Capítulo X

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"El amor no tiene término medio: o pierde o salva. El destino humano está encerrado en este dilema"
Victor Hugo
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2 de abril, 1985

La vista desde la ventana a su lado era acogedora.

Él podría decir, sin dudarlo, que la primavera era su estación favorita. Amaba la forma en la que las flores comenzaba a nacer de los árboles, aún si fuertes viento las movían con intenciones de botarlas, ellas seguían aferradas a la vida.

Amaba la fortaleza que poseían las flores para florecer después del frío invierno. Ante cualquier adversidad de lo que hubo antes de ellas, estas nacían sin que nadie pudiera detenerlas.

Le gustaba compararse con las flores, le gustaba creer que eran parecidos en esa cualidad: en su fortaleza.

Así se miraba a él mismo en cada momento y mucho más ahora, mientras movía la camisa de su cuello, dejando expuesto su herido cuerpo frente al espejo del baño de hombres, donde solo él estaba.

Pensaba en las flores que luchaban por florecer como él luchaba por ser feliz y libre a pesar de la adversidad que lo rodeaba. Del odio que lo perseguía. Del peligro que pisaba sus talones. Del mundo que amenazaba con destruirlo.

Aun si en esta salía herido de alguna forma u otra, él buscaba florecer.

Porque era algo que él sabía que sucedería sí o sí, no importaba el lugar, la hora o la circunstancia que lo rodeara, el peligro siempre lo acechaba.

Estaba tan acostumbrado a esa vida que llevaba desde que los rumores sobre su orientación sexual se esparcieron y él no hizo nada por aclararlos o buscar "defenderse".

Él pensaba; ¿Por qué hacerlo? ¿Por qué defenderse de algo que era? ¿Por qué se negaría a sí mismo por y para los demás? Ya había vivido toda su vida escondiendo su verdadero yo, su verdadera felicidad, buscando hacer feliz a los demás. A todos menos a él.

Había pasado toda su vida buscando ser alguien más que él no era y sabía que si seguía negándose a sí mismo terminaría viviendo una vida de mentira y sería infeliz. No, él se negó a vivir ese tipo de vida.

Se expuso al mundo sin temor, con valentía, sabiendo que las consecuencias de dicho acto podrían ser demoledoras para él y su vida.

Y no se equivocó en ese pensamiento, porque lo fueron. Las repercusiones que llegaron a su vida lo llevaron a sí mismo a llevar consigo un botiquín de primeros auxilios sin falta en su bolso, por si no encontraba un lugar donde ir después de aquellas palizas que recibía.

No es que estuviera feliz de recibirlas a pesar de que fue su decisión exponerse al mundo. Si le preguntaban, él prefería mantener su piel libre de heridas, hematomas y, ahora, quemaduras.

Pero no era algo que él pudiera controlar. Era la vida que había decidido vivir, era la vida que trataba de defender en cada instante de su existencia.

A diferencia de la mayoría de los ciudadanos en New Spring, y el mundo, el prefería defender quien era sin importar que pensara el resto, la sociedad, las personas y la religión de él. No viviría una mentira llamándose a sí mismo "heterosexual" para agradarle al resto y seguir esa maldita normativa impuesta.

Él no estaba enfermo, no era un inadaptado, no era un pecado y no tenía a satán dentro suyo; era libre. Un termino que la sociedad no parecía conocer.

Eso era lo que Artem Hayes defendía sin importarle las consecuencias, su libertad y felicidad eran lo más importante para él. Lo único que él tenía y no permitiría que nadie se la arrebatara.

Juventud En Primavera Where stories live. Discover now