Capítulo 18: Adagio

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26 de Agosto de 2020 11:11 am, Ciudad de México.

Aysel Ferrara Ávila.

Su corazón latía a mil mientras caminaba en dirección al lugar poco conocido del bosque. Presentía que estaba libre debido a que pocas personas lo visitaban, sin embargo, todavía existía la posibilidad de que hubiera alguien o que incluso ella estuviera tomando el camino equivocado, pues una foto del mapa que halló en un letrero de la entrada dónde no se podían distinguir con exactitud los lugares, no le estaba sirviendo de mucho. Los minutos pasaban y su ansiedad aumentaba.

Practicaba mentalmente lo que diría con el temor de equivocarse al hablar y arruinar el momento que planeó junto a Carina y Julio en días anteriores. Se aseguró de lucir impecable con un pantalón liso de color barbecho, al igual que el abrigo largo del mismo color que llevaba sobre el antebrazo derecho y que en conjunto hacía un buen contraste con la blusa de cuello largo de color negro y tela ligera que llevaba.

Recordaba como los días anteriores que pasó escribiendo pequeñas notas a mano con pistas para guiar a Elena hasta el lugar donde se verían, Robbins y Julio fueron los encargados de repartirlas por todo el estudio de Morel y la pelirroja se quedó a guiarla, mientras que San Agustín dijo que la vería en aquel lugar, uno que Carina conocía del bosque, pero que era poco concurrido por los visitantes debido a que no era tan llamativo como otras atracciones.

—Pensé que no llegarías —dijo cuando vio al chico de pelo platinado llegar.

—Me perdí —confesó Julio—. Llevo diez minutos intentando encontrarte.

—Te iba a marcar si no llegabas —dijo Aysel—. Yo también casi me pierdo.

—¿Nerviosa? —cuestionó el modelo parándose a su lado.

—¿Se nota mucho? —respondió Aysel.

Julio la analizó de pies a cabeza, no tuvo que profundizar mucho para notar la inquietud evidente en todo su cuerpo producto de las ansias que poseía en su interior, cuyas causas eran variadas. Ferrara era aquella mujer que se enfocó en su vida laboral y en sus relaciones dentro de sus propios límites, con una repulsión interna por ellos. A sus propios ojos era una presa incapaz de escapar. Aysel estaba encerrada dentro de una jaula hecha para ella misma, con una puerta que podía abrir a voluntad, pero que su propio temor le impedía hacerlo.

—Un poco —se limitó a contestar.

Aysel asintió y observó a su alrededor, ubicada junto a la fuente de bronce, obra de Charlotte Yazbek cuya inspiración nació en una pieza musical llamada Adagio del músico barroco Albinoni. Dicha fuente se hallaba cerca del Altar a la Patria en Chapultepec, escondida junto al tráfico de Circuito Interior. Una paradoja interesante dónde el ruido tenía su contraste con aquel fragmento de tranquilidad.

La escultura de 1974 poseía una inscripción que llamó la atención de Aysel y la cual se acercó a leer.

Haré fundir en bronce lo redondo de tu beso y mi beso, y lo pondré en el centro de tu olvido para que no lo olvides.

Al terminar de leer, escuchó un par de voces familiares acercándose y se dio la vuelta. Encontró a Robbins cubriendo cuidadosamente los ojos de Elena mientras la guiaba hacia adelante. Morel tenía una sonrisa en su rostro, resultado de aquel recorrido divertido que volvió aquel día más interesante que los anteriores. Ferrara se acercó a ellas y Julio se apartó un poco dejándoles espacio.

Cuando Carina retiró sus manos de la vista de Elena, la diseñadora estaba a unos pasos de Aysel, quien de alguna manera conservaba su expresión pacífica a pesar de estar consumiéndose por el nerviosismo puro. Morel se quedó inerte, observándola sin borrar su sonrisa de sus labios. Carina y Julio se marcharon para dejarlas a solas.

SOUFFRANCE | Primer LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora