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Salió de la tienda maniobrando entre su celular y el cuerpo que tenía en brazos, su corazón palpitaba como nunca. Sentía que la sangre de Toni quemaba su piel como si fuera lava.

Llamó a su número de emergencia con dedos temblorosos.

Al cuarto tono la llamada conectó. "¡Gustabo!" Gritó el superintendente a su móvil con desesperación.

"¿¡Pero qué coño!? ¿¡Qué quieres trozo de mugre!?" Gritó su hijo desde el otro lado. El mayor podía escuchar el temblor en su voz con claridad, seguramente asustado.

Conway respondió un escueto "espera" sin aire. Dejo el celular en el capó del vehículo y acomodó el cuerpo de Toni con el mayor cuidado que sus torpes manos podían.

La parte trasera de su coche no era el lugar ideal para la delicada situación del italiano, pero el no podía permitirse llamar a una ambulancia o llevarlo a un hospital. Pondría en riesgo su vida y la de los demás.

Se conformó con ponerle una manta encima. Se tomó un segundo para respirar, tomó su teléfono, cogió el volante con más fuerza de la necesaria y contestó al alterado rubio, que seguía gritando. "Gustabo, necesito que llames a tu amigo, el médico con pinta de drogadicto, a casa." Dijo en una voz ronca, cansada.

Gustabo al otro lado de la línea resopló. "Tienes suerte que ya estaba aquí, viejo."

Conway soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo. "Gracias, enseguida llego" colgó antes de escuchar la respuesta. Poniendo su celular en su frente, cerró los ojos mientras contaba hasta diez.

Al terminar su conteo, arrancó el vehículo con la ira ardiendo por sus venas. Ahora que se le estaba yendo el susto, su mente solo podía maquinar torturas e insultos para los imbéciles que se atrevieron a ponerle una mano encima al italiano.

Esquivaba autos y semáforos con habilidad mientras maldecía una y otra vez en voz alta. Girando su cabeza de vez en cuando al rubio convaleciente de atrás que gemía de dolor entre tramos.

Al llegar a su casa, saco a su acompañante rápidamente y de una patada abrió la puerta de entrada.

Gustabo le esperaba con los brazos cruzados en el sofá, no parecía asustado por su entrada más bien enojado, su amigo Claudio aún lado estaba pálido y con los ojos abiertos en horror.

El rubio se levantó de un brinco al ver a su compañía, tomó al italiano en brazos sin dirigirle la palabra ni una mirada. Dejó al chico inconsciente aún lado de su amigo, dándole un asentimiento para que comenzará a tratarlo.

Conway no podía moverse. Sentía como si todas sus extremidades fueran gelatina, sus manos estaban más frías de lo que el recordaba y su respiración se entrecortaba.

Gustabo regresó a su lado con sus ojos brillando en furia. "Conway, será mejor que vayas a cambiarte." Abrió la boca más por reflejo que para protestar, pero su hijo lo interrumpió. "Aquí solo serás una puta molestia, deja que Claudio y yo nos encarguemos."

Aún si quisiera sus piernas no acataban ninguna orden. Gustabo lo entendió con solo un vistazo. Su hijo dió un suspiró exasperado antes de tomarlo del brazo y arrastrarlo hacia su habitación.

"No te puedo cuidar, viejo. Tengo un tío desangrándose en el sofá." No respondió su boca demasiado seca como para articular palabra. "Enseguida vengo."

Cuando Gustabo salió de la habitación, Conway respiró hondo, logrando solo que su mente entrará en trance. Con furia estalló contra su mobiliario. Almohadas y sábanas volaban, se podían ver trozos de vidrio desperdigados por el suelo, su mesita de noche había sido aniquilada, dejando solo en pie a su viejo armario.

i never told you what i do for a living Where stories live. Discover now