Capítulo III

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"Porque, sin buscarte te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos."
Mario Benedetti.
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21 de marzo, 1985.

Silencio.

Eso, irónicamente, era lo único que se podía escuchar al lado de Leanne mientras tomaban desayunos juntos los tres chicos.

Aunque Rosé tenía la cualidad de hablar demasiado y contagiar a los demás con su charla, eso no parecía funcionar en Leanne. Ella solo se limitaba a asentir o responder cosas cortas, siendo amable y cortez.

William, quien no era parte de la charla de Rosé, miraba desde su asiento como su hermana trataba de hablar con la bonita castaña frente a ella y reía en secreto cuando veía la cara de Rosé deformarse al no recibir las respuestas que esperaba de la chica.

«¿Por qué lo intenta tanto? ¿No se rinde?» Pensaba William, pero pronto su mente le respondía con obviedad: Estamos hablando de Rosemary Hamilton, la mujer más terca de todo el condado. Claramente no se rendiría porque algo no le sale a la primera.

Leanne por su lado, solo se limitaba a oír lo que la rubia decía. Dejaba que esta hablara lo que quisiera y cuanto quisiera, sin ponerle un "pero". Le parecía interesante como la chica pasaba de una idea a otra, de un suceso a otro, era fascinante y, al mismo tiempo, complicado, ya que si dejabas de escucharla podías fácilmente perder el hilo de la conversación.

Miro a Rosé y pensó en lo diferente que eran las dos; Rosé parecía desbordar luz y colores. Le gustaba compararla con un farol en medio de la oscura noche.

Un tanto intensa, algo impulsiva, bastante alegre, muy parlanchina y... bonita: De esa forma Leanne describía en su mente a Rosé.

Cuando la conoció no pensó que aquella rubia demente que la había empujado, gritado, curado e invitado a escuchar música mientras bebían cerveza barata en su casita del árbol, podría traer estas cualidades con ella.

Una idea cruzo su mente mientras comía su pan y escuchaba a Rosé. Si ella recuerda quien era, ¿La tratará de la misma manera? ¿Será tan alegre, explosiva, intensa y parlanchina como lo es ahora? ¿Cuándo recuerde quien es ella y el por qué estaba en New Spring esa noche?

No, lo más probable es que la mire con otros ojos. Que le siga hablando, pero esta vez por ¿pena? Quizás, no lo sabe realmente, pero si sabe que la tratará distinto y le aterra que eso sea así.

¿Qué hacía tan cerca de Rosé? ¿Por qué se arriesgaba tanto a ser recordada? Se supone que debería estar haciendo todo lo contrario. Alejarse de Rosé para evitar y eliminar el riesgo de que ella la recuerde.

Pero parece más difícil de lo que ella pensaba.

—¿Sucede algo, Leanne? —preguntó Rosé cuando vio el semblante de la castaña decaer mientras bajaba la mirada a su segunda taza de café.

«¿Es sano que beba tanto café en la mañana?» Pensó mientras miraba a la castaña acabar su taza de un sorbo.

Vio como Leanne levantó la mirada y negó con la cabeza, murmurando tenuemente.

—No, tranquila. —forzó una sonrisa y Rosé lo supo.

La rubia pensó en que quizás la castaña estaba triste aún por la ida de su madre, debía ser eso. Porque cuando vio a la castaña hace una hora, ella tenía sus ojos hinchados por llorar.

Juventud En Primavera Where stories live. Discover now