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Toni despertó sobresaltado. Sus ojos inyectados en sangre podían ser vistos moviéndose de forma alocada, revisando cada centímetro de la habitación en donde estaba con desesperación y miedo.

Sus ultimos recuerdos vinieron a su mente sin piedad, aumentando aún más su pánico.

Mascaras riéndose, el corte del metal atravesando su piel. El olor repugnante de la sangre y el sabor salado de sus lágrimas. Sus gritos y plegarias. Ninguna escuchada.

Tragó un sollozo. Intentó gritar pero las palabras estaban presas en su seca garganta. El esfuerzo solo le trajo como resultado unos oídos taponados.

Las lágrimas aparecieron casi al instante. Quería llorar, crear un mar con cada gota y ahogarse en el. Quería gritar hasta desgarrar su garganta.

Pero no podía hacer nada. Nunca podía hacer nada.

Su cuerpo le dolía horrores. Como si de nuevo tuviera seis y viviera en la casa de su padre.

'¡Quiero vivir!' Gritaba en su mente como animal herido. '¡Porfavor déjenme vivir!'

Su pulso aumentó. El aire no entraba a sus pulmones. Todo se veía borroso,  opaco. Sentía que las cuatro paredes se le venían encima dispuestas a matarlo. Temblaba de forma descontrolada, no tenía control de su cuerpo.

'¡Voy a morir!' Repetía. '¡Alguien, el que sea! ¡Porfavor!'

Parecía que por una vez Dios escuchó sus plegarias cuando la puerta se abrió de sopetón, asustando al italiano el doble.

Por el umbral entró un rubio que se le hacía familiar. Con un horrible abrigo rojo, unos auriculares puestos y una bandeja en sus manos.

"Mayonesa, ella me bate como haciendo mayonesa." Cantaba con los ojos cerrados y una sonrisa de oreja a oreja.

Toni lo hubiese encontrado gracioso en otra situación si no fuera porque sentía que se estaba por morir.

El rubio abrió los ojos encontrándose con los suyos. El mayor por un instante pudo ver el momento exacto en que el otro se dio cuenta de su estado. Miles de emociones pasaron por esos orbes azules de forma errática.

Cerro sus ojos con fuerza cuando un ataque de tos lo invadió. Sintio el sabor a metal en su boca, provocándole náuseas y una nueva ola de temblor.

Solo pudo reconocer en su estado el ruido de vidrio roto y metal chocando contra el piso. Unas manos golpeaban su espalda con delicadeza, mientras una voz serena lo instaba a inhalar y exhalar.

Conocía los pasos como la palma de su mano. Pero aún así se aferró a esos brazos con desesperación, siguiendo cada palabra susurrada religiosamente.

"Lo estas haciendo bien, Toni. Ahora exhala una vez más." Dijo su compañía luego de lo que parecían horas.

Cumplió de forma obediente. Sintiendo como el cansancio pasaba a tomar el lugar del pánico.

Abrió los ojos cuando pensó que su pecho no explotaria. Miró al tipo que lo había ayudado con más atención, chocando miradas sin quererlo. Trago duro, esta vez por la emocion. Reconocería esa mirada en donde sea.

"¿Gustabo?" Dijo en un susurro entrecortado.

El rubio sonrió. "Hola Toni. ¿Te traigo agua?"

Toni lo miró escéptico. "Desapareciste." Acusó entre suspiros con esfuerzo.

Gustabo negó con su cabeza y rodó los ojos. Recostó al herido rubio delicadamente. "Hablaremos luego de que limpie este desastre y te traiga agua y algo para comer. Solo dios sabe como sigues consciente luego de esto."

i never told you what i do for a living Where stories live. Discover now