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Lua.

Seattle.

Una semanas después.

Apreté los muslos debajo de la mesa mientras estiraba mi mano para alcanzar el vaso con agua sobre la mesa, lo lleve a mis labios dando pequeños tragos mientras seguía el movimiento de la mano de Jake que llevaba el último trozo de panqué a su boca.

Esa boca. Demonios.

Sus ojos se posaron en los míos y tuve que hacer mi mayor esfuerzo para que no viera lo que pasaba por mi mente en ese mismo instante pero la sonrisa socarrona en sus labios me hizo saber que falle.

Maldición, solo podía imaginar sus labios sobre mi piel.

Me aclare la garganta dejando el vaso de nuevo en la mesa y mire distraídamente la hora en mi reloj digital.

—Creo que tenemos una conversación pendiente.—levanté mi mirada de nuevo a él. No sabía si se refería a lo que había pasando en el restaurante o después de ello.

Guarde silencio esperando que continuará.

—¿Qué has pensado?—dijo con delicadeza tomando mi mano por encima de la mesa.

¿Qué había pensado? En los últimos días solo podía pensar en la forma en la que me había follado contra la puerta de mi casa y en el maravilloso orgasmo que me había dado.

—¿Sobre qué?—la voz me fallo y las mejillas se me encendieron.

Una sonrisa intento tirar de sus labios sin embargo no lo logro, junto sus labios en una fina línea y respiró hondo.

—Déjame demostrarte que no estaba fingiendo.—la seriedad se adueñó de todo él— Sin mentiras.

Baje la mirada a nuestras manos.

Sin mentiras.

De nuevo comenzó un debate dentro de mí pero está vez no era por la situación era por hacer lo correcto o lo incorrecto. Yo escondía un gran secreto que nunca había tenido que esconder, Liam y yo nos moviamos en el mismo mundo sin embargo Jake y yo éramos de mundos distintos.

Mientras el hacia el bien, yo hacia el mal.

Lo correcto era renunciar a él, alejarme y cada uno seguir con su camino pero demonios, quería ser malditamente egoísta y tenerlo porque me hacía sentir viva, Dios, me hacía sentir tan viva que no me importaban las malditas consecuencias.

Correría el riesgo.

—Sin mentiras.—susurré asintiendo ligeramente.

Jake pago la cuenta y salimos del restaurante tomados de la mano, no pude evitar notar como varias mujeres lo seguían con la mirada y en un impulso me pegue más a él, giro su cabeza hacía mí y sonrío.

—¿Qué quieres hacer ahora?—se detuvo cuando llegamos a su coche.

—¿Puedes llevarme a casa? Debo ir por mi hermana al aeropuerto.—hice un mohin.

—¿Al aeropuerto?—me abrió la puerta de pasajero.

—Si, hoy llega de Londres.—mencioné cuando Jake ocupo el lugar de conductor.

—¿De Londres?

Asentí con una sonrisa.

—En las últimas semanas ha estado viajando a algunas partes del mundo, visitando universidades.—dije con el orgullo abrazando mi voz.

—Increíble.—susurró sonriendo— ¿Tú estudiaste la universidad?

Baje la mirada a mis piernas comenzando a tirar de los hilitos en las rupturas de mi pantalón.

—No.—respondí después de unos segundos.

—¿Por qué?

—No lo sé, creo que mi única prioridad siempre fue que Sophie tuviera la vida más fácil.—fruncí ligeramente las cejas— Era, éramos unas niñas cuando huimos de nuestro hogar.

—¿Huyeron?—una de sus manos se posó en mi rodilla.

Asentí mirando su mano en mi rodilla.

—Mi padre era una bestia, no le importo dejarnos sin madre y sin hogar.—confesé aún sin mirarlo.

¿Por qué le estaba diciendo esto?

Era la parte más oscura de mí, los momentos dónde sentía que no podía dar más de mí sin embargo lo hacía por Sophie, todo siempre ha sido por ella.

—Lo siento mucho, Lu.—me dió un apretón en la rodilla.

—No importa, hace muchos años de eso.—le reste importancia aunque a mí yo pequeña, aún le dolía.

—¿Tú padre... Él...—se giro hacia mí cuando aparcó el coche fuera de mi casa.

—Murió aunque a veces su fantasma aún me persigue.—una mentira o una verdad a medias, depende como se viera.

—Eres muy fuerte y estoy seguro que Sophie está muy agradecida contigo.—acuno mi mejilla derecha.

Un extraño nudo se formó en mi garganta y las lágrimas picaron mis ojos, los cerré y respire hondo.

—Hago lo mejor que puedo.—sonreí.

—No me cabe duda de ello.—con su pulgar acarició mi mejilla.

Poco a poco nos fuimos acercando, sentí como nuestras respiraciones se mezclaban y mire ese par de ojos cafés antes de cerrar mis ojos y dejar que sus labios tomarán los míos de esa forma que hacía que mi alma bailara.

Un beso tan dulce y lento que pude sentir como todo en mi vida volvía a estar en perfecto orden, no existía nada más que no fuera Jake besándome en el interior de su coche.

Al separarnos junte mis labios intentando ocultar una sonrisa.

—Debo irme.—aunque no quería hacerlo.

—Lo se.—acomodó un par de mechones detrás de mis orejas— Te llamaré.

—Más vale que lo hagas.—dije entre sonrisas antes de abrir la puerta de su coche y bajar— Por cierto, me debes unas bragas.

Soltó una carcajada y sacudió la cabeza.

—Nos vemos, fierecilla.

Antes odiaba tanto que me llamaba así pero ahora, me encantaba.

—Nos vemos, Jake.—dije y cerré la puerta de su coche.

Mientras tomaba las llaves de mi coche mi celular sonó indicando una llamada entrante, lo saqué de mi bolso y deslice mi dedo sobre la pantalla.

—David.—respondí mientras subía a mi coche.

—Lua...—hizo una pequeña pausa— ¿Estás ocupada?

—Un poco, estoy por ir por Sophie al aeropuerto.—conecte mi celular al coche para poder conducir— ¿Qué pasa?

—¿Puedes venir al hospital más tarde?—su voz sonaba rara.

Me quedé en silencio.

—¿Lua?

—Si, nos vemos más tarde.—dije y colgué quedando con una extraña sensación en el pecho.

Criminal. ©  Where stories live. Discover now