Capítulo XXVIII

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"Más que besarla, más que acostarnos juntos; más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano, y eso era amor"
Mario Benedetti
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07 de mayo, 1985

Uno de los momentos favoritos de Rosé era cuando Leanne leía para ella.

El sonido de la dulce, armónica y suave voz de la castaña se sentía como una delicada caricia en su piel. Amaba admirarla mientras leía porque la chica parecía mimetizarse con el libro, como si se hicieran en uno solo.

Sinónimo a que Leanne se convirtiera en la literatura misma; las palabras, los párrafos, las páginas, todo, absolutamente todo. Y Rosé se encontraba tan agradecida de ser la unica espectadora de la magia que emanaba su luna al leer.

Romeo: ¿Y así me dejarás insatisfecho? Julieta: ¿Con qué podré agradecerte esta noche? Romeo: jurémonos eterno amor entrambos. Julieta: te di mi amor antes que lo pidieses y ojalá todavía lo tuviera. —la voz de Leanne narraba a los dos personajes con tonos distintos, buscando crear la diferencia entre los discursos de cada uno.

—¿Por qué Julieta querría quitarle su amor a Romeo? —inquirió Rosé.

Sabiendo que lo más probable era que el libro lo explicara a continuación, pero ella adoraba ver la emoción de la castaña cuando le explicaba hasta el más mínimo detalle del libro, era como si brillara mientras hablara y la pelirrubia la escucharía feliz toda la vida hablar de libros.

—Ahora ella lo explica —murmuró, entusiasmada mientras se acostaba boca arriba en la cama de la pelirrubia—. Escucha y presta atención porque esta es de mis partes favoritas.

Rosé sonrió, mirándola fijamente desde su posición boca abajo y no pudo evitar acercarse a Leanne lentamente para depositar un tierno beso en sus labios, que fue muy bien recibido por los belfos de la castaña. El beso fue inocente, una presión de labios efímera, más a Leanne y Rosé no les bastó.

La castaña abrió sus labios, permitiéndole a la pelirrubia profundizar el beso a su gusto. Su lengua húmeda saboreó la de la chica, deleitándose con los movimientos que daba Rosé en su boca. Las cabezas de ambas se movieron en sintonía de sus labios y lenguas.

La mano de Leanne subió hasta la nuca de Rosé, aferrándose a esta mientras la chica asaltaba su boca, chupaba sus labios y unía sus lenguas. Por otro lado, la mano de Rosé se encontraba en el rostro de la castaña, guiando el movimiento de sus cabezas.

Se separaron únicamente porque sus pulmones exigieron un respiro, llenarse de oxígeno, pero de no necesitarlo, probablemente se habrían besado por más tiempo, sin separarse porque no había nada más importante que sentirse.

Y la verdad es que desde que se besaron y confesaron por primera vez, todo su mundo cambió de golpe para bien. Las chicas pasaban más tiempo juntas, dormían juntas, pasaban horas besándose donde pudieran hacerlo sin ser descubiertas y no dejaban de decirse una y otra vez lo que sentían por la otra.

No pueden culparlas por esas demostraciones de amor, ellas estaban viviendo el primer amor de sus vidas. Solo eran dos adolescentes descubriendo el mundo en los ojos de la otra.

—Mi atención siempre ha sido tuya. —Rosé susurró en los labios de Leanne, dejando un último e inocente beso para volver a su lugar, dejando a la castaña completamente sonrojada.

Leanne calmó su respiración y corazón para poder seguir leyendo. Que Rosé la besara hasta dejarla sin aliento solo era un contra cuando lo hacía mientras ella le leía. La chica no entendía que con cada beso el mundo de la castaña daba vueltas.

Carraspeó para seguir, alzando el libro. —Romeo: ¿Me lo quieres quitar? ¿Por qué, amor mío? Julieta: solo para demostrarme generosa y dártelo otra vez. Y, sin embargo, deseo solamente lo que tengo. Es mi largueza como el mar sin límites; y por más que te dé, lo que me queda es mayor, pues los dos son infinitos —Leanne se quedó en silencio, confundiendo un poco a Rosé

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