03.

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-Ella es Kena, de ahora en adelante será su compañera-informó la maestra tomando de los hombros a la pelinegra.

Kena se levantó de su asiento y saludó a todos con una sonrisa, cada palabra que decir lo hacía con delicadeza, sin tampoco llamar la atención.


-Es linda, verdad Izana-le susurró un compañero de clase al de ojos violeta, pero el moreno estaba centrado en su mundo. El cual era la chica nueva.


-Es hermosa-Dijo para si mismo teniendo su mirada centrada en ella pasando desapercibido.


Las clases finalizaron, Kena se levantó de su asiento y salió de la clase, el moreno al verla salir la siguió hasta las escaleras donde Kena iba bajando un tanto rápido.


-¡Espera!-gritó llamando la atención de la chica-no nos hemos presentado y pareces ser interesante.

-¡Hola!-sonrió dulcemente.


-Amm, soy Izana Kurokawa y por lo que escuché eres Kena, tu nombre es hermoso al igual que la persona que lo porta-sonrió de manera coqueta.


-Gracias Izana, bueno, hoy estoy ocupada, tengo que irme, nos vemos mañana-agitó su mano en forma de despedida y siguió bajando las escaleras.


-Tienes que ser mía-sonrió mirando en la dirección donde se había ido la pelinegra.


...


-Bueno, la chica ya está estable, sufrió una sobredosis de sedantes ¿Como los consiguió?-el doctor miró al moreno con curiosidad.

-En el mercado negro, los utilizo para cuándo no puedo dormir-miró a Kena con algo de tristeza-no pensé que volviera a hacer eso, hice todo lo posible para que no sucediera.

-Si ésto llega a ocurrir nuevamente la probabilidad de que sobreviva es nula-le entregó una receta-con estás pastillas puede recuperarse fácilmente-salió de la habitación.

-¿Tu también te irás?- miró a la chica con frustración.



• Narrador omnisciente •

Los días pasaron de lo más lento, por otro lado, Izana estaba que se moría al no tener a su chica cerca, era como estar en el mismo infierno y eso a él lo estresaba.

El saber que la mujer que amaba no lo quería lo volvía loco, cada vez ese amor crecía más, ese sentimiento de poder sobre ella incrementaba. Él sabía que tarde o temprano la volvería a tener en su control.

- Kakucho ¿Cómo está? -preguntó el moreno desde el otro lado de la línea, hoy no se encontraba en casa por lo que optó con la confianza de su gran amigo. Él sabía que si se pasaba de la raya alguien terminaría muerto.

- Ya despertó, ahorita está comiendo -respondió con simpleza, ya que su único trabajo era informar sobre la condición de la mujer.

- ¡Me alegro! Dile que regreso en una semana, sacala a pasear y cómprale lo que quiera - colgó rápidamente la llamada.

- Ya lo oíste -giró a ver a la rubia.

- Que ni regrese -colocó el plato en la mesa-Kaku... -miró al bicolor.

- ¿Mmm? - giró nuevamente la cabeza.

- Se me antoja helado ¿A ti no?

- Lo pediré para ti -se acercó a la mujer y se sentó en una de las sillas de la mesa- imagino que tu vida es una mugre.

- No tanto, aveces es divertida... Solo cuando siento que no respiro ¿Sabes porque?

- No...

- Porque se que estoy muriendo y se que no lo volveré a ver -sonrió.

- Jamás entendí el propósito de traerte aquí otra vez, recuerdo que escapaste de él cuando tenías 20 ¿Cómo?

- Ja, ja, ja, esa vez si me la rifé, recuerdo que ese día había una fiesta, los guardias estaban adentro y ¡Pum! Salí. Todo acabo hace una semana -su mirada se volvió triste- Izana me quitó lo que más quería, sin razón alguna.

El de lentes se levantó de la silla y tomó la bandeja así retirándose de la habitación sin decir nada, sabía que la historia de esa chica era algo triste, pero no podía hacer nada.

AMOR DE PSICÓPATA | 𝑰𝒛𝒂𝒏𝒂 𝑲𝒖𝒓𝒐𝒌𝒂𝒘𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora