Luces.

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Las vueltas estridentes del vestido verde aterciopelado distrajeron su concentración del tecleo en la computadora, giró en su silla para ver a Lacey abrazada a su bolso de mano con la mirada perdida en el techo del laboratorio.

—Ay... Axl es tan lindo.

Sin poder preguntar el porqué de su arrebato, el suspiro sentimental acentuando la declaración le cambió las expresiones faciales a un blanco turbado.

—Sí... —el biólogo dio media vuelta de regreso a sumergir la pesadumbre en el monitor.

La mujer de piel oliva se llevó las manos a la boca.

—¡Oh, por dios! Lo siento —después se pegó al respaldo de la silla—. Te gusta, ¿verdad?

—Ah...

—Claro, por eso están saliendo.

Cuando Jeffrey la miró tenía la cara cubierta con una mano, apenada por la situación.

—Eh...

—Olvida lo que dije. Me alegra que vuelvas a salir con alguien. Ya te estabas quedando.

Del desaliento pasó a la risa, aventando su bolso sobre el escritorio contiguo sin ningún tipo de cuidado.

Su compañero fue tras ella con la mirada, la ironía plantada en su rostro.

—¿Y me lo dices tú?

—Mejor ponte a trabajar —su mano fue atrás y adelante en un gesto para restarle importancia al asunto—. Y que conste que Axl es todo tuyo sólo porque soy una buena amiga.

Los oídos de la mujer captaron la risa sutil de su amigo en camino a buscar su bata del perchero, pintándole una sonrisa en sus labios rosados.

...

Dejar la bata en el laboratorio fue el sentimiento más grato en el mundo para él en un día como ese. Le gustaba su trabajo, mucho, pero anhelaba el fin de semana para pasarlo con alguien a quien le emocionaba conocer.

Viernes por la noche y el precioso Bill le esperaba fuera en su sosegada motocicleta.

...No.

Viernes por la noche y el sosegado Bill le esperaba fuera en su preciosa motocicleta.

Eso. Aunque, pensándolo bien, había sonado mejor la primera vez.

Frente a frente, los ojos del de menor estatura brillaban como esmeraldas a la luz de la luna, fijos en él, en sus labios, sus ojos y,

—Me encanta tu cabello.

Cierto, era la primera vez que lo veía sin su boina.

—Gracias.

Bailey enroscó uno de los rizos castaños que reposaban en el cuello del otro, como excusa para acercarse un poco mejor a él, obteniendo sus manos en la cintura.

—Es el corte más atractivo que he visto. Después del mío, claro.

Isbell movió la cabeza adelante y atrás, cerrando la pequeña brecha entre sus caras, a un respiro de los labios entreabriéndose en anticipación.

—¡Adiós, chicos! ¡Axl, Jeffrey! —los gritos de Barbara a la distancia obligaron su separación.

El pelirrojo levantó la mano para despedirse, el otro soltó una risa corta, negando con la cabeza. Debió haberlo previsto, las venganzas de Lacey eran prontas, simples e inofensivas, pero cómo arruinaban momentos y atmósferas enteras en un santiamén.

—Vámonos de aquí —sugirió Bill.

Y se montaron a la Harley que el propietario le permitió conducir de nuevo.

¡Carajo, lo hizo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora