Capítulo 25

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Si había algo que Daniela detestaba era ir a las prisas. Odiaba la sensación de ser correteada y apurada, sentir el tiempo encima, y por ello hacía las cosas con antelación. Y por fortuna aquella mañana se le ocurrió revisar el atuendo que usaría por la noche en la fiesta de Rafael, o no se habría dado cuenta de que el vestido que pensaba usar estaba manchado. ¿De qué? Dios sabría, aunque las manchas sospechosamente parecían huellas enlodadas.


Decidió entonces, después de almorzar con Andrea, la encantadora señora que se encargaba del aseo del departamento, ir a buscar un nuevo vestido. Avisó a Rafael que saldría por mensaje de texto, él tuvo que ir a la empresa de último momento y ella optó por quedarse.


Era casi medio día cuando el taxi de aplicación la dejó en el centro. Andrea le había dado indicaciones de las tiendas donde podría hallar un atuendo adecuado. Caminó viendo escaparates y entrando a observar vestidos por más tiempo del que le habría gustado admitir. La realidad era que quería lucir realmente bien aquella noche, y no por impresionar a Rafael o a los Navarro, sino para impresionar a todo aquel que conociera.


Su padre olía decir que la primera impresión era la que compraba a la gente. Ese ambiente empresarial no era el suyo, estaba navegando aguas extrañas y prefería ganar puntos lo más rápido que fuera, después de todo se tendría que desenvolver en la socialité de la Ciudad cuando su matrimonio se consumase. Prefería caer bien desde un inicio, ganarse a las personas.


Cuando por fin visitó su sexta tienda fue que encontró lo que estaba buscando. Un precioso vestido verde esmeralda con hombros caídos y escote en V. La falda, recta hasta el piso, tenía una abertura de lado hasta la altura del muslo. Sonrío a su reflejo en el espejo de la tienda y la dependienta la elogió. Tendría que buscar también unos zapatos que quedaran, ya que los que planeaba usar no iban con el color, pero era un detalle mucho más sencillo teniendo el vestido.




Cuatro horas después regresaba al departamento. Rafael se había ofrecido a ir por ella, pero prefirió volver de la misma forma en que fue. Al subir se encontró una orden de comida China en la encimera y una nota escrita a mano del puño y letra de Rafael, era la primera vez que tenía oportunidad de apreciar su caligrafía. La letra simétrica, el trazo algo inclinado, pegaba con su personalidad.


«Olvidé unos documentos y tuve que volver. Provecho»


Tal cual, Daniela comió y se permitió dormir una pequeña siesta. Estaba agotada de tanto caminar. La fiesta no tendría lugar hasta la noche y le daba tiempo dormitar un poco antes de arreglarse. Ni siquiera escuchó llegar a Rafael, no fue sino hasta que salió al pasillo para ducharse y despejarse del sueño que escuchó algo de música procedente de su habitación. Sonrió al reconocer una letra de Reik.



El reloj marcaba las siete y trece cuando Daniela terminaba de aplicar el labial rojo sobre sus labios. Había optado por un maquillaje sobrio donde sus labios resaltaran más, el cabello iba semirecogido, dejando un par de sus ondas al natural. Frente al espejo se veía radiante. Sonrió satisfecha, le gustaba lo que veía. Tomó el chal vaporoso de encima de la cama y salió a encontrarse con Rafael.



Rafael se encontraba algo nervioso, aunque no era muy evidente. Había hablado con Daniela sobre la historia que contarían si les preguntaban cómo se habían conocido. Se mantendría muy cercano a la verdad, omitiendo los nefastos detalles de contratos y negocios. Dos jóvenes que congeniaron sin más, esa es la imagen que darían. A pesar de todo, el presentar a Daniela frente amigos y conocidos que también asistirían lo tenía inquieto.

Lᴀs ɴᴜʙᴇs ᴛɪᴇɴᴇɴ ᴄᴏʟᴏʀ ᴅᴇ ʟʟᴜᴠɪᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora