Capítulo 8

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Todo había sucedido demasiado rápido. Isobel la besaba con fervor y su intrusiva lengua no se detenía en su boca. Lorna ni siquiera pudo moverse por la impresión. Había escuchado hablar de mujeres que amaban a otras, pero nunca antes había presenciado tales hechos, mucho menos de aquella manera tan directa.

Aunque se tratara de una mujer, eso no cambiaba el hecho de que se estaba sintiendo invadida por aquellas atenciones. La empujó antes de que aquello fuera a más. Isobel la miró con el carmín rodeando su boca, la otra mitad se encontraba en los labios de Lorna. Isobel comenzó a reír.

—Deberías verte la cara Lorna.—murmuró entre risas.—Siempre he pensado que te inclinabas hacia el sexo femenino, ya que nunca te vi decantarte por un mozo y los evitabas cuanto podías. Pero a juzgar por tu cara, creo que me he equivocado.—volvió a reír. Lorna estaba ojiplática.—En cambio yo he aprendido a amar todos los atributos de la madre naturaleza, tengan la forma que tengan.—Lorna estaba impactada por aquella confesión.—Veo que no podrás satisfacerme cómo deseo...al menos no hoy.—matizó.—tendré que buscar calor en otros brazos más abiertos.—se lamentó mientras repasaba la figura de Lorna.— Limpia este desastre.—ordenó mientras se dirigía a la puerta.—Ni que decir tiene que este será nuestro pequeño secreto.—Tomó la barbilla de Lorna intentando volver a besarla.

—¡No vuelvas a tocarme!—le advirtió Lorna mientras apartaba su mano.

—Lorna, no eres la primera mujer a la que abro los ojos. Esperaré paciente el momento en el que te bese en otros lugares más íntimos.—sonrió.

Desde aquel momento, Lorna no pudo dejar de darle vueltas al asunto. Aunque en los días siguientes, Isobel no le había hecho nada similar, ella se mantenía alerta. De hecho, Isobel se mostraba igual que antes como si nada hubiera ocurrido. Su desprecio habitual volvió a relucir, aunque Lorna la encontraba más taciturna que de costumbre.

Un par de cartas más habían llegado a manos de Isobel. A causa de esta, los Crom habían discutido acaloradamente. Lorna había escuchado los gritos, objetos romperse e incluso algún que otro golpe. Sin embargo, no pudo averiguar sobre qué tema peleaban los mellizos. La disputa terminó con Isobel marchándose a su habitación con lágrimas de rabia. Ramsay molesto por no haber acabado la discusión cómo quería, destrozó el mobiliario de la biblioteca antes de emborracharse. A la mañana siguiente, Lorna había encontrado una botella debajo de la cama de Isobel. Después de todo no eran tan diferentes el uno del otro.

Fue a buscar a Alistair para contarle lo ocurrido, mientras tanto intentaba pensar porque razón los mellizos discutirían de una manera tan salvaje. En pocos minutos, se encontraba cruzando la plaza. No era normal que una mujer visitará a un hombre en una posada, a no ser que fuera su amante. Ese no era el caso de Lorna, por lo que cada vez que entraba en el establecimiento, esperaba una reprimenda de la mesonera. Pero nunca ocurría, Lorna sospechaba que Alistair tendría algo que ver con aquello. Seguramente unas brillantes monedas hubieran hecho que la vista de la mujer se hiciera un poco más gorda.

Subió las escaleras, al llegar al segundo piso un sollozo llamó su atención. Provenía del dormitorio de Seamus, que se encontraba justo al lado del de Alistair. Preocupada, Lorna llamó a la puerta dos veces. Volvió a hacerlo al no obtener ningún tipo de respuesta. La tercera vez, optó por abrir la puerta.

Seamus estaba tirado en el suelo boca arriba llorando. Lorna cerró la puerta y corrió a arrodillarse junto a él.

—¿Seamus que ha pasado?—dijo tomando su cabeza entre las manos.

Seamus soltó un sonido inteligible, el cargado aliento le confirmó a Lorna su estado de embriaguez. Un par de botellas estaban tiradas en el suelo. Lorna colocó la cabeza de Seamus en su regazo.

Criatura Salvaje | Saga Salvaje IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora