08 - Volpina II

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Ladybug se acercó al pie de la torre Eiffel despacio pero con desfachatez, como si los Campos de Marte fueran una pasarela y ella llevase puesta la pieza maestra de la colección. Nada más reparar en ella, las veinte Volpinas que esperaban sobre la torre se giraron y la fulminaron con una mirada de odio al unísono, pero no se acercaron, por precaución.

Ladybug se detuvo en medio de la plaza, completamente expuesta, y gritó:

―¡Volpinaaaaaaaa! ¡Desde aquí abajo, tú y tus muñecas parecéis bolas naranjas decorando un árbol de Navidad!

Ladybug se rio de su propio chiste, pero a Volpina esa risa socarrona no le hizo ninguna gracia.

Ella y sus copias hicieron el amago de saltar para embestir contra Ladybug y satisfacer su deseo de humillarla delante de todo París, pero entonces escucharon la voz de Hawk Moth en su cabeza y se detuvieron:

¡Más despacio, Volpina! Chat Noir no está con ella. Debe de ser una trampa.

Volpina ―la verdadera― apretó los puños con rabia. La persona a la que más quería aplastar estaba delante de ella y la miraba con una actitud burlona, pero Hawk Moth tenía razón: Chat no la acompañaba, lo que significaba que algo estaban tramando.

Le costó mucho contener las ganas de acometer contra Ladybug. La odiaba tanto... Lo que más quería Volpina era hacerle ver a París lo mentirosa y rastrera que era su heroína favorita. No le parecía justo que la adorasen como a una diosa, cuando en realidad no era más que una alimaña.

Cuando Hawk Moth y ella reescribieran el mundo, Lila tenía muy claro cuáles serían sus dos primeros deseos: primero, que Ladybug se convirtiera en el hazmerreír de París, como se merecía; y segundo, que Lila por fin consiguiese el amor incondicional de Adrien.

Juntos, serían la pareja más famosa y envidiada de Francia.

Los admirarían. Los venerarían.

Serían reyes.

Fueron estos pensamientos los que la hicieron no caer en la evidente provocación de Ladybug.

«Suficiente», pensó Ladybug, al darse cuenta de que Volpina no iba a acudir a ella. Acto seguido, lanzó su yoyó hacia una de las vigas de la torre Eiffel y dejó que su arma la impulsara hasta la cima.

Tomó a Volpina completamente por sorpresa. Ni Hawk Moth ni ella esperaban que Ladybug la atacase tan repentinamente.

Ladybug aterrizó en la cara norte de la torre, enfrente de un trío de copias que lo primero que hicieron fue alzar sus flautas delante de ella y fingir atacarla, pero Ladybug las vaporizó con su yoyó justo antes de que la tocaran.

Dos copias más la sorprendieron por detrás, pero Ladybug saltó por encima de ellas y también hizo que se esfumaran de un golpe.

Una a una, Ladybug se deshizo de las copias, pero por cada una que ella hacía desaparecer, dos ocupaban su lugar. Pronto se vio rodeada por una marea de Volpinas que se abalanzaban sobre ella sin más objetivo que confundirla. Hubiera podido escapar fácilmente en vez de quedarse en el centro de la marabunta, pero era esencial que se mantuviese en la cara norte de la torre, justo donde estaba.

Un río interminable de Volpinas la atacaba, pero la real, la única que importaba, seguía escondida.

Ladybug pensaba justo eso cuando un golpe furioso le acertó de lleno en la espalda.

El dolor fue tan intenso y repentino que las piernas le cedieron y sus rodillas golpearon el frío suelo de metal. Tuvo que apoyar una mano en él para evitar caer de bruces, mientras una risa malvada y cruel resonaba detrás de ella.

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