15 febrero del 2022

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Cuando menos me di cuenta empecé a autolesionarme. A arañarme la piel un poco, luego de un tiempo esto incrementó mucho. Dejé de arañarme para cortarme, cada vez más profundo. Que sangrara el brazo sin cesar su llanto de lágrimas rojas, que llorara con todo aquel dolor silencioso que emanaba de esas heridas. No importaba qué, ya no era solo por hacerlo, era mi obsesión.

Todo lo que tenia filo servía para hacerme daño. Todo lo que pudiera lastimar lo necesitaba.

Necesitaba sentirme dueño de algo, obtener el control de algo, aunque fuese de mi propio dolor. Necesitaba sentir que las cosas las podía seguir controlando yo, que nada estaba perdido y que solo el dolor que sentía era momentáneo a través de mi piel.

Cuando empecé en ello la vida me empezaba a dar patadas por todos lados, el bullying que recibía por parte de las personas de las escuelas a las que iba, los rumores sobre mi y demás, aquellos métodos de destrucción  silenciosa que usaban mis padres conmigo sin cesar y no olvidar la indiferencia de todos hacia lo que sabían que ocurría y se hacían los ciegos. Me pregunto porque nunca me fueron a ver en los baños del instituto comiendo a solas o en las bancas más alejadas de los parques indoor que habían, nunca se preguntaron nada porque aún así yo decidía ser amable y brindarle mi ayuda o amistad a quien lo quisiera en cualquier momento, pero seguía siendo yo solo. Tenía moretones invisibles producto de la soledad que sentía y de lo mal que ella me estaba tratando, teniendo en cuenta que en mi cabeza mi mejor amiga era ella.

Mi relación con mamá ya desde los 10 años iba en picada y con mi padre ni hablar, empecé a tener opinion propia y adiós a su presencia. Tenía ambos padres presentes en mi casa pero ausentes en mi vida, yo me las arreglaba sin pedir nada a cambio. No me gustaba molestar.

Era yo solo contra un mundo a mi corta edad.

Empecé a tener ese sentimiento de vacío a mis cortos 13 años, en donde ya mis sentimientos eran complicados de deliberar, no sabía si sentía tristeza, enojo, melancolía. No sabía cómo actuar, como debía sentir, y empecé a reprimir algunos sentimientos de vez en cuando los cuales cada vez que rebalsaban el vaso en el que estaban todo a mi alrededor explotaba sin más.

Conocí más métodos de autolesión. Compré aquella caja de cigarros que, aunque no tenía el hábito de fumar si los usaba para encenderlos y proceder a quemarlos en mi piel sin piedad; las agujas que solo me insertaba sin problema alguno, realizando cortes pequeños con las puntas finas, mientras que mi mirada permanecía viendo el corte que generaban éstas y mi mente viajaba a kilómetros por hora tratando de razonar lo que hacía. Siempre llegaba al mismo punto luego de culminar, el cual era darme cuenta de que ya me había acostumbrado a todo dolor que no sentía nada que no fuesen las penas de mi corazón. Las navajas fueron mis mejores amigas en cada crisis; siempre estaban escondidas por mi habitación pero increíblemente en el momento de desesperación salían de sus escondites para querer besarme la piel con sus filosos labios. No encontrabas una, dos, no, las podías encontrar en cajas por cualquier lugar, pero yo trataba de fingir que no estaban a centímetros de mí. Pero era imposible, me marqué el cuerpo con ellas de una manera monstruosa que provocan flashbacks en mi cabeza cada vez que me veo al espejo.

Hasta que llegaste tu con tu brillante sonrisa que me hizo querer salir de todo eso, me diste una vuelta de ideas, de expectativas. Me diste ganas por primera vez de querer salir adelante con todo, me diste fuerzas para vivir que no tenía porque no sabía de donde sacarlas. Siempre con tus palabras de aliento me animabas los días sin que lo supieras. Siempre fuiste mi apoyo más incondicional en esos momentos tan oscuros.

Siempre recuerdo aquella vez que tuve una de las peores crisis de mi vida, en la que me había cortado tal cual filete de carne las piernas y ya estaba listo para proceder a terminar mi vida misma en mi cuarto a oscuras. No sé cómo llegaste, no sé si fue tu sexto sentido, pero llegaste en el momento justo para detenerme.

"—Chenle, pero que has hecho ho..."

Me dijiste con tu voz muy apagada, no lo olvidaría nunca. Por tus mejillas pálidas se posaron algunas lágrimas y me abrazaste ahí sentados en el suelo mientras había un charco bastante considerable proveniente de mis brazos y piernas. Me abrazaste tan fuerte que sentí frío mi corazón siendo invadido por tu calor corporal. Yo estaba en shock mientras me dijiste  "Iré por unas vendas, las buscaré no me tardo, no hagas nada por favor Chenle" y buscaste por toda mi casa hasta que diste con tu objetivo. No me preguntaste nada, no hiciste preguntas incómodas, solo te encargaste de limpiar la sangre alrededor y de vendar mis heridas. Lo que nunca supiste Jisung, es que ahí me empezaste a vendar también mi roto corazón.

Pero ya no estás, me devolví al inicio de todo.

Definitivamente quemarme con cigarrillos y lastimar sin límites mi piel pálida son unas de las cosas que no sabía que volvería a hacer otra vez en mi maldita vida.

Scheitern | Chenji [NCT]Where stories live. Discover now