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La mañana era gélida, los nubarrones cubrían el cielo dejándolo de un color gris apagado, las primeras gotas de lluvia caían en forma de llovizna, mientras Pip esperaba fuera del parche de una de las tantas casas del pueblo, Joe estaba entregando un pedido que le había hecho la señora Brown, había entrado a la casa hacía ya un rato y no daba indicios de que fuera a salir pronto, no era tonto, dejó de ser ingenuo hace unos años, sabía lo que estaba pasando, la razón por la cual no había dejado que entrara con él, y que sospechosamente siempre había algo que Joe pudiera reparar dentro de la casa de la soñara Brown, y por muy cruel que sonara, Pip no podía evitar pensar que la perra de su hermana se lo merecía completamente.
    Phillip suspiró, acurrucándose sobre sí mismo tanto como podía para mantener el calor, la única chaqueta buena que tenía le había quedado demasiado pequeña ya hace un año cuando había pegado el estirón, como para poder seguir usándola, y debía conformarse solo con una camisa vieja de su padre. Odiaba usarla, la habría quemado si no fuera lo único que tenía para protegerse del frío.
    Sin nada más que hacer observó la calle y los negocios aledaños. La carpintería del señor Wright estaba en frente, con las vitrinas mostrando pequeñas aves talladas en madera pulida, mesas y sillas de mármol junto a caballitos mesibles, recordaba querer uno cuando era más pequeño, la respuesta siempre había sido la misma, por supuesto.
   Luego estaba la panadería de la señora Turner doblando la esquina, desde allí podía oler el aroma a pan recién horneado y ha glaseado, tal vez su lugar favorito de todo el pueblo, a veces la señora Turner le regalaba galletas que no se habían vendido, siempre le decía que era un buen chico, que deseaba que pudiera hacerse una mejor vida que la que tuvo su padre, y en el fondo él también desea lo mismo.
     Cuando menos lo notó ya se encontraba soñando despierto, pensando en como sería su vida cuando se fuera lejos, en sí su hermana le escribiría alguna vez o si al menos intentaría volver a contactarse con él. Si tendría una casa, una habitación propia, comida caliente todos los días, una cama y un paraje al que pudiera llamar suyo.
    A su alrededor las finas gotas se habían convertido rápidamente en un aguacero, sentía la lluvia golpeando el suelo de graba, le parecía relajante, podía incluso quedarse dormido, hace unos minutos que sus ojos se habían cerrado, no había nada interesante que ver después de todo.
    Pero entonces sus ojos se abrieron, sin saber como era posible que no estuviera empapado. Miró hacia el cielo y en lugar del tumulto de nubes grises vio un telar negro, un paraguas abierto de par en par sobre su cabeza. Su vista se dirigió instintivamente hacia el portador, y allí estaba de nuevo ese chico, está vez con su cabello suelto, cascadas de seda negra que caían sobre su rostro. Traía un abrigo que le llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas, perfecto para el clima espantoso que siempre hacía en ese lado de Inglaterra, ni siquiera le estaba poniendo atención. Llevaba un libro abierto en la mano, como si en realidad no se hubiera dado cuenta de que Pip estaba a su lado.
       -Te has escapado de tu casa o algo así? Porque es el intento más patético que he visto-

    Pip se quedó pasmado por un segundo, como la primera vez que le dirigió la palabra, la única deserción es que ahora sus ojos estaban posados en algo que no era él, lo cual por un momento lo hizo sentir más seguro.

-No- respondió-Estoy esperando a alguien.-

-Pues si ese es el caso, a quien quiera que estés esperando no debes importarle mucho al parecer-

-Eso a ti no te importa-

-Tienes razón, no podría importarme menos-

-No entiendo que haces aquí entonces-

Respondió con desdén, abrazando sus rodillas para poder tener la excusa de desviar su mirada.

-Sinceramente, eso tampoco me importa, Phillip-

Esta profecía (Damien x Pip)Where stories live. Discover now