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"Bien, concéntrate"

 Las palabras se condensaron dentro de su mente, el grimorio estaba abierto sobre la delicada mesita de té en la sala de estar, la espina del libro crujió al buscar la página indicada, sabía perfectamente lo que Damien estaba buscando, ni siquiera fue necesario que el pensamiento terminara de condensarse en su mente.

  El hedor a amoniaco se había impregnado a una velocidad sin precedentes en su piel, vio como pequeños atisbos de garras asomaban por la punta de sus dedos, como pequeñas cuchillas abriéndose paso por sobre la carne,   A este ritmo su forma de origen no tardaría en resurgir, lo había hecho una vez, fue extremadamente doloroso para su cuerpo humano, sus huesos se habían quebrado en fibras diminutas hasta convertirse en polvo, sus músculos se habían rasgado dentro de la piel, todo su ser se había quebrado con violencia, de una forma que jamás podría olvidar.

  "Será mejor apresurar esto, entonces"

   Cuando dejó de escuchar el crepitar de las páginas volvió su atención al grimorio. Imágenes y símbolos de un lenguaje ya muerto se revelaron ante él. Se acercó para tener un mejor panorama de la página que el libro había predilecto para él.

    Sus ojos brillaron bajo la luz incandescentes de las velas negras, no parecía ser algo demasiado complicado, en teoría, no podría asegurar nada a la hora de ponerlo en práctica. Pero tendría que bastar, era la mejor opción que ese niño tenía de cualquier forma. Debía de aferrarse a ese pensamiento para no fallar.

   Entonces comenzó.

   Al principio fue solo un susurro, fluyó por el aire como una ligera corriente, inaudible para el mundo fuera de aquella habitación. El aire se volvió denso bajo sus manos, mientras buscaba aquellos hilos invisibles que sujetaban lo que los humanos llamaron burdamente "alma". La esencia era débil, un aura diluida entre las delicadas capaz que dividían el espacio. Tardó más de lo tenía planeado en encontrarla, no era más densa que el humo de un puro. Pero aun así, apenas rosarla se le encandiló la visión, un destello segador que hizo que su cuerpo se doblara con un gemido de dolor, no la soltó. La sintió retorcerse bajo el pulso de su agarre, una onda expansiva que hizo que su carne crepitara al quemar la piel y evaporar la sangre.

  El dolor se extendió como la pólvora sobre un campo minado, sus nervios explotaron en un destello agudo que lo dejó completamente aturdido. No supo en qué momento las piernas habían cedido, no se había percatado de que estaba en el suelo, arrodillado, con las manos en alto, era una imagen casi teológica, como si lo hubieran interrumpido en medio de una plegaria.

  Apretó los molares, con tal fuerza que los diminutos huesos podrían haber eclosionado bajo la presión de su propia mandíbula. Se sintió temblar por primera vez en su vida, sus músculos no eran más que gelatina espesa, el pánico lo golpeo manifestándose en fuertes puntadas en la nuca y a pesar de todo podía verlo, verlo a través del resplandor. Parecía más muerto de lo que había estado antes de que comenzase. Los ojos a medio camino de abrirse o en pleno trayecto de cerrarse se quedaron inmóviles, flácidos. Tenía una expresión pétrea, casi imperturbable, cada extremidad poseía una languidez antinatural. Parecía hueco. Una cascara drenada de cualquier tipo de contenido. Era un envase que se había vertido sobre la atmósfera y que él tenía cautiva entre las manos.

  Supo abruptamente que el tiempo se le escurría entre los dedos. Tenía que ser ahora. Expulso todo el aire encerrado en sus pulmones, su propio aliento le supo a humo, brazas ardiendo al rojo vivo dentro de sus órganos, derritiéndolos y atravesándolos con cada respiración. Cerro los ojos hasta que estos estallaron dolorosamente dentro de sus parpados. Dentro de su mente encontró con dificultad las palabras, las antiguas lenguas se arremolinaban entre su esternón y la laringe antes de salir despedidas abruptamente de su boca. Su voz dejo de ser suya, aullaba cada frase sin emitir sonido. El sudor le había embadurnado la piel pálida, podía sentir la ropa pegada a su cuerpo como una segunda capa de carne, el cabello negro se le había adherido al rostro dejando sendas irregulares que surcaban sus ojos. Faltaba poco. Un poco más. Solo un poco más.

  La esencia, la esencia de Pip, luchaba embravecida, iracunda con quien la retenía, se retorcía con violentas arremetidas que hacían ver a Damien como una simple marioneta siendo sacudida en un intento feroz de que se moviera.

   Damien, en un segundo de furtiva contemplación lo comprendió. Vacilo por un instante, un momento de inquietud que se esparció por su psique a una velocidad abrumadora. Lo miro, allí tendido, gélido como un copo de nieve, muerto, en paz. Demasiado tarde. No iba a dejarlo ir, no iba a fracasar. No iba a permitir que lo viera fallar.

  Reunió fuerzas, obligo a sus piernas a obedecer, la repentina altura le hizo tambalearse, pero no volvió a caer. Avanzo con una decisión asoladora, no le importo lo más mínimo mientras aquel haz de luz le encendía hasta los huesos.

   Cinco, seis pasos, y ya solo los separaban unos pocos centímetros, lo contempló por última vez, no sabía si volvería a verlo de la misma forma en lo que restara de su existencia. Lo atacó la ligera necesidad de disculparse, fue tan leve que se disipó de su mente sin siquiera poder hacer raíces en ella.

   Suspiró.

   Y antes de siquiera poder procesarlo hundió su mano con tal fuerza en el pecho de Philip que escuchó las cosillas crujir tras la caja torácica. El cuerpo frio empezó a sacudirse incontrolablemente, sumergido en un letargo interrumpido.

   Se estaba acabando, pronto estaría hecho.

   Pronunció con medida mesura las últimas palabras, se las susurro a la nada, a la oscuridad que se arremolinaba sobre él.

   El estallido de luz que se produjo a continuación lo dejó tendido en el suelo, el golpe lo sobresaltó y lo dejó aturdido. Su cuerpo humano cedió, aunque hubiese querido le hubiera resultado imposible volver a ponerse de pie. De a apoco el atronador esfuerzo se manifestó en cada fibra, cada célula. Su respiración se volvió pesada y lo único que fue capaz de hacer fue quedarse quieto, inmóvil y con los músculos entumecido. La oscuridad se había esfumado, podía percibirla escapando por las grietas, por las hendiduras mal selladas.

    El grimorio había desaparecido junto a ella, ya no sé encontraba en su sitio en la modesta mesita de té, lamentó su ausencia como algo vital que se había desvanecido.  La llama de las velas había dejado de danzar y ahora solo proyectaba sombras borrosas e irregulares en las paredes.

  En cuanto a Philip. Al menos sus ojos se movían, inquietos bajo la piel fina de los párpados, su pecho se hinchaba y se comprimía en un ritmo constante, las mejillas habían recuperado cierto color, lo que significaba que su corazón seguía bombeando sangre, la cual tenía la capacidad suficiente para agolparse en su rostro.

   Lo había hecho. Había funcionado. Aún con su forma mortal en el camino el ritual había sido exitoso. Sus labios formaron una sonrisa débil, orgulloso de su propio acto.

Corto, pero bueno.

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⏰ Last updated: Jun 27, 2023 ⏰

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Esta profecía (Damien x Pip)Where stories live. Discover now