7 - No puedo renunciar a ti

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Le temía al día siguiente en la oficina, pero más le temía a que Nicole se diera cuenta de que le pasaba algo, porque ella se notaba que no era ella misma, sentía aquel pesar constante que la invadía por dentro y se reflejaba por fuera y su mujer no era tonta, su mujer era la persona que mejor la conocía, la que mejor la interpretaba y ya le había preguntado más dos de dos veces qué era lo que le pasaba, a lo que no sabía bien cómo responder y la pelirroja terminaba diciendo que se estaba preocupando por ella. Su hijo lo notaba, se contuvo las ganas de echarse a llorar cuando le dijo de la nada "No estés triste, mamá" y le dio un abrazo. Fue reconfortante, porque él era la principal razón de que renunciara a una parte de si misma, una que había descubierto, encontrado hacía poco tiempo, una con una relevancia apabullante, una que solo aquel abrazo, el amor y felicidad de su hijo podía compensar, calmar. Una demasiado injusta para Nicole, aquello también pesaba, siempre había intentado ser suficiente para ella y resulta que no lo sería nunca, esa fue una de las peores revelaciones, una de las peores consecuencias que dejaba todo aquello. La miraba a los ojos y le recordaba todo aquello que debería sentir por ella y sentía por Lexa, le recordaba a todo lo que renunciaba y a que jamás estaría a la altura de lo que su mujer merecía, a qué tenía que hacer lo impensable por mantener a su familia unida, cualquier otra cosa los rompería a los tres, les afectaría a los tres y su su hijo lloraba por su culpa habría fracaso en conseguir lo único que le importaba.

Se decidió ir a la cafetería, tenía que volver a sus costumbres aunque eso implicara volver a verla, ahora Lexa sabía que no huía de ella, si no de lo que sentía por ella y alguna vez tendría que empezar a afrontar que esa chica existía, que tenían que coexistir, que tendría que pasar tiempo con ella y era mejor hacerlo poco a poco, antes de enfrentarse de nuevo a las próximas semanas en Los Angeles, pasar aquel duelo cuanto antes era casi vital para poder al menos poder ser una parte de la Clarke que era antes, porque a su familia tampoco le servía así. Puso un pie dentro, estaba allí, hablando con Astrid y un par de compañeros más en una de las mesas, su corazón se aceleró y le empezaron a sudar las palmas de las manos, dudó de si salir corriendo de nuevo de allí, pero en ese instante Lexa la miró, ambas se paralizaron. No vio odio ni rencor en su mirada, no vio enfado y aquello fue importante para ella, lo que no esperaba es que le doliera un poco más, no sabía lo que pensaba exactamente pero ahora se hacía una idea de que lo que ambas sentían no estaba tan alejado y que Lexa se sintiera así, a ella le afectaba. Se sentó en la primera mesa que le vino al paso, su primera intención hubiera sido acercarse hasta ellos, pero no iba a llegar porque las piernas le flaqueaban.

Joder ¿Por qué era todo tan complicado? ¿Por qué no podía dejar de sentir todo aquello? Ya había renunciado a Lexa ¿Por qué tenía que seguir sintiéndose así? ¿No podía renunciar también a una de aquellas cosas que provocaban aquel conflicto casi desesperante? A lo que sentía por ella o a lo que sentía cuando no estaba con ella, cualquiera de las dos cosas le valían para reconducir su estado emocional, encontrar un punto de partida, pero en lugar de eso cada vez iban a más, peor se lo ponían, daba igual a quién mirara, si a su hijo, a su mujer o a Lexa, tenía que sentir aquello que le oprimía el pecho, esas miles de cuchillas afiladas clavándosele en el estómago y ya no podía más. Y no se esperó encontrarse a Lexa en frente cuando alzó la vista de nuevo, se quedó mirando aquellos ojos que clavaban su verde en ella, haciéndose las mismas preguntas, sin encontrar solución, simplemente esperó que se sentara en frente.

No llores - La morena lo dijo con la voz contenida y el verde cristalino, ni siquiera se había dado cuenta de que se le había escapado una lágrima nada más la vio allí y no podía permitirse estar ahí en esas condiciones -

Aquí no Lexa - Se levantó de la silla - Ven a mi despacho

Lexa asintió, no sabía de lo que tenían que hablar o si tenían que hablar de algo, pero si Lexa había ido hasta su mesa tendría algún motivo y no podía seguir corriendo, huyendo en la dirección contraria. Tenían que tener un plan y tenía que ser el mismo. No se giró al salir de allí, suponía que Lexa no iba a ir detrás de ella y tras varios minutos apoyada en la mesa de su escritorio, decidió sentarse en el pequeño sofá de la estancia, apoyando los codos en las rodillas y la cara en las palmas de sus manos, permaneció así hasta que escucho la puerta y vio a la morena entrar con miedo o cautela. Le pidió que cerrara con llave y se hizo a un lado del sofá para que ella pudiera sentirse también. Ultimamente lo que mejor se les daba era mirarse de aquella forma, una que le gustaba y a la vez la atormentaba.

The price of loving you - GIP Clarke -Where stories live. Discover now