Capítulo 23

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Rafael la llevó a desayunar a una bonita cafetería a quince minutos de su apartamento. Conversaron un poco sobre sus infancias, sobre sus recuerdos más felices. Habían acordado que tenían que conocerse un poco mejor, ya que hasta entonces intentaban mantenerse en terreno seguro y conversar de lo que todo el mundo conversaba. Ya tenían una idea de sus gustos musicales y sus películas favoritas, ahora tocaba ahondar un poco más dentro de sí mismos.


Daniela le contó sobre sus abuelos y sus bisabuelos, sobre su infancia en la hacienda y su relación con sus hermanas. Rafael hizo lo mismo. Le habló de sus vacaciones el en rancho de sus abuelos y sobre como él y Luis Felipe casi consiguen incendiar un granero jugando con pirotecnia. Por fortuna consiguieron sentirse cómodos compartiendo sus memorias con el otro y bromeando un poco. Cualquiera que los viera sin conocerlos podría pensar que eran muy buenos amigos.


Después de eso se encaminaron a Chapultepec, visitaron el castillo y en todo momento intercambiaron impresiones sobre las diferentes exposiciones del interior. Ambos consiguieron sentirse completamente cómodos como se sentirían con cualquier amigo e incluso tomaron un par de fotografías. Las primeras que tendrían juntos.


—Es hora de irnos, considerando el tráfico, tenemos el tiempo justo para llegar.


Volvieron al auto y atravesaron la ciudad escuchando canciones, muchas coreadas por Daniela. Ambos consiguieron dejar de pensar en el futuro y se concentraron en el ahora, en esos momentos que marcarían las bases para el resto del camino.


Cuando llegaron al edificio donde se alojaban las principales oficinas de la empresa familiar de Rafael el ambiente tuvo un sutil cambio. Daniela se dio cuenta del estrés que le provocaba al chico la idea de hablar con su padre. Ella no podía imaginarse lo que sentía, siempre había tenido una relación muy estrecha con su padre, jamás se había sentido tan aprensiva ante la idea de hablar con él sobre cualquier cosa.


Le regaló una sonrisa al chico antes de bajar. Rafael tomó su mano antes de ingresar en el edificio. Ella se permitió observarlas por un momento antes de igualar su paso. Conforme avanzaban, varias personas saludaron al joven. Al menos nadie se detuvo como para hacer presentaciones formales, la chica prefería pasar desapercibida al menos el primer día.


Llegaron al piso 24 y Rafael la guío por dos pasillos hasta llegar a la que era su oficina. Tal cual su apartamento, todo era sobrio. El escritorio estaba perfectamente ordenado, ningún papel fuera de lugar. El escritorio de caoba acaparaba la atención, además de tres sillas, un archivero y un pequeño sillón, no había más muebles.


—Intentaré no tardar mucho, lo prometo —habló el chico, incluso su tono había cambiado a uno más formal—. Tal vez mi padre quiera saludarte después de nuestra reunión.


—Claro —Daniela no supo que más decir.


Por lo poco que sabía de Antonio Navarro, el hombre definitivamente no le caía en gracia, pero no era una idea que expresaría en voz alta. Sonrió una ultima vez a Rafael y el chico intentó devolverle el gesto antes de salir del lugar rumbo a la oficina de su padre.


Había sido una buena mañana en verdad, Daniela y él habían conseguido un equilibrio armonioso, no sintió que estuviese caminando sobre un piso inestable. Pero en aquel momento sus músculos estaban en tensión, estaba predeterminado a recibir algún reclamo de cualquier tipo. Durante su estancia en Yucatán no había dejado de trabajar en ningún momento, había leído y redactado contratos, había contactado con gente importante, revisó en muchas ocasiones entradas y salidas de la empresa, pero nada más allá de eso.

Lᴀs ɴᴜʙᴇs ᴛɪᴇɴᴇɴ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ʟʟᴜᴠɪᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora