31. Pelea amistosa

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El sudor corre por mi espalda, esa sensación de cansancio no la sentía desde hace muchísimos años, es algo enfermo que me gusté volver a sentir lo que tanto odié y que quiera aun más, Dafne esta tirada por vigésima vez en el suelo, a diferencia de las anteriores, ya no se levanta por lo agotada; el abuelo Tom parece hablar con Saúl, quien sonríe y asiente corriendo a los vestidores de hombres.

Yo levanto a mi amiga.

- Me siento ofendida, porque sé que no estás dando ni la cuarta parte - explica jadeando pero sonriendo - mierda, Ale, sos una experta.

- Ni tanto - hago una mueca al ver que todos me observan - ¿estás bien?, se supone que no debería llamar la atención.

- Sí, mi orgullo está bailando con el diablo pero sí, estoy bien - sonríe mientras baja del cuadrilátero - no te preocupes por esta gente chismosa, no se ve tu rostro.

- Vas a pelear con alguien más - me comenta el abuelo Tom, ayudando a su nieta a sentarse y acomodándome la gorra - ahora sí, deberás luchar con todo tu entrenamiento.

Mis nervios empeoran.

Todos en el gimnasio dejan sus actividades cuando lo que susurran llegan a sus oídos, sintiéndome la principal culpable de ello, quiero bajar e irme a casa, rodean el cuadrilátero esperando lo que yo desconozco; ubico a las tres chicas que me miran con lastima y burla, sintiéndome ofendida por creerme tan débil, pero también llego a observar a Fernanda y Abraham, quienes me ven asustados tras una explicación de parte de un agente cerca de ellos.

Entonces escucho que alguien sube.

- Bien, pongan atención los dos - el abuelo Tom habla desde abajo - es una pelea limpia, no quiero huesos rotos ni llantos absurdos. Serán diez minutos de pelea, no más, quien quede en el suelo, pierde; quien se mantenga de pie, gana, ¿entendido?

- Sí, señor - decimos Saúl y yo al unísono.

Pero yo quiero irme.

Mientras él se prepara, puedo escuchar a Dafne pelear con Abraham y Fernanda, pero también con el abuelo Tom, aunque este parece más relajado que los otros tres quienes intentan hacerlo entrar en razón; todos los agentes me observan con atención, puedo sentir sus miradas clavarse en mi espalda, pero entonces lo veo cuando tocan una campana y me obligo a ir al centro del cuadrilátero, el verde de sus ojos ardiendo de enojo.

Dierik está aquí.

- Lamento si llego a lastimarte - dice Saúl ya con sus guantes puestos y veo que alguien pone el cronómetro de su celular.

- Yo no - me coloco en posición de combate.

Entonces, este hombre, toca la campana.

Así entendí la diferencia entre Dafne y cualquier otro agente, es demasiado rápido y los golpes que tira no logro evitarlos, recibiendo un par en la cara y otros en el abdomen, pero encontré su estrategia y su punto débil; cuando empiezo a contraatacar, me concentro en lanzarle golpes con las piernas a su torso, recién llego de un viaje, entonces su resistencia no será la mejor.

Gritos es lo que se escucha por el gimnasio.

Suelto golpes con las manos y me agacho al momento que intenta regresarmelos, en un descuido mío rodea mi cuello con su brazo, pero impulso hacía adelante mis piernas cayendo sentada y él girando en el aire; me subo sobre él cuando cae en el suelo y sigo soltando golpe tras golpe, hasta que él me empuja a un lado y caigo, ambos nos alejamos cansados y Saúl chorreando sangre.

Cada uno en una esquina.

- ¡Maldición, Alesara! - reconozco su voz y sé que está furioso - ¡baja de ahí ahora mismo!

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