Capítulo 23

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Aquel episodio solo fue el inicio de una serie de eventos dentro de aquel programa, que dejaría totalmente descolocados a todos los espectadores. Un nuevo personaje había aparecido, ganándose el desprecio de muchos y el cariño de unos pocos: Pogo, un alter producto del Trastorno de Identidad Disociativa del personaje de Gustabo y que no se ha revelado hasta este punto de la trama.
Muertes, gente quemada, mentiras, alianzas aún más fuertes con la mafia, todo eso y más había sucedido en tan solo un par de capítulos, creando una ola de teorías, emoción y hasta miedo sobre lo que sucedería entre los fanáticos de aquella serie. Los ratings subían, opiniones y críticas excelentes por todos lados, Jaume y Sebastián se encontraban por demás contentos con los resultados obtenidos.

Pero mientras los productores disfrutaban de saber que haber financiado aquel programa no había sido un desperdicio total de dinero, un pequeño grupo de amigos se replanteaba seriamente si la inclusión de aquel “payaso psicótico” (como le habían apodado los fans) había sido una buena idea para la trama. Spoiler alert: Ninguno creía que lo había sido.

Era la primera vez que los cinco coincidían en algo.

—Entonces… Pogo, — Molestó Horacio a su hermano, oyendo las risillas que los otros tres adultos intentaban contener. —¿A quién manipulaste esta semana?

—La pregunta es a quién NO manipuló. — Corrigió Conway.

—Ja, ja, que graciosos sois, hijos de puta. — García no se ahorraba su tono sarcástico y molesto, realmente comenzaba a odiar a ese payaso. —Que personaje de mierda. — Murmuró, terminándose el trago que había pedido aquella noche. 

—Oye, oye… que tan malo no es. — Intentó animarle el moreno. 

—Ya, te quiero ver a ti con maquillaje de payaso, recordando el doble de diálogos y hablando en tercera persona todo el jodido día. — Su frente terminó estampada contra la mesa, a modo de derrota. —Que asco, tío.

—¿Pogo triste? — Preguntó Greco a modo de burla y haciendo que el ojiazul apoye su mentón en la mesa solo para asesinarlo con la mirada.

—Cuando te crezca la barba, hablamos joputa. — Definitivamente Gustabo no estaba para que lo molesten. 

—Pero- a ver, Gustabo… — Volkov decidió meterse en la conversación, de la cuál había intentado mantenerse lo más callado y al margen posible. —Que sí, que es un personaje de mierda… pero no siempre trabajarás o tendrás lo que te gusta- 

El rubio le interrumpió. —Vaya forma de levantarme el ánimo, ruso, eres todo un experto, muéstrame tu diploma en "consejería profesional" que no me creo que seas tan bueno. — Habló con un sarcasmo que hizo que Viktor se diera cuenta que intentar razonar con un Gustabo García medio ebrio y malhumorado, no había sido la mejor de sus decisiones.

Respiró hondo e intentó ignorar aquel comentario que seguramente había sido formulado por las dos cervezas y el mojito que ahora circulaban por su sangre. —A lo que voy es que… estos tipos de personajes, te pueden- te pueden ser de gran utilidad en un futuro… son los que te enseñan a adaptarte a cualquier situación o papel. Ahora lo ves como una mierda, pero en un futuro, y si quieres continuar actuando, agradecerás que a los escritores se les haya dado por incluir a Pogo. — Concluyó para luego darle un trago a su "Black Russian". 

García lo miró unos segundos, analizando todo lo dicho. —Supongo que tienes razón… — Y con aquello solo se terminó de confirmar el nivel de alcohol que el menor tenía encima. Gustabo nunca le diría a Volkov que tiene razón. —De todas formas el que estuvo más jodido con los nuevos personajes fuiste tú, que te tocó aguantarte a la loca. — Rió y Conway y Greco no pudieron evitar formar una pequeña "o" con sus labios al recordar a la molesta Elizabeth Sloane y su obsesivo crush con el actor ruso.

—Ni me lo recuerdes… — Farfulló, había odiado la grabación de aquellos capítulos de principio a fin. —Ha sido de las peores… 

—¿Te ha pasado antes? — Horacio giró su cabeza para ver a su novio que se encontraba a su lado, pero antes de que este abra la boca para responder, Jack lo hizo por él.

—Y no sabes cuántas veces… que el ruso es todo un galán entre las señoritas. — Molestó, carcajeándose al ver el sonrojo que aparecía en las mejillas de su amigo. 

—Pero ninguna había llegado a entrar a su camerino mientras se cambiaba excepto ella. — Agregó el castaño, apuntando a Viktor con el dedo índice de la misma mano que sostenía su botella de cerveza para luego darle un generoso trago. 

—¿Qué? — Pérez no podía evitar sentir su granito de inseguridad crecer. Confiaba en su novio, de eso no había duda alguna, pero ¿cómo no sentirse intimidado por la cantidad exorbitante de fans, admiradores y posibles pretendientes que el mayor tenía? ¿Cómo no tener miedo de un corazón roto con tanta gente que es mil veces mejor que él en cualquier aspecto? Más inteligente, más guapos, más atentos, más talentosos, más, más, más… 

Oía las anécdotas de Greco y Conway sobre las locuras que han tenido que pasar los tres (ellos dos y Viktor que aún no se dignaba a hablar) con respecto a uno/a que otro/a fan, dejando que su cabeza analice de forma automática cada momento de incomodidad, disgusto y hasta posible enojo que ahora eran recordadas con risas (o al menos la mayoría).
Elizabeth Sloane era la excepción a todo aquello, una mujer de veinti tantos con un cabello de color rojizo demasiado sintético y que, según Volkov y a diferencia de Horacio, a ella no le quedaba para nada bien. Era molesta, metida y demasiado invasiva para ser alguien con quién el ruso no tenía ni un mínimo de confianza. Y ni hablemos de que intentó improvisar una escena con aquel "me gustas, ¿te gusto?" cuyo significado era demasiado importante para el peligris, logrando salvarse al contestar un apresurado "uy, un robo" y así salir de escena lo más rápido posible.

Pero la peor parte era que no era la primera vez que aquello ocurría.

Ya había trabajado con ella en ocasiones anteriores y aunque su disgusto y asco por aquella fémina hoy en día era mucho mayor que la de los viejos tiempos, estaba seguro que no podría ser mayor que los que tendría en un futuro por ella. O en cristiano y como Horacio una vez le dijo: más que ayer y menos que mañana. 
Por suerte ya no tendría que lidiar con ella lo que quedaba de la serie, pues tuvo valentía suficiente para hablar sus incomodidades y problemas que tenía con aquella actriz con Olivia y Christian y que, sumado a las quejas del público por aquel personaje (siendo la razón principal de muchos que simplemente no les agradaba como posible pretendiente del ruso), fue cortada de la serie, logrando darle una pequeña paz interior al peligris.

Con disimulo dirigió su vista al moreno junto a él, quien se había perdido en sus propios pensamientos hace varios minutos y seguramente ya no prestaba real atención a lo que estaba sucediendo. Viktor sabía que no tenía ni un cuarto de idea de lo que podría estar pensando Horacio, leer mentes y adivinar sentimientos aún no estaban entre las habilidades especiales que podía llegar a poner en su curriculum, por lo que simplemente se atrevió a quitar su mano derecha de la mesa para buscar la del menor debajo de ésta en un momento de distracción de los otros tres individuos que los acompañaban y que se encontraban demasiado ensimismados con sus propias charlas y risas como para percatarse de nada.

La piel de Pérez se erizó al sentir los dedos del ruso junto a él acariciar el dorso de su mano con delicadeza hasta lograr entrelazarlas, despertándolo de las miles de internas y nocivas preguntas que amenazaban con acabar con el buen humor con el que había entrado a aquel bar. No había dicho nada sobre el tema de aquella muchacha que ya podría clasificarse como "una acosadora de primera" pero no hacía falta decirlo para que Volkov percibiera a duras penas a aquel sexto sentido -y del cuál no tenía idea que poseía- intentando decirle que algo no andaba bien. 
Sus miradas conectaron unos pocos segundos regalándose una dulce sonrisa que lograba disipar todos aquellos miedos que Horacio sentía mientras los pequeños mimos que el pulgar de su novio dejaba sobre el dorso de su mano no se detenían. Querían besarse, pero no era el momento, su relación todavía era algo oculto hasta para su círculo cercano de amigos, debían conformarse (aunque realmente les alcanzaba y sobraba) solo con estar tomados de las manos. Un último vistazo fue compartido antes de intentar volver a acoplarse a la conversación de Gustabo, Jack y Greco y que los entretendría por el resto de la noche.

Las inseguridades aún existían dentro de ambos, pues no es algo de lo que puedes librarte con facilidad, pero sabían que con ayuda del otro podrían superarlas. Al fin y al cabo, con o sin pretendientes, se habían elegido mutuamente, y eso era lo que realmente importaba.

𝟹, 𝟸, 𝟷... ¡𝙲𝚘𝚛𝚝𝚎!Where stories live. Discover now