02.

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-Llovía a cántaros, Kena estaba completamente petrificada. Sus padres estaba desangrándose frente a ella y no pudo evitarlo, Izana sonreía como un maniático, no le importaba en absoluto que en ese preciso momento haya asesinado a los padres de su novia. Empezó a acercarse a la pelinegra con el cuchillo en mano, dándole más miedo a la chica.

-Tenia que hacerlo cariño, ellos impedían que estuviéramos juntos... se lo merecía más que nada en el mundo-hizo una mueca fingida de tristeza y después sonrió. Acarició lentamente la mejilla de Kena, admirando esa bella expresión que llevaba en su rostro, le encantaba, anhelaba cada vez que ella le tenía miedo. Le daba poder.

-Ma-Mataste a mis padres-lo miró con miedo y tristeza-¡Estás loco!-lo empujó y empezó a retroceder, le temblaba el labio inferior, sentía que en algún momento su cuerpo iba a ceder, sí Izana daba un paso más sabía que caería.

-Por el momento no haré nada, tampoco te dañaría a ti mi linda princesa... pero...

Antes que siguiera hablando el sonido de las sirenas acercándose a la zona lo hicieron irse sin más que decir, no quería retrasarse y ser atrapado.

Kena empezaba a respirar poco, el olor a sangre la mareaba de cierta manera que empezaba a ver imágenes que jamás había visto.

-Basta... -agarraba su cabeza frustrada.

-Kena... Es tu culpa.*

-¡No lo es!-decía entre lágrimas-esto no es real.

-Izana nos mató por tu culpa.*

-¡N-No es cierto!-respondió con miedo, cada vez más le faltaba la respiración.

-Siempre te quisimos proteger y míranos, los hijos siempre le dan la espalda a sus padres*

-Basta... ¡BASTA!-Gritó saliendo de aquella pesadilla que la abrumaba por años.

Se levantó exaltada y miró a su alrededor, estaba aún en la habitación de Izana, este estaba frente a ella mientras extendía una pastilla y agua.

-Kena... Toma está pastilla-Izana la miraba con cierta preocupación, sabía que su querida chica ya no estaba cuerda, pero algunas veces sí llegaba a preocuparlo mucho. Kena tomó la pastilla y el vaso de agua y empezó a beber el agua que contenía.

-Gracias... -dijo débilmente y se volvió a recostar en la cama nuevamente sin cerrar los ojos, tenía miedo de volver a ver a sus padres-Izana... Tengo miedo-empezó a sollozar.

-Tranquila-acarició su cabeza-con esa pastilla dormirás bien-se levantó de la cama y se empezó a ir-nos vemos.

...

-Buenos días-dijo Kena sin ánimos al ver a todos reunidos en la sala.

-¡Despertaste!-Izana palmeó la pierna de la mujer que tenía en sus piernas para así levantarse y acercarse a la rubia-ahora estoy en una reunión, ve a tu habitación y no salgas de ella hasta que yo te diga-le susurró en el oído con superioridad, algo en él le decía que ella era la misma de antes.

Pero se equivocaba.

-¿Para eso me trajiste aquí? Yo no soy tu perro Izana, no sigo órdenes de nadie-lo miró cansada.

-¡ESTOY OCUPADO, VETE A TU HABITACIÓN!-le gritó enojado así asustando a la chica.

-Izana... Tu no eres alguien de gritarme-lo miró sorprendida para después empezarán a caer lágrimas por sus mejillas-esta bien... Ya me iré-salió de la sala con rapidez.

-Bueno, sigamos con la reunión-sonrió como si nada y tomó asiento nuevamente.

Kena azotó la puerta y se recostó en ella.

-La maldita historia de está volviendo a repetir-suspiró frustrada y se levantó del piso-tengo que volver a hacerlo, yo no quiero volver a tener miedo-se dirigió con rapidez al baño y busco pastillas en el cajón así encontrándose con unas que ni idea tenía de que eran. Abrió el envase y se las tomó.

Al poco tiempo empezó a sentirse mareada y cayó al piso.

...

-Doy por terminada la reunión-se levantó de la silla y se dirigió a la salida-Yaki, nos vemos más tarde-le dijo a la ceniza y ésta asintió.

-No me gustó cómo le gritaste a la chica rubia-habló Mikey serio, reclamándo por la actitud de su hermano mayor.

-Ese es mi asunto Manjiro, yo controlo a mis perras-respondió y salió de la sala en dirección a la habitación de Kena-cariño siento haberte gritado-dijo cerrando la puerta detrás de él.

La luz del baño se encontraba encendida Izana se acercó a la habitación, abrió la puerta encontrándose con el cuerpo de Kena en el piso.

-¡Que has hecho!-se agachó y tomó el cuerpo frío de la rubia-¡Kakucho!-gritó desesperado, tiempo después llegó el bicolor y llamó al médico.

¿Volvió a ocurrir? Pensó Izana.

Miles de preguntas se cruzaban en la mente de Izana, porque si ella siempre fue buena con él, él la trataba de forma tan grotesca, la amaba demasiado, pero ella ya no. El amor se volvió miedo ¿Porque esos cambios de actitud en él eran tan repentinos?

¿Sera por traumas del pasado o por necesidad en sentir poder y transmitir miedo a los demás?


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Gracias por leer hasta acá, nos vemos en el próximo capítulo
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~Smailer-Shimura

AMOR DE PSICÓPATA | 𝑰𝒛𝒂𝒏𝒂 𝑲𝒖𝒓𝒐𝒌𝒂𝒘𝒂Where stories live. Discover now