Día 14: De vacaciones

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-Les habla el capitán. Les pedimos que por favor abrochen sus cinturones, procederemos a aterrizar en unos minutos.

-Recuerda ponerte tu suéter cuando aterricemos, hace un frío de perros allá.

-Curiosamente eso ya lo había deducido, patito.

Hyoga y Shun iban de camino a Rusia a pasar unos días de vacaciones. Les fue muy complicado convencer a Ikki de que no fuera con ellos como chaperón, aunque a Shun todavía le quedaban dudas de si su hermano venía o no en su maleta o había suplantado a un sobrecargo o al mismísimo concierge del hotel. Seiya les había prometido mantenerlo ocupado hasta que el avión despegara, y la información del hotel sólo la tenía Saori. Pero últimamente Pegaso había estado en otro mundo y a menudo desparecía, junto con Shiryu.

De todas formas, Ikki no parecía estar a la vista.

El destino seleccionado por Hyoga fue Sochi. El resort por excelencia de la Madre Rusia. Su primera idea había sido la tundra de Siberia, pero le pareció un lugar muy inhóspito y hostil para pasar sus primeras vacaciones sólo con Shun, además de que no había nada que hacer ahí. Luego pensó en algún destino clásico de su país, como Moscú o San Petersburgo. No había estado en Moscú desde que su madre y él subieron a un barco con destino a Japón, y la última vez que pisó San Petersburgo fue cuando tenía dos años. Al final, creyó que era muy cliché llevar a su novio a esas ciudades, aunque nunca le preguntó su opinión al japonés; de haberlo hecho, se habría enterado de a que Shun no le importaba a dónde lo llevara, con tal de que estuvieran juntos.

Cuando aterrizaron, a Shun le tomó una eternidad pasar por migración, la fila era lenta y larga. Una de las desventajas del país de Hyoga era que la mayoría de los extranjeros requerían visa para ingresar a la nación de Tchaikovsky, lo cuál era recíproco, y en consecuencia, los rusos requerían de una visa para entrar a casi cualquier país. Ahora Shun se daba una idea de por qué el rubio siempre tardaba en ingresar a donde fuera que viajaran.

Cuando finalmente llegaron al hotel, lo primero que hizo el peliverde fue tirarse en la cama. El clima no estaba nada mal, no era ta cálido como las playas debían serlo, pero no era tan frío como Hyoga se lo había pintado.

-¿Qué quieres hacer primero?- le preguntó el ruso, recostándose a su lado.

-Normalmente me gustaría ir a la playa... pero algo me dice que el agua no es tan cálida como en las playas de Japón...

Hyoga rió, y comenzó a acariciar el rostro del peliverde con el dorso de su mano.

-¿Tienes algo planeado, Hyoga-chan?

-Algunas cosas...- Shun se sonrojó.

-¿Me tengo que cambiar?

-Ponte algo que no te importe si se moja...








Andrómeda no tenía la menor idea de a dónde se dirigían, Hyoga parecía bastante feliz, pero se rehusaba a darle alguna clase de pista a su novio.

Llegaron a una especie de muelle, donde se podían ver varios yates formados en la orilla. El Cisne tomó a Shun del brazo y lo dirigió decididamente hacia uno de los vehículos.

-Hyoga... ¿qué es esto?- el peliverde preguntó sorprendido.

-Daremos un paseo...

-Espera... ¿está permitido? ¿De quién es este bote?

-Es un yate, y es de Isaak. Dijo que estaba bien si lo usaba.

-¿Isaak tiene un yate?- Shun arqueó una ceja.

-Sí, creo que se lo regaló Milo.

-¿Por qué?

-Fue una especie de agradecimiento por ayudarlo a planear una sorpresa de cumpleaños para Camus. Aunque creo que a él no le hizo mucha gracia...

-¿Y sabes manejar una cosa así?- inquirió Andrómeda, cambiando de tema.

-Sé algunas cosas...- Shun se detuvo en seco. -¿Qué pasa, amor?

-No quiero morir...

-¡Ay, por favor! ¡Todo está en orden! Isaak me dejó unas notas en la cabina.

Aunque el Santo de Andrómeda aún no estaba totalmente convencido, subió al vehículo.








Shun no podía negar que Hyoga sabía lo que hacía, o al menos eso aparentaba. Después de todo, él era la clase de hombre que todo lo sabía y si no, se lo inventaba.

El japonés tomó asiento en la cubierta del yate, mientras Hyoga manejaba. El vehículo era pequeño, así que podían platicar perfectamente a la distancia en la que se encontraban.

Cuando estuvieron lo suficientemente lejos de la orilla, el ruso detuvo el vehículo.

-¿Me vas a secuestrar en medio del mar?- preguntó cuando vio que Hyoga tomaba asiento junto a él. Este rió.

-Es para tener un poco de paz, lejos de todo.- Shun sonrió, y tomó la mano de su novio.

-Es muy bonito por aquí...- suspiró Andrómeda.

-Lo sé... por eso a mi pueblo le gusta vacacionar por acá...- bromeó el rubio. -Mañana pensaba llevarte a uno de los tantos parques que hay...- le dijo, recordando lo mucho que Shun disfrutaba de la naturaleza y de caminar por ahí sin rumbo alguno.

-De verdad planeaste cada detalle, patito...- Hyoga asintió, orgulloso.

-Los días... y las noches también...- el Cisne besó los labios de su novio, Shun se ruborizó. -Y el último día, claro está... pienso pasarlo completamente en la cama...

Los Caballeros de Bronce se fundieron en un beso apasionado, acariciando el cabello, rostro, cuello y espalda del otro.

Hyoga deslizó lentamente la mano hasta el bolsillo de su pantalón, quería asegurarse de que la pequeña caja siguiera en su lugar. Esa noche encontraría el momento perfecto para decírselo a Shun.

Reto 30 Días PatonejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora