En la lechucería

6K 919 112
                                    


La oportunidad de hablar con Malfoy se le ofrece apenas unos días después de que Ron lo sugiriese. Harry ha estado dándole muchas vueltas y, aunque no lo ha admitido delante de sus amigos, es consciente de que la posibilidad de él y Malfoy yendo juntos al baile es algo que se ha planteado, aunque sea jocosamente. U oníricamente, no tiene muy clara la línea divisoria.

Ginny, que tampoco pareció muy contenta del resultado del brebaje experimental de sus hermanos, ha tratado de presentarle a algunas compañeras y compañeros de su curso que estarían encantados de ir al baile y que pagarían por ir con Harry Potter, pero este ha rechazado lo más educadamente que ha podido el ofrecimiento. Sólo Fred y George, que están elaborando más brebaje tras lo que han considerado un resultado positivo a pesar de la reprimenda de Hermione, que lo considera poco ético, celebran el resultado del experimento; aunque Harry sospecha, dada la antipatía que sienten hacia los Slytherin en general, que sólo están siendo prácticos y es su forma de no hurgar en la herida.

Es fin de semana y Harry ha subido a la lechucería para encontrar un animal que pueda llevar una carta a Sirius. No se ha atrevido a contarle lo ocurrido con el brebaje experimental, porque su padrino está más ocupado en las noticias que llegan del Ministerio y de la red de exmortífagos que han descubierto gracias a la detención del falso Moody que de los cotilleos sentimentales del baile del colegio, aunque sí ha dicho varias veces que le habría gustado estar en el castillo en esas fechas.

Malfoy está de pie junto a un enorme búho real, que agita las alas, complacido por las tiras de carne seca que el chico le está dando mientras le habla con amabilidad. Al verlo, Harry se detiene y mira a su alrededor, cerciorándose de que ambos están solos. Malfoy no lo ha visto llegar, así que aprovecha para observarlo a placer. Como siempre que está a solas, el rostro del chico está relajado y no tiene la expresión de desdén que parece dedicar continuamente a todo el mundo y, sobre todo, a Harry. La sonrisa con la que mira al búho es sincera y el tono con el que le habla, cariñoso. No por primera vez, Harry piensa que Fred y George no tienen razón y que Malfoy, si sonríe, es un chico tan lindo como cualquiera de los que le han señalado como alternativa.

Con un carraspeo, Harry trata de llamar educadamente la atención de Malfoy. Este se vuelve hacia él y, por un instante