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La noche era tan oscura que apenas y podía distinguir algo que no fueran las sombras de sus propias manos, hace días se veía incapaz de dormir por más de 4 horas seguidas, cada vez su cuerpo estaba más débil, podía sentir como se consumía al igual que la cera de una vela, se preguntaba cuanto duraría, sin muchas esperanzas de que una respuesta llegara. Todos se encontraban envueltos en un profundo sueño, podía escuchar la respiración pesada de Joe al otro lado de la habitación y los latidos irregulares del corazón de su hermana. Decidió que no valía la pena seguir acostado si no podía encontrar el descanso tan anhelado, con cuidado se levantó del delgado colchón, el cual con un rechinido se quejó por su peso. Tanteo por su cama en busca del abrigo, el cuál había escondido meticulosamente en los bordes. Hacía ya una semana desde el incidente, y el olor a canela y rosas seguía adherido a la tela, Pip pensó que le desagradaría el siquiera llevarlo puesto, pero si no pensaba en que había venido por parte de Damien, no estaba tan mal.
    Se puso de pie, las maderas crujieron bajo de sí, y con lentitud se dirigió hacia la cocina, o lo que quedaba de ella, no había muchas cosas de cualquier manera, así que se sintió libre de caminar como si estuviera en una habitación completamente vacía. El cielo nocturno estaba extrañamente despejados y la luna iluminaba cada rincón que su vista alcanzaba, la vieja despensa se veía desteñida bajo la luz tenue que se escabullía por la ventana abierta de par en par, no recordaba que la hubieran dejado abierta, los vidrios estaban astillados y rotos en las esquinas, pero cumplían a medias su trabajo de protegerlos del frío. Desde allí su vista se extendía hacia los campos abiertos que había más allá del pueblo, entre caminos de tierra y laderas que en ese momento podrías haber conducido a cualquier lugar del mundo, Pip no se atrevió a acercarse, a permitirse soñar.
     Observó a su alrededor buscando algo que había escondido, entre el espacio hueco de las maderas de la antigua alacena, donde sabía que a nadie se le ocurriría mirar. Se acercó con paso ligero, y cuando llegó, con un poco de fuerza arrancó desde el interior del mueble un libro negro, emergió desde las entrañas de la oscuridad. La portada había quedado deformada por los bordes, algo descascarada y ligeramente rota, pero para Pip aún era el objeto más hermoso que podía haber encontrado en esa casa, como una flor germinando desde las grietas.
    Lo admiró un momento más, antes de dirigirse hacia la mesa que sé encontraba en el medio de la habitación, junto a una silla solitaria que rara vez usaban. Dejó caer suavemente al libro mientras él se sentaba, atento a cualquier ruido que podría haber hecho, cuando por fin se sintió cómodo pasó con timidez los dedos por la tapa, sintiendo los relieves de las letras debajo de las yemas, mirando los bordes cocidos en cuero y las hojas amarillentas que se habían deformado en protuberantes ondas, le hubiera gustado haber podido hacer más que eso, poder repararlo, o más bien, restaurarlo. No lo había abierto, pero tenía la esperanza de que la tinta siguiera intacta, legible, pero eso probablemente nunca podría saberlo, por mucho que abriera este o cualquier libro una y otra vez.
    Pip suspiró, estaría más que encantado de poder averiguar que es lo que se ocultaba entre las hojas, que alguien pudiera enseñarle.
    Pero está idea quedó desplazada de inmediato, cualquier cosa que hubiera estado pensando en ese momento se vio interrumpida por un ruido, un tintineo que surgía desde lo profundo del silencio, envolviendo sus oídos y acelerando su pulso. Miró de un lado a otro tratando de identificar el origen de aquel sonido, pero cuando volteaba la cabeza el tintineo parecía haberse movido mágicamente hacia el otro lado.
    Entonces esperó, conteniendo el aire dentro de sus pulmones, tratando que sus latidos no se volviera errático, lo que sea que estuviera haciendo eso estaba cerca, eso era seguro. Miró frenéticamente a través de la negrura de la habitación hasta que llegó hacia la ventana, de repente sintió que su alma había bajado hasta sus pies. Estaba abierta, lo que significaba que, lo que sea que estuviera afuera podría entrar, si es que no lo había hecho ya. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, no podía dejar de ver hacia afuera, esperando que en cualquier instante alguien se asomara, sabía que un pedazo de vidrio resquebrajado no lo protegería, pero ahora mismo sentía la urgencia de que al menos eso estuviera entré él y el mundo exterior. Le temblaban las extremidades, sentía un miedo tan profundo que podía tranquilamente haberle espesado la sangre hasta convertirla en coágulos, quería correr, sus instintos imploraban que huyera a cualquier lugar, que corriera aunque eso hiciera un estruendo tal que despertara a Joe y a su hermana, ahora mismo la idea se le apeteció increíblemente tentadora.
    Reunió todo el coraje que tenía, tomando aire, como si pudiera ahuyentar el miedo que lo sofocaba por dentro, aferrándose a sus costillas y alojándose en su pecho. Las patas de la silla chirriaron cuando se apartó para levantarse, se encaminó en dirección a la ventana contra toda voluntad, todos sus instintos le gritaban que se alejara, estaba casi seguro que sus piernas en cualquier momento reaccionarían por sí solas y lo impulsarían de nuevo hacia su habitación.
     Cada vez más cerca, Pip sentía como si tuviera arenilla debajo de la lengua, pero no se detuvo.
    Cuando por fin estuvo a unos centímetros del marco, el viento frío le golpeo las mejillas, miró alrededor, la luna seguía brillando en su punto más alto, bañando al mundo de su tétrica luz, los campos seguían vacíos, impasibles, la hierba bailaba junto a las ráfaga de aire, parecían olas, un mar verde y seco que se extendía kilómetros más allá de lo que su vista llegaba.
  Por un segundo Phillip creyó que todo estaría bien, que el mundo nocturno era demasiado hermoso como para que algo malo ocurriera entre tanto silencio. O al menos eso fue hasta que el tintineo estuvo tan cerca que pudo sentirlo en el viento, como un chasquido en los oídos.
    Volteo sin pensarlo, como un reflejo natural, y entonces lo vio.
   Lo primero que Pip pude divisar fueron los caninos, resplandecientes y filosos, asomando por un hocico que le gruñía desde la distancia. Y luego, el tamaño descomunal, casi tan alto como un caballo. Las pupilas se le contrajeron, y tenía los ojos tan abiertos que los párpados habían desaparecido dentro de sus cuencas. El shock no le permitía reaccionar, se quedó quieto, como a un conejo al que le habían apuntado los faros, como una presa, que sabía que en el momento en el que se moviera empezaría la casería.
    El tiempo se detuvo, se congeló en ese mismo instante, y repentinamente todo sucedió demasiado rápido, sus piernas no reaccionaron hasta que vio a la enorme criatura arremetir contra su ventana, hasta que sintió el golpe del impacto bajo sus pies. Cayó de espaldas con un sonido sordo, y vio las fauces del canino mientras ladraba y luchaba contra las dimensiones de su cuerpo, unos centímetros más cerca y le habría arrancado la cabeza. Su corazón latía arrítmicamente dentro de su pecho, tratando de ponerse de pie o de arrastrarse hacia la habitación de su hermana. Pero entonces el marco cedió, y de no ser por la rapidez de sus reflejos habría caído justo encima de él. Pip se escabullo hasta tocar la pared, no había tiempo de pensar, esa cosa había entrado, había entrado a la fuerza solo para devorarlo, sus ojos iban frenéticamente de un lado al otro, y la única vía de salida era el hueco sobre su cabeza, por lo que saltó entre los escombros de lo que quedaba de su ventana, sus piernas corrieron a tal velocidad que sentía al viento cortándole la cara. Estaba descalzo y las pequeñas piedras y ramas se clavaban en las plantas de los pies, pero no podía sentir nada, la adrenalina mezclada con el terror más puro que estaba sintiendo bloqueaban cualquier tipo de dolor físico que podría haber experimentado.
     La hierba se le enredaba en los talones como si estuvieran tratando de retenerlo, no supo a donde se dirigía solo sabía que tenía que escapar, dio un vuelco hacia el otro lado, rodeando la parcela destruida del jardín. Entonces el cementerio del pueblo se irguió imponente ante él, como una tumba gigante que surgía de la tierra. Pasó tan rápido que los nombres se mezclaban con otros miles, sentía a la bestia pisoteando la hierba y hundiendo la tierra tras de él. Los pulmones le ardían y su respiración estaba tan agitada que temió poder colapsar.
   No miró hacia atrás, si lo hacía sus piernas fallarían, si paraba un solo segundo su corazón se detendría. No supo dónde estaba, todo se había tornado borroso, las ramas desnudas le arañaban los brazos, los árboles secos parecían todos iguales y fue fácil desorientarse, dar una vuelta de más en el lugar incorrecto y por fin perderse por completo.
     Aún escuchaba a la criatura persiguiéndolo, rastreando sus pisadas dispuestas a alcanzarlo, no podía pensar con claridad, la situación lo empujaba cada centímetro más cerca del límite.
   Sus piernas temblaban como a punto de quebrarse, pero no paro, no podía aunque quisiera hacerlo.
   Solamente lo hizo cuando sus pies ya no tocaron el piso. En un parpadeo se encontraba cayendo y en otro estaba tendido sobre la tierra húmeda, con raíces y ramas clavándose en sus costillas. La cabeza le palpitaba a punto de explotar, no estaba seguro de que altura había caído, pero cuando trató de levantarse, sus piernas no lo obedecieron, podía sentirlas y moverlas, entonces se percató del dolor palpitante y fresco sobre sus rodillas, pero ya no podía, no podía ponerse de pie ni mucho menos seguir corriendo, su cuerpo ya había llegado a su límite y Pip no podía hacer nada para anteponerse.
   Fue entonces cuando dos garras enormes hicieron que volviera a pegar su espalda contra el suelo, cuando abrió los ojos las fauces de la bestia estaban a centímetros de su rostro, los caninos brillaban a contra luz y pensó en la sensación de estos clavándose en su piel, perforándole el cráneo y arrancando sus facciones de un solo tirón. Pero el momento nunca llegó.

Esta profecía (Damien x Pip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora