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Jake.

Seattle.

La siguiente mañana lo primero que hice al llegar a mi oficina fue quitar la fotografía de Lua de la esquina del tablero y meterla en el último cajón de mi escritorio como si eso borrará la terrible sensación que sentí cuando me dió aquella mirada tan fría.

El brilloso verde de sus ojos se había apagado, habían regresado a ser dos pares de ojos oscuros.

Había sido un imbécil.

Deje que Chelsea se metiera en mi cabeza, había mil razones más para que Lua estuviera en aquella fiesta y decidí creerle a Chelsea que no había parado de mencionar —sin prueba alguna— que Lua tenía algo que ver con Lambert.

Estaba furioso con Chelsea, conmigo, con todo el mundo.

Lua no respondía ninguna de mis llamadas, directamente saltaba a buzón cada vez que intentaba llamarla.

—Torres.—lo llame desde la puerta de mi oficina.

—¿Si, señor?—me miró desde su cubículo.

—A mi oficina, ahora.—dije y me moví hasta mi escritorio.

Torres no tardo más de dos minutos en aparecer en mi oficina listo para recibir alguna orden de mi parte.

—¿En qué puedo servirle, señor?—dijo con las manos a sus costados manteniéndose recto.

—Te quiero dentro de este caso, por favor avísale a la agente Simpson que queda fuera.—ordene con la voz tensa.

Vaciló un momento, pude percibirlo.

—¿Algún problema?—ladree irritado.

—No, señor.

—Retirate, estudia el expediente y después regresas a mi oficina.

—Si señor, permiso.—dijo déjame de nuevo solo en lo oficina.

Tome mi celular y entre en su chat.

Jake.
Por favor, hablemos.

Su respuesta fue casi inmediata.

Lua.
Déjame en paz.

Sin perder tiempo la llamé esperando que está vez respondiera pero mi llamada volvió a saltar al contestador, maldije en voz baja irritado por lo que había pasado la tarde del día anterior.

La decepción en su voz, la frialdad en su mirada.

Lo había jodido, eso estaba bastante claro y no estaba seguro de que hacer para que volviera a confiar en mí o si en algún momento lo volvería a hacer.

Estaba tomando un respiro cuando la puerta de mi oficina se abrió con brusquedad dejando a la vista a Chelsea bastante furiosa, sentí mi cuerpo tensarse.

—¿Quien demonios te crees para sacarme del caso?—chillo molesta.

—Tu jefe.—me puse de pie.

—¿Por qué me has sacado?—gruñó.

—Entorpeces la investigación.—recargue las palmas de mis manos en mi escritorio.

—¿Yo?—soltó una risita incrédula— ¡Lo único que he hecho es ayudar!

—Baja el tono de voz.—pedí controlandome para no explotar— Tu obsesión por este caso no nos permite avanzar, intentando convencer de que personas inocentes son culpables.

Dirigió de inmediato su mirada al tablero dónde ya no se encontraba la fotografía de Lua.

—Es por ella, ¿no?

—No.—dije tajante— Te recomiendo mantenerte al margen de la situación, no me obligues a cambiarte de departamento.

—No harías eso.—me miró rabiosa.

—Lo haré sino te mantienes al margen, estás fuera de este caso.—di mi última palabra.

Su mirada se volvió furiosa antes de salir de mi oficina dando un portazo, me volví a sentar en mi silla soltando un gran suspiro y tome el teléfono inalámbrico de mi escritorio para llamar a una floristería.

Tal vez una peonias no arreglarían nada pero era mi muestra de que no me daría por vencido.

Añadí un tarjetita a las flores con una frase citada del principito que esperaba que moviera algo en ella, algo que le hiciera darme otra oportunidad para demostrarle que no estaba fingiendo.

El tiempo parecía pasar lento mientras esperaba que la floristería me confirmara que habían entregado las peonias a Lua, no lograba concentrarme mientras esperaba alguna respuesta.

Respuesta que por supuesto, me decepcionó.

Lua no había aceptado las flores.

Criminal. ©  Where stories live. Discover now