Un infierno llamado accidente.

79 9 2
                                    

Al abrir los ojos, sentí un sonido muy agudo en mis oídos, poco a poco fue distorsionándose menos hasta que pude escuchar que se trataba de sirenas y de voces, vi unas luces azules y rojas cerca de mí, brillaban contra el asfalto y amenazaban con quemarme los párpados, el dolor de mi cuerpo me corroía los huesos, escuchaba que alguien gritaba mi nombre, pero ni siquiera tenía fuerzas para alzar mi cabeza, me dolía todo, sentía la piel húmeda, fría, mis piernas se entumecían, la luz me molestaba en los ojos, mi cuerpo estaba de una temperatura que me hacía tiritar, escuchaba mi propia respiración fuerte y mis latidos agitados...segundos después perdí el conocimiento.

De pronto estaba en un campo de flores blancas, montañas hermosas, árboles frescos que ondeaban con el viento, los rayos del sol me acariciaban la piel llenándome de calor y paz, miré a mi alrededor disfrutando del paisaje, el olor a flores frescas era maravilloso, todo se sentía como un paraíso...

—¿Qué te parece este lugar, hija? — me preguntó alguien a mi espalda.

Apenas volteé a ver de quien se trataba sentí ganas de llorar: mi madre, la mujer más hermosa del mundo, vestía un vestido blanco precioso y me observaba con una sonrisa, corrí hasta ella para abrazarla con muchísima necesidad, su muerte había sido el peor día de mi vida y había anhelado verla desde el momento en que partió, ella también me abrazaba, volver a sentirla me parecía irreal.

—Mamá, te extrañé tanto — le dije sin soltarla.

—Yo siempre estoy contigo, mi amor...no tenemos mucho tiempo, hija. Dime, ¿quieres quedarte aquí conmigo o volver allá abajo con tu hermano? — me preguntó.

No entendía nada de su pregunta, ¿estaba muerta? ¿Dónde estaba Angelo? ¿En dónde estábamos? ¿Todo esto era un sueño?

—No entiendo... ¿estoy muerta? — le pregunté

—Se supone, pero hay algo en la tierra que te ata. Si decides irte, te esperaré los años que sean necesarios, mi princesa — explicó mi madre mirándome alegre.

—Mamá...yo quiero volver a la tierra, no quiero dejar solo a Angelo, pero Adonis no quiere volver a verme y...— expliqué sintiéndome fatal de nuevo.

—Si tu preocupación es Adonis...vuelve para ver qué sucede, mi amor, nos veremos en un buen tiempo — anunció —. ¿Nos vamos o te espero?

—Te amo muchísimo, mamá...pero también amo como a nadie a Adonis y Angelo me necesita— comenté y viendo la sonrisa de mi madre comencé como a caer dormida.

Al despertar de nuevo solo escuché a muchas personas hablar sobre pulsos, oxígeno, signos vitales, el sonido de un electrocardiograma me llenó los oídos y segundos después caí dormida de nuevo.



—Angel si me estás escuchando, por favor despierta...— me pidió Angelo en medio de sollozos.

Abrí mis ojos lentamente sintiendo como una máscara en mi cara me daba el oxígeno para poder respirar, al ver que abrí los ojos varias personas las cuales no miré, en la sala soltaron una exclamación de felicidad, una enfermera me quitó el oxígeno tras comprobar que podía respirar por mi cuenta y me subieron un poco la camilla para que pudiera mirar a mi alrededor: Angelo y Adam estaban a mi lado ansiosos de verme despierta.

—¿Cómo estás, hermanita? — me preguntó mi hermano mirándome expectante.

—Estoy bien — le dije, mi voz sonaba diferente, tuve que aclarar la garganta unas dos veces —. Ya te lo dije, hierba mala nunca muere.

— Gracias al cielo estás así de bien, Angel...estuviste en coma por dos días y dijeron que tal vez no volverías a vivir— explicó Adriano consolando a mi hermano.

Crímenes de verano.Where stories live. Discover now