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Lua.

Seattle.

Todo había salido a la perfección. La policía nos había descartado por completo como sospechosos y todo parecía volver a la normalidad o eso parecía.

Aquella mañana me encontraba levantando los platos del desayuno que acababa de compartir con Jake para llevarlos al fregadero cuando ví como dejaba lentamente una copia de una llave sobre la mesa.

—¿Qué es eso?—dije yendo a dejar los platos al fregadero.

—La llave de mi departamento.—dijo a mi espalda.

—¿La has perdido?—me gire para mirarlo.

Sacudió la cabeza.

—Es para ti.—deslizo la llave a mi dirección.

—¿Para mí?—susurré mirando la llave.

—Si, puedes usarla para venir aquí siempre que quieras.—sus ojos brillaron— No te pido que te mudes conmigo, bueno, no por el momento.

—Jake, esto es...—tome la llave asombrada— ¿Estás seguro?

—Totalmente.—se levantó y camino hacia mí tomándome por la cadera— ¿Qué piensas?

Mire la llave con una sonrisa y después a él.

—Que me tendrás aquí todos los días.—arrugué la nariz juguetona.

Soltó una risita.

—Eso me haría muy feliz.—subio su mano a mi mejilla dejando caricias suaves— Te quiero hermosa.

Gire mi rostro y bese la palma de su mano.

—Te quiero.—respondí con el corazón lleno de alegría.

Nos fundimos en un beso que me hizo saber lo feliz que se encontraban, me pegó a su cuerpo y con su mano en mi nuca profundizó y dirigió el beso a su antojo.

—Debo ir a trabajar.—dijo en voz baja al separarse.

—Okay.—suspire— ¿Te veo más tarde?

—Por supuesto.—beso rápidamente mis labios— Pásate a la hora de la comida por la oficina.

Asentí con una sonrisa.

Lanzo un beso al aire y salió del departamento dejándome con una increíble y llenadora sensación en el pecho justo donde pegue la llave que Jake me había dado.

Más tarde para el almuerzo me encontré con mi hermana en el centro comercial donde la acompañe a comprar su vestido de graduación que sería solo en un par de días, mientras ella miraba aproveche para yo también hacerlo.

Sophie se probó vestido tras vestido en distintas tiendas sin quedar convencida por alguno, parecía bastante desanimada cuando entramos a la última tienda del centro comercial.

—La graduación es en cinco días y yo no tengo vestido.—me miró con ojos de cachorrito.

—Vamos a encontrarlo.—le acomode unos mechones de cabello— Busca por allá y yo por allá.

—Okay.—hizo morritos.

Sonreí sacudiendo la cabeza mientras me dirigía a la zona donde le había dicho, busque entre todos los vestidos colgados tomando entre ellos los que pensaba que podrían gustarle a mi hermana.

Uno lila, uno verde esmeralda y uno rojo.

Una chica se encargó de llevarle los vestidos al probador mientras yo me sentaba a la espera de que Sophie saliera a mostrarme como le quedaban los vestidos.

Cinco vestidos después salió con una gran sonrisa en sus labios vistiendo uno de los vestidos que yo había elegido para ella.

—Definitivamente el rojo es nuestro color.—sonreí poniéndome detrás de ella mirandola por el espejo— ¿Qué te parece?

—Me encanta.—dijo con sinceridad.

—Entonces, hemos encontrado tu vestido.—bese su cabeza— Ve a vestirte, iré a pagar.

Lleve a Sophie a la casa y después conduje a la oficina de Jake llegando justo a tiempo, saludé al hombre en la entrada y pedí un gafete para poder subir al piso donde trabaja Jake.

Pase de largo a su oficina abriendo la puerta sin llamar encontrandolo ahí junto a otro hombre de cabellera negra que me daba la espalda.

—Lo siento.—dije apenada— Debí llamar.

—No te preocupes, ya terminamos.—se puso de pie junto al otro hombre— Déjame te presento a mi nuevo compañero...

El hombre delante de Jake se dió lentamente la vuelta haciendo que mi boca se secara y mi corazón se alterará.

—...El es Raphaël M...—se detuvo cuando no pudo pronunciar su apellido.

—Moreau.—se termino de presentar el susodicho.

Puse una sonrisa en mi rostro y extendí mi mano hacía él.

—Un gusto, Lua Jeferson.—intenté que mi voz no saliera tensa.

—El placer es mío, señorita Jeferson.—estrecho mi mano.

—Ella también es francesa.—retire con rapidez mi mano cuando Jake hablo.

—¿De verdad?—sus ojos claros brillaron.

—Al parecer a los franceses les gusta Seattle.—bromeo Jake.

—Si, eso parece.—mire a Raphaël con la mandíbula tensa, me aclare la garganta y mire a Jake— ¿Nos vamos?

—Si, andando.—me sonrió— Ya sabes que hacer, Raphaël. Cualquier cosa llámame.

—Si señor.

Jake se giro para tomar su saco del respaldo de su silla ajeno a Raphaël que al pasar a mi lado murmuró unas palabras que me dejaron helada.

—À bientôt ma soeur.

Nos vemos pronto, hermanita.

Criminal. ©  Where stories live. Discover now