Te me antojas... tú

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Preferí que no me buscara en el trabajo, pautamos vernos en una plaza y quiero vomitar de los nervios porque estoy a minutos de conocer a alguien que posiblemente me marque de por vida.

No había posibilidad de vestirme de forma diferente al uniforme del trabajo porque me iré directo de la oficina y tampoco me sé maquillar, soy un desastre, ¡lo sé!, así que lo que verá es lo que soy.

Intento no hacerme expectativas pero mi mente no deja de imaginar, de pensar cómo será éste primer encuentro. ¿Olerá bien?, ¿será tan atento como ha sido? ¿es de verdad?...

Extraño, ¿Cómo estás vestido? para ubicarte mejor porque mi vista no es precisamente la de un águila— le escribo mientras ya veo la plaza a pocos metros. En este punto siento mucho calor, y no es precisamente por el mediodía.

¡Jajaja! princesa, uso un jean y una camisa de mangas largas a cuadros, ya te espero acá sentado en frente de la Iglesia— me responde de inmediato.

Quiero vomitar, quiero vomitar, quiero vomitar... Los nervios me hacen detenerme al otro extremo de la plaza para ver de lejos a quien me está esperando, a quien me descontrola el cuerpo y los pensamientos, a quien he esperado por mucho tiempo sin saberlo.

No veo a nadie con las características y hasta limpio los lentes para buscar mejor pero no hay por ningún lado un sujeto de jeans con una camisa manga larga y no hay nadie sentado en el frente de la iglesia. Mejor será sentarse para escribirle, tal vez se perdió porque no debe conocer nada por aquí.

—¿Te perdiste? estoy aquí y tú no estás— le escribo con más nervios aún, recordando aquel chico que me dejó plantada años atrás. Sería más devastador en ésta oportunidad.

Yo siempre estaré donde tú estés— me escribe. Vuelvo a subir la mirada y veo a un sujeto acercarse con un hermoso girasol en la mano.

No está vestido como me dijo pero esos ojos no deben tener otros parecidos. Por encima de la camisa se asoman algunos tatuajes que lo hacen lucir realmente sexy. Una barba oscura que hace perfecto contraste con su piel clara... De pronto siento un espasmo en mi entrepierna que delata mi necesidad y me engancho un poco más.

Un temblor que salía de mi estómago arropó todo mi cuerpo y no pude siquiera levantarme. El solo sonreía mientras se acercaba hasta quedar frente a frente.

—¡Al fin te veo a los ojos!— me dice clavando su mirada en mí.

Su cabello lacio, su perfume tan varonil, sus cejas perfectamente esculpidas, no es delgado, no es gordito, ¡es perfecto!.

Extiende su mano para ayudarme a levantar y se nota la gelatina en la que me he convertido. Lo siento temblar un poco.

Ya de pie, me entrega el girasol. —Debí comprar más de uno. ¿ya puedes decir algo? me estoy poniendo nervioso— me dice con voz algo insegura y una sonrisa de nervios.

Mi impulso es abrazarlo inmediatamente. —Extraño...—. Sus gruesos brazos me respondieron arropandome con una firmeza que siento que evita que me caiga porque las rodillas están desgobernadas.

Ambos suspiramos al mismo tiempo. Nos abrazamos unos instantes, su mano derecha en mi cintura y la otra en mi nuca, empujándome hacia él como si no deseara soltarme. No importó que todo el mundo nos estuviera observando.

Recobro la cordura, nos sentamos y él toma mi mano, le da un beso y entrelaza sus dedos con los míos. Yo solo sigo perdida en su mirada. Puedo sentir que aún tiembla, lo cual me parece tierno. Todo el mundo está paralizado en este momento...

—No estás vestido como me dijiste, tramposo— le digo para romper el silencio. Él sonríe bajando la mirada y dejando salir un profundo suspiro. No respondió a lo que le dije.

Tú, yo y nadie másWhere stories live. Discover now