlo por ti.

—Ya no eres pequeña. ¿Por qué crees que te mandaron aquí conmigo hoy? Después del error que cometiste la última vez, yo no te habría traído. Estamos aquí porque casi arruinar nuestro último trabajo, no lo olvides.

Zayn apartó la mirada, avergonzada. Mientras tanto, Petra dejó que una gota del líquido cayera en su ojo derecho y apretó sus labios para no soltar un gemido. La sustancia ardió al hacer contacto con su pupila, luego, evadió toda parte del ojo, excepto el iris, y se expandió por ahí. Cuando abrió los ojos, supo que ya eran oscuros.

La tinta negra que conseguían en el mercado de Polanko era lo único que podía cambiar el color real de sus ojos, aunque era muy poco duradera. Sin embargo, no estaban en el mercado negro para conseguir más de su medicina ocular. Este era un trabajo diferente. Uno que Petra aún no lograba entender.

—Se están yendo —le avisó Zayn.

Petra guardó el gotero con rapidez, se ajustó la capucha de su túnica sobre la cabeza, le echó un vistazo a los guardias alejándose y se puso de pie mientras chasqueaba la lengua.

—Bien. Vamos a hacer el trabajo sucio de una vez para poder largarnos de vuelta a casa.

Zayn asintió, cansada, y ambas saltaron de la azotea hacia el suelo rojo del mercado.

Los pies de Petra chocando contra la tierra hicieron eco en todo el pasillo.

Las personas cercanas soltaron un alarido. Un murmullo se extendió mientras la gente se retiraba, buscando alejarse de ellas a como diera lugar. Las puertas de algunos negocios en los edificios comenzaron a cerrarse, y los vendedores ambulantes se apresuraron a recoger su mercancía.

HellavenWhere stories live. Discover now