Capítulo 15

1.1K 169 116
                                    


Esperaba que el mensajero hubiera llegado antes que ellos al castillo. Todo lo que había sucedido en Caladh debía ser reportado a la mayor urgencia al Laird. Alistair solo suplicaba para que este no se hubiera encolerizado y ordenado un ataque en venganza. Aquello solo provocaría el inicio de una guerra, Alistair no tenía duda de que habría una, pero era demasiado pronto. Estaban en el otoño, el enfrentamiento podía a largarse más allá del invierno y sin las provisiones que guardaban las tierras de Caladh, la mayoría no viviría para ver la primavera.

Suplicaba por haber llegado a tiempo para hacer entrar en razón al Laird. Hubiera podido ir mucho más rápido, pero además de sus hombres ahora era responsable de todos los refugiados que habían conseguido huir del yugo de Ramsay. No hubieran aguantado un ritmo mayor.

Una gota de esperanza resbaló en su interior al ver el recibimiento en el castillo. Parecía haber bastantes hombres, con lo cual un ataque quedaba descartado. Todos los habitantes, salieron a recibir a los guerreros que habían estado tres meses lejos de casa. Ahora los caídos serían venerados y los demás ensalzados a la heroicidad.

—¡Hijo mío! —escuchó antes de ser apresado afectuosamente por los brazos de su padre. Alistair lo correspondió. —¡Alabado sea nuestro Señor por traerte de vuelta! Lo has hecho bien hijo, la traición de Ramsay os ha cogido en minoría y aun así, habéis salido con vida. Sabía que serías un gran capitán. —dijo henchido de orgullo.

—Gracias padre, estaba deseando volver. —dijo abrumado por las emociones cuando su padre se apartó.

—¡Alistair! —Beth venía corriendo hacia él y de un salto se enganchó en su cuello como cuando era niña. —¡Has vuelto Alistair! ¡Nos temimos lo peor cuando hiciste llegar esa nota! —Alistair la apretó contra su pecho, la había extrañado mucho. Entre ella y él siempre había existido ese vínculo especial. —¿Estas herido? Te revisaré de inmediato. —anunció con su rápido y nervioso hablar que la caracterizaba.

—Estoy bien, en todo caso hay quien necesita tu ayuda de verdad. Una vez termines con ellos, me dejaré revisar por ti hermanita. —dijo juguetón. Ambos sonrieron.

Lorna y Seamus, junto a los demás habitantes de Caladh, habían sido apartados a un lado del patio amurallado que presidía el castillo. Ya a lo lejos, el castillo era impresionante, el pueblo que se encontraban a su alrededor parecía de juguete en comparación. Era distinto a Caladh, nuevo, fascinante y carente de aquel ambiente hostil. Todos estaban cansados pero la esperanza de estar a salvo y quizás empezar una nueva vida hacía que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro.

Seamus estaba entusiasmado con el lugar. Aunque echaría de menos la costa, el espeso bosque salpicado de prados verdosos lo compensarían. El pueblo era pintoresco, ya se imaginaba viviendo en alguna casita con Alistair y Lorna. Pues estaba seguro de que ambos terminarían como una pareja formal. Había algo profundo en la manera que se miraban, no era como la euforia y lujuria que Nerys había despertado en él. Era algo más complejo, más fuerte. Aunque no estaba recuperado por completo, verlos le hacía ser consciente de la realidad, aquello solo fue un capricho.

Por el contrario Lorna se encontraba alicaída. Durante todo el viaje había albergado la esperanza en sus entrañas de una vida mejor. Una vida en paz junto a Alistair. A medida que se acercaron al castillo, la emoción hacía que el nerviosismo creciera en su interior. Ya se imaginaba como otra campesina, compartiendo sus quehaceres durante el día y reuniéndose en las noches con su amado Alistair. Sin embargo, a medida que aumentaba la expectación por su llegada y la gente se arremolinaba alrededor, Alistair debió adelantarse en sus funciones de capitán. Tras entrar al castillo, ella y los demás refugiados fueron separados del grupo.

Criatura Salvaje | Saga Salvaje IIWhere stories live. Discover now