Negocios y reencuentros.

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Salí junto a mi padre hacia la empresa de los Leblanc, aquel apellido me traía muchos recuerdos, mi ex de Italia, Angel Leblanc, solo tenía el mismo apellido que aquellos narcos, cuando la conocí no tenía trabajo, éramos relativamente tan jóvenes, estábamos tan embelesados por nuestro romance y sabíamos que no nos quedaba mucho tiempo que nunca nos lo preguntamos. Ojalá ella estuviera allí, aunque podría decirse que me odiaba por haber decidido que termináramos nuestra relación y tampoco creería que mágicamente fuera la hija de un narco como yo, esta vida para aquella princesa no era digna de ella.

—Adonis, ¿qué tanto piensas, hijo? — me preguntó mi padre.

El hombre que me dio la vida no tenía idea de mi relación con Angel del pasado, suspiré recordando las cosas que pasé con ella, cuantos Martini que empezaban en su boca y acaban en la mía, cuantos besos, cuantas cosas que seguro mi papá odiaría escuchar; le sonreí dándole unas palmadas en el hombro, él tenía esa mentalidad de: nada de sexo antes del matrimonio y bueno, he violado muchas veces esa ley y más con Angel. Después de terminar con Angel, básicamente me había dedicado a romper corazones, nadie me interesaba para algo más que una noche y eso hizo que me ganara el odio de muchas mujeres.

—No pasa nada, papá, solo estaba pensando en si nos aceptarán el negocio que planeamos — contesté evadiendo el tema

—Esas armas las quieren hasta los guardaespaldas del presidente — narró y sonrió confiado.

Éramos una familia en el negocio menos reconocida que los Leblanc en Colombia, nos conocían más en Estados Unidos e Italia, aunque éramos colombianos, mas queríamos crear buenas alianzas con otros narcos y así ser más reconocidos y por ende ricos para saldar nuestras deudas.





Llegamos a aquella empresa, los vidrios polarizados llenaban todo el edificio, se veían las oficinas desde ese plano y el aspecto moderno de aquel sitio daba la impresión de estar llegando donde el presidente, se veía común y corriente, pero dentro se cometían más delitos de los escritos, el tráfico fluía mucho más ahí, se decía que Vladimir Leblanc, el jefe de todo, mandaba a probar a sus hijos las armas que entraban y salían de allí, así garantizando que fueran de excelente calidad; soñaba con trabajar como asesino para él, sería como cumplir un sueño de niño, pues él era el gran señor Leblanc, italiano, narco de narcos.

Entramos a la empresa por un ascensor que daba toda la vista de Medellín, una vista preciosa, mientras pasábamos quince pisos el sol nos llegaba a la cara a través del vidrio, era un espectáculo fascinante, todos esos edificios desde nuestra perspectiva se veían espectaculares, el cielo desde ahí era como siempre, una obra de arte.

Una pelinegra, alta, con uniforme negro, botas negras y expresión seria se puso frente a nosotros luego de vernos salir del ascensor.

—Buenas tardes, caballeros, ¿a qué debemos su visita? — nos preguntó escaneándonos con la mirada.

—Buenas tardes, vinimos a hablar con su jefe — respondió mi papá siempre seguro de sí mismo.

—Tendrán que esperar a que les den la orden de entrada — avisó.

Dio media vuelta, la observamos alejarse entre las oficinas; un buen rato después nos guio hacia una sala de reuniones, en la mitad de la mesa había una botella de whisky fino, había un gran televisor al fondo y un teclado con el cual se manejaba todo lo relacionado con presentaciones y demás. Nos sentamos observando todo, aunque era mi negocio y lo relacionado con mi familia me convenía, no me interesaba mucho mis alrededores, mientras esperaba revisé mis mensajes del celular.

—Cuidado con tus provocaciones y miradas, Adonis, conoces las reglas— explicó mi padre, serio.

—Lo sé, papá, lo sé — asentí sonriendo.

Crímenes de verano.Where stories live. Discover now