El mensaje personal

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Subo la mirada entre mis tantos pensamientos y veo a través del vidrio que se acerca un chico, algo sudado y toca la puerta a lo cual hago señas para que pase. Él entra y extiende su mano para presentarse.

—¡Hola! Mi nombre es Mauro, soy el mensajero, estoy a tu orden cualquier cosa—.

Yo sonrío y le extiendo la mano también. —Soy Ellis y estaré desde hoy por acá, muchísimas gracias—.

El continúa, — Veo que no saliste a comer—

—Si, preferí quedarme para seguir empapándome con las cosas— Obvio no le voy a decir "es que no me gusta socializar".

El se despide y se marcha.

Como aún queda tiempo para retomar la jornada, empiezo a detallar los mensajes de Skype que me han pasado, veo las fotos, los mensajes personales, los nombres. El que se llama Santiago, de ventas en Los Llanos no tiene foto propia ni mensaje personal. Solo dice "Santiago Fernandez'' y una foto de un perro muy bonito. De esos de cara arrugada, color marrón.

Me quedo viéndola un rato porque me gusta ese nombre. Es que suena todo varonil, educado, refinado y culto. Tal vez sea la única persona en la tierra que perfile a la gente por su nombre ¡jajaja!, no siempre la pego pero impulsa mis neuronas cuando escribo. Tengo como un personaje elaborado de alguien que se llama Santiago y sí, es todo un sueño. Pero este no debe ser así; es de ventas. Debe ser otro estúpido engreido con infulas de Todopoderoso.

Luz por ejemplo ha de ser una chica transparente, esforzada en sus labores, de familia unida, confiable y directa... así la imagino.

Mensaje personal.... ¿Qué podría colocar?. Pienso en algunas frases filosóficas pero al final opté por una simple que ni sé dónde la vi; tal vez en las redes o en algún libro.

"No hay preguntas tontas, hay tontos que no preguntan". Ésta se queda. Es simple y no tan intensa.

Ya se ven los carros llegando para continuar la jornada. Así que voy revisando los formatos de entrada y salida de repuestos, la lista de las actividades, formatos de cotización, lo que debo supervisar de las otras sedes.

Suena el teléfono.

—Servicios, buenas tardes— se escucha una voz suave al otro lado. Es Luz.

—Ellis, hola. ¿Qué tal el almuerzo?.

—¡Muy bien! Empapándome con todas las injerencias del cargo y hasta ahora no me han surgido dudas.

—¡Qué bueno! recuerda que puedes preguntarme cualquier cosa. Te llamaba para que anotaras por ahí que los miércoles, las otras sedes te deben enviar un resumen de operaciones y posibles requisiciones pero es importante que empieces a pedirlas desde hoy para que lo tengan en cuenta. En la Zona Central se las puedes pedir a Leyla y en Los Llanos, el muchacho de ventas, Santiago, se encarga de eso porque ellos tienen menos personal.

—¡Perfecto Luz! ya mismo les escribo.

Enseguida busco entre los mensajes a Leyla y le comento acerca de las solicitudes en calidad de recordatorio.

Bien Ellis, sé lo que debo hacer, no tengo dos días aquí, pero lo tendré en cuenta.

¡Qué odiosa mujer! evidentemente ella lo sabe pero yo vengo llegando y estoy haciendo lo que me indican, ¡necia!.

De pensar que debo escribirle a ese muchacho de ventas ya me fastidia la cosa, seguro responderá peor que Leyla.

Me dirijo a escribir cuando cae un mensaje de él.

—Wow, ¡qué frase tan interesante!. Nuevamente te doy la más cordial bienvenida, esperamos que te sientas a gusto.

Éste se está burlando seguramente... —¡Sí! me parece atinada. Un placer saludarle Sr. Santiago, muchas gracias, ya le iba a escribir.

¿Sí? ¿para qué?.

Luz me comentó que usted es el encargado de enviar las solicitudes y el resumen de operaciones los días miércoles, sólo era para recordarle y me los pueda tener.

Sí, así es. No te preocupes. Como sé que estás nueva, trataré de tenerlas mañana por la tarde, pero con una condición.

¿Una condición? ¿En qué podría ayudarle?— le replico con escepticismo.

No me trates de señor porque apenas tengo 23 años y no estoy apresurado en ser un "señor".

¡Rayos! es un muchacho igual que yo, pero igual para no darle mucha confianza, ¡es de ventas! y mi perfil de los de ese departamento hasta ahora no ha fallado.

Bueno, la edad nada tiene que ver con las cordialidades, pero me disculpo. Lo tendré en cuenta.

Me levanto y me dirijo al taller para dar una vuelta y verificar las unidades que están en reparación e irme familiarizando con el ambiente. Es inmenso el terreno, y el sol inclemente de las 2 de la tarde me hace sentir como si me derritiera. Debo llegar al final como me comentó Luz, para presentarme con el Sr. Ceballos, el encargado del área.

Mientras me acerco, veo en una oficina a un señor alto y malencarado, recostado de una pared hablando por teléfono, mejor dicho, gritando y usando un lenguaje muy grosero. Creo que llegué en mal momento pero debo cumplir.

Él nota mi presencia y me indica que pase pero sigue lanzando maldiciones hasta que en unos minutos termina la llamada.

—¿Tú quién eres?— me dice con voz gruesa y cortante.

—Un placer Sr. Ceballos, soy Ellis, estaré en el cargo que tenía Luz.

Me mira de arriba abajo, o mejor dicho, me escanea enseguida con cierta altivez. —Ajá, ¿qué necesitas?—

—Dar la ronda diaria— le digo algo escéptica.

Sin decir nada, marca por el celular a un tal Gabriel pidiéndole que me oriente porque él está muy ocupado.

—Anda espera allá— señalando el taller con el dedo índice.

Veo las instalaciones con detenimiento; a los mecánicos con sus manchas de grasa, las paredes, todo muy gris y azul, el olor a combustible reina en el lugar, lo que me es familiar porque ya he trabajado en otros talleres, el sonido de las herramientas no me incomoda en lo absoluto.... —¡Esto es inmenso!— pienso mientras se acerca quien presumo que es Gabriel; un muchacho con linda sonrisa y con esa onda de amabilidad muy contraria a la de su jefe.

—¡Ellis! ¿no?— y yo asiento. —¡Bienvenida vale! ven conmigo— y sigo con mi libreta de apuntes.

—Ellis, tenemos la división de Camiones Livianos y Pesados. Yo superviso ambas áreas pero cada una tiene mecánicos diferentes. Luz tiene un listado con las requisiciones, te la debe haber dejado, solo necesitas colocar la placa y actualizar el status para que se haga un presupuesto y puedas llamar a los dueños. Una vez que te aprueban, te envían una autorización por correo y procedemos. Básicamente así funcionamos, suena sencillo y lo es, el problema es cuando tenemos el patio lleno y hay retraso en los trabajos. Igual siempre estaré presto a orientarte así que no dudes en hacerme saber cualquier duda— finaliza sonriendo.

—Muchas gracias Gabriel por las orientaciones, seguramente te molestaré mucho los primeros días— le digo mientras tomo nota y continúo caminando para anotar todo lo que me indicó.

Es extraño estar en un ambiente similar a mi antiguo trabajo en cuanto a las actividades, pero a la vez diferente. No se siente tanta pesadez, no siento que me están explotando porque lo que gano es mucho más. Aún es pronto para tener conclusiones, ya veremos qué pasa con el pasar de los días.

Tú, yo y nadie másWhere stories live. Discover now