Día 2: Declaración

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-Uff.. de acuerdo... puedo con esto.

-Claro que sí, Romeo.

Isaak había volado desde Siberia para apoyar a su amigo en este gran paso. De haber sido posible, Hyoga habría acudido a Seiya o a Shiryu, pero el par seguía en Grecia con Saori. El rubio quería aprovechar que Ikki seguía de viaje para confesarle a Shun sus sentimientos.

Desde siempre, Hyoga le había tenido más afecto y consideración a Shun que al resto de sus amigos, pero no fue hasta que pasaron más tiempo juntos, y en especial después de tener la Mansión para ellos dos solos, que el ruso se percató de que sentía algo más que amistad por el Santo de Andrómeda. No tenía idea de si era correspondido, pero quería saber de una vez por todas si algo entre ambos era posible o no, aunque una negativa significara una obvia incomodidad entre ellos que sería imposible de soportar sin el resto de los Caballeros de Bronce en la casa.

Así pues, Isaak no puso objeción cuando Hyoga le contó sobre sus planes, y tomó el primer vuelo a Tokio.

Hyoga estaba ajustando los últimos detalles de su persona, listo para ir a ver a Shun.

-Toma, recogí estas en el jardín.- Isaak le ofreció un ramo de flores.

-Están marchitas...

-Es mejor que nada.- el peliverde sonrió pícaramente.




Shun estaba en su habitación leyendo, o al menos eso aparentaba, la verdad era que su mente estaba perdida en cierto Caballero de Bronce de cabello rubio e impactantes ojos azules. Andrómeda tenía sentimientos por el ruso desde que lo vio por primera vez en el Torneo Galáctico, pero había mantenido sus sentimientos ocultos y no había permitido que aquellos afectaran su jucicio en el campo de batalla, a excepción de un pequeño desliz en la Casa de Libra.

Fuera de eso, el peliverde suspiraba por el Caballero de Cygnus siempre que estaba solo; ese día no era diferente, y la fotografía instantánea de él y Hyoga que usaba a modo de separador no le ayudaba en absoluto a sacarlo de su mente. Aún se ruborizaba cuando recordaba aquella noche tormentosa que pasó en los brazos del Cisne, y anhelaba que la visita a España de su hermano se extendiera lo más posible, así como la de Saori y los demás, para poder pasar más tiempo a solas con el ruso.

Shun estaba absorto en sus cavilaciones cuando tocaron a su puerta. Sabiendo que no podía ser nadie más que Hyoga, se apresuró a cerrar su libro con la fotografía bien dentro de él.

-¡Hy-Hyoga!- saludó Shun mientras abría la puerta de su recámara. -¿Qué sucede?

-Aaaaaaa... n-nada... s-sólo quería... saber si estabas bien... jeje...- Hyoga se rascó la nuca, completamente avergonzado. Shun sonrió adorablemente, estaba algo confundido por las acciones del rubio; sin embargo, su gesto le pareció tierno, tan tierno que sus mejillas comenzaron a tomar un color rojizo, llamando la atención del Cisne.

-¿Estás enfermo, Shun?- inquirió preocupado.

-¡No!- el peliverde abrió los ojos como platos y rió nerviosamente. -Es que... hace calor... el clima ha estado terrible ¿no lo crees, Hyoga?- este último asintió lentamente, no tenía la menor idea de lo que hacía.

Por su parte, Shun se sintió bobo por traer el clima como tema de conversación, su hermano le había dicho muchas veces que si no tenía nada bueno o interesante que decir, se limitara a comentar el clima, y el japonés abusaba de ese consejo para evitar silencios incómodos o situaciones extrañas, como esta.

Isaak, quien escuchaba toda la patética escena desde el pasillo, se llevó la palma de la mano a la frente, no le quedaba la menor duda de que el japonés estaba igual o más nervioso que su amigo. Ambos actuaban de forma muy extraña, Hyoga no sabía que decir y a menudo abría la boca sin emitir sonido alguno, había olvidado por completo la flores marchitas que escondía detrás de él, siendo estás completamente asfixiadas por las fuertes manos del ruso; Shun no era mejor, en sus intentos por evitar que Hyoga notara sus sentimientos había llevado la conversación a un tema por demás aburrido, sin mencionar que se había olvidado de preguntarle al Cisne si quería pasar a la habitación y platicar más a gusto adentro.

