24. Único testigo

482 46 0
                                    

Las olas empujándonos, son las causantes de nuestras risas y en la manera en que nos encontramos de abrazados, no es hasta que el agua llega a nuestras costillas que nos soltamos unos breves minutos para tener la libertad de nadar; aunque no duramos mucho separados, porque ahora me he vuelto a abrazar a él, enrollando mis piernas en su cintura por petición de quien me acaricia el trasero y las piernas.

Me gusta sentirlo así.

- ¿Te siguen doliendo los golpes? - su pregunta viene acompañada por toques en mi abdomen.

- No tanto - mis dedos trazan la línea de su mandíbula la cual se encuentra goteando por el mar.

- ¿Por qué te pega tu madre, Lesa? - su ceño se frunce ligeramente.

- Para corregir mis errores - evito su mirada.

Su suspiro me pone tensa.

- Eso no es corregir - hace a un lado el mechón mojado de mi cara - es maltrato, ¿comprendes?

- Sí, lo sé - asiento viendo el océano que nos rodea - pero no puedo hacer nada contra ella.

- Sí puedes - sus ojos verdes me motivan a hacer cualquier cosa - puedes hacer todo lo que te propongas, niña.

- No soy una niña - frunzo el ceño sonriendo.

Suelto un grito.

Nos hunde a ambos bajo el agua, intento mantener los ojos bien cerrados para no lastimarlos con lo salada que está, cuando salimos y los abro, sus labios son los que me reciben; paso mis manos por su cabello negro como la noche y me pierdo al sentir lo suave que está, su lengua se introduce a mi boca, acariciándose con la mía y sintiendo como la llama, que siempre está prendida cuando estoy con él, crece más y más en ese punto clave.

Me descontrola tan fácil.

- Tenerte así, no me hace ningún bien - su voz apenas sale en un murmullo.

- Tú tampoco me ayudas a evitar excitarme, Dierik - contraataco.

Su sonrisa me mata.

- Ahora escúchame bien - su brazo tras mi espalda pega mi pecho al suyo, provocando que nuestros rostros queden a centímetros - nunca, en tu vida, le darás la satisfacción de oír semejante melodía a otro hombre.

- ¿Por qué no? - observo sus hermosos labios.

- Porque te castigaré si me llego a enterar que ha sido así - una de sus manos acaricia mi cuello - no te quiero cerca de nadie más.

- No deberías porqué preocuparte - su dedo pulgar pasea por mi labio inferior - solo tú me pones así.

Y es verdad.

¿Cuándo he estado tranquila con chicos cerca?, aún con Abraham me toma trabajo socializar, pero con él es diferente, Dierik me hace sentir libre y no presionada, me gusta como me trata, como me toca y por eso tengo mis piernas rodeando sus caderas y mis brazos sobre sus hombros; otro ejemplo es lo que esta haciendo ahora, su otra mano se posiciona en uno de mis glúteos, apretándolo y amasándolo como se le antoje.

Me encanta.

- Debemos entrar - susurra dándole besos a mi cuello - Abraham, Fernanda y Dafne vendrán en cualquier momento.

- Quiero quedarme así contigo - lo abrazo ocultando mi rostro de su vista - con el océano como nuestro único testigo.

Sus brazos se cierran entorno a mi cintura.

- Te verán sin ropa, hermosa - pega sus labios a mi hombro - y no sé tú, pero la idea de los ojos de mi mejor amigo sobre ti me enfurece.

- ¿Y por qué te enojarías con él? - pregunto mientras él empieza a caminar aún cargándome.

AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora