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Habían pasado alrededor de dos semanas, y Kageyama no pudo encontrar la cueva del acertijo de la anciana. Se suponía que el hada se encontraba dentro de una cueva en dónde flores dulces y comestibles florecían, siendo las únicas provenientes de los árboles de flores de melocotón, pero ningún lugar contaba con esa descripción.

Ugg... No pensé que sería tan difícil —se entristeció Kageyama, cansado y sin ninguna pista en dónde más buscar.

¿Cómo esperas encontrar algo si no sabes su verdadero significado? —le habló Kiyoko, una dríada del bosque que llevaba tiempo observándolo dar vueltas y vueltas alrededor.

¿A qué refieres con su verdadero significado?

Los árboles de flores de melocotón no crecen en cualquier sitio. Esa dulce y simple flor se dedica a expulsar espíritus malignos y otorga una vida longeva al humano.

¡Woa! ¿¡En serio!? ¡Eso es asombroso! ✨

Lo es, pero si la codicias para tu beneficio es capaz de hacerte un inmenso mal.

Oh... 💧

Dime, caballero, ¿Para qué buscas esa flor tan anheladamente?

Quiero encontrar al hada que habita cerca de ellas. Quiero entregarme en cuerpo y alma en un pacto de unión.

Mmm... —la dríada leyó su mente y corazón ante sus palabras, era tan sincero que no pudo dejarlo a su suerte— Entonces te diré algo más. En lenguaje floral significa "soy tu prisionera", pero en realidad aquel que se atreva a poseerla también se vuelve su prisionero. El paso hasta su encuentro solo puede abrirse ante alguien que esté dispuesto a entregar su vida por alguien especial.

¿Entregar... la vida?... ¿Te refieres a morir? —Tobio se asustó un poco por aquella oración, retrocediendo dos pasos. Es decir, sí quería encontrar al hada, pero tampoco estaba dispuesto a ir a tales extremos.

¡Oh, espíritus del bosque! ¡Juzguen biena este humano y muestrenle el camino al cuál está destinado! —invocaba la dríada.

Un fuerte remolino de viento y hojas se formó sobre ellos a la vez que los árboles se hacían a un lado para dar despejar un camino entre ellos, atrayendo consigo un aroma dulce, suave y calmante. El pelinegro pudo sentir cómo su corazón latía más fuerte.

Buena suerte —le dijo la dríada, desapareciendo entre los arbustos.

Una fuerza desconocida empujaba a Tobio a avanzar por aquel camino de grama verde y árboles con hermosas flores de distintos colores, encontrando al final una cueva grande y bien construida.

Al adentrarse en ella, todo estaba oscuro, hasta que se percató de una luz al fondo. Una fuente de aguas cristalinas caía por rocas apiladas, teniendo un árbol de flores de melocotón en el centro.

Un aleteo débil se escuchó y una pequeña hada de cabellos naranja se asomó por detrás de una piedra para ver quién invadía su hogar. Era la primera vez que miraba a un humano. Le pareció tan guapo, fuerte y genial que sus ojos se hicieron grandes y abrillantados al mismo tiempo que sus mejillas se teñían de rojo.

Flores de melocotónWhere stories live. Discover now