Un silencio incómodo se adueñó del ruso y del japonés, quienes desviaban sus miradas a donde podían, ni siquiera el clima podría salvar a Shun ahora. Justo cuando Shun se disponía a reiniciar la conversación, Hyoga habló primero:

-Bueno... un placer, Shun... ¡Adiós!- declaró y salió huyendo.

Andrómeda se quedó boquiabierto y más confundido que antes, cerró la puerta y se recargó contra ella, deslizándose lentamente al suelo.

-Qué estúpido soy...- suspiró el peliverde. -Lo eché a perder...




Hyoga daba de vueltas en su habitación, lamentándose por la ridiculez que acababa de pasar, Isaak estaba sentado en la cama, simplemente observando a su amigo en apuros.

-Iba a llegar y él iba a decir "¡Pasa!"- se lamentaba Hyoga.

-Pues... no lo hizo...- respondió Isaak, cansado de las tonterías del ruso.

-No... es que... ¡Aaaargggghh! ¡Por qué es tan difícil!- Hyoga alborotó su cabello y después recobró la compostura. -A ver... lo haré de nuevo... ¡Hola, Shunny! No... ¿Shunny? ¿Shun?... Shun... sí. ¡Hola, Shun!- balbuceó, plantándose frente a Isaak.

-¡Hola, Hyoga!- respondió el peliverde, tomando el papel de Shun en la improvisada representación que el rubio había montado. -¡Pasa!- dijo haciendo un ademán.

-Doy asco...

-En efecto, amigo mío.

Hyoga se desplomó en su cama, completamente abatido. El ramo flores marchitas ahora sólo era una bola de hojas y tallos que alguna vez parecieron flores.

Isaak lo miró empáticamente y sonrió.

-Sabes, Hyoga... sólo se tú mismo, a él le gustará...

-¿Cómo lo sabes?- preguntó el rubio en tono dramático, mientras cubría sus ojos con su brazo.

-Además del hecho de que claramente le gustas... es sólo una corazonada...

-¿De verdad lo crees?

-Qué me parta un rayo si no.




Shun estaba hecho bolita en su cama, preguntándose como había sido posible que hubiera ahuyentado a Hyoga de esa manera.

De repente, la puerta se abrió de un sopetón, asustando a Shun, quien pegó un brinco volteando a ver a la puerta.

Hyoga había regresado totalmente recargado de energía y confianza... con tanta confianza que no sintió la necesidad de tocar.

-Hyoga...

-Calla...- le cortó el ruso abruptamente. Shun quedó estupefacto. -Yo...- Hyoga respiró hondo antes de continuar. -Tengo algo que decirte...- Shun asintió y el rubio caminó hasta él, cuando llegó al borde de la cama, se arrodilló frente al japonés.

-Yo... me siento genial cuando estoy contigo... y... estos últimos días han sido fenomenales...- el peliverde sonrió. -Lo que quiero decir es...- Hyoga cerró los ojos para armarse de valor y lo confesó.

-Yo... te amo, Shun...- el Caballero de Andrómeda quedó anonadado. -No sé ni cómo, o cuándo... o por qué. Mentira, sí se por qué. Por qué eres asombrosamente hermoso y amable y... ¡Dios, Shun! Lo que siento cuando estoy contigo... no puedo explicarlo con palabras y creo que...

Hyoga fue brutalmente interrumpido por un abrazo de Shun.

-Yo... también te amo... patito...- expresó finalmente el japonés, escondiendo su rostro en el cuello de Hyoga.

-¿En serio?- el Cisne le levantó el rostro para poder verlo a los ojos, Shun asintió con una enorme sonrisa en los labios.

-Yo... no pensé que sintieras lo mismo...- confesó el peliverde, ruborizándose.

El rubio soltó una carcajada. -Rayos... ¿cuánto tiempo perdimos así?- Shun negó con la cabeza.

-Ya no importa...no perdamos más.

Hyoga lo tomó de la barbilla y le dedicó una sonrisa encantadora, se acercó lentamente al rostro de Andrómeda y depositó un tierno beso en la mejilla rosada de su ahora novio.

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora