20 - Queen Bee II

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Un par de coches destrozados después, Chat Noir apareció en escena.

«¡Por fin!», pensó Miracle Queen, aunque entendía que haber llegado demasiado pronto hubiera despertado sospechas.

La rotonda alrededor del Arco del Triunfo era un auténtico caos. Había coches aplastados por todas partes, dos autobuses volcados, señales de tráfico que estaban dobladas en forma de lacitos aquí y allá, y un par de papeleras en llamas. La verdad era que Chloe había echado de menos el poder de un miraculous, así que no se había contenido lo más mínimo. ¡Destrozar cosas era la forma perfecta de liberar estrés!

―¿Qué tal, Chloe? Veo que Hawky ha seguido con el patrón de desempolvar viejos fracasos ―la saludó Chat Noir, acuclillado sobre un deportivo rojo que había sido volcado sobre la acera.

―No soy Chloe. ¡Soy Miracle Queen! ―Chloe llevaba practicando esa frase en su mente desde que había comenzado a aplastar coches. Le salió tan convincente que fue digna de Broadway.

―Lo que tu digas... ―Chat hizo un gesto como quitándole importancia, desestimando sus palabras a propósito. Luego colocó una mano sobre sus ojos a modo de visera y miró a su alrededor―. ¿Dónde está mi reina moteada? Y quiero decir mi verdadera reina moteada, no... esta copia barata ―añadió, señalando a Miracle Queen.

De no saber que era parte del espectáculo, Chloe se hubiera ofendido muchísimo. Así que fingió haberse ofendido muchísimo.

―¡Yo soy la legítima y única reina de París! ¡Vas a comerte tus palabras, gatito! ―Y mientras lo gritaba, arrancó una papelera del suelo y la lanzó hacia Chat Noir, que la esquivó saltando del coche con una pirueta y aterrizó en la carretera, con su bastón ya preparado para atacar.

―Veo que tienes los sentimientos a flor de piel, abejita.

Miracle Queen arrancó el neumático de un coche y se lo lanzó, pero Chat lo esquivó sin mucho esfuerzo. Luego arrancó los otros tres y también los envió en su dirección, pero ninguno le acertó. No es que quisiera acertarle de verdad... pero aun así no dar en el blanco la frustraba. Chat ni siquiera estaba dejando que se acercase.

―¡Quédate quieto, maldito murciélago sin alas! ―exclamó Chloe, medio en serio, medio para aparentar.

―Tus palabras son miel para mis oídos.

―Te crees muy gracioso, ¿no?

Zizupiezas...

Miracle Queen se quedó helada. Chat estaba... ¿¡ceceando!? ¿Para imitar el zumbido de una abeja? Oh, Dios mío...

A Chloe le costó creer sus propios oídos. ¡Aquello era el colmo del colmo de la ridiculez!

¿Qué clase de cabeza-hueca había elegido a tal payaso para ser uno de los defensores de París?

―¿Qué paza, abejita? ¿Ze te ha acabado la munición? ¿O ez que te he dejado zin palabraz con miz juegoz de palabraz?

Miracle Queen tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para mantener una cara de póker. Jamás lo admitiría, pero entre los nervios y el ridículo comportamiento de Chat Noir, estaba aguantando la respiración para no estallar a carcajadas.

¿Qué haría Ladybug en esa situación?, pensó. La respuesta era sencilla, así que respondió:

―¡Tus flirteos no funcionan conmigo!

Chat esbozó una media sonrisa, muy satisfecho consigo mismo. Esquivó otro neumático y luego se apoyó contra la pared de un edificio, cruzando los brazos tras la cabeza y arqueando la espalda, como exhibiendo su cuerpo para un anuncio de calzoncillos.

Última jugadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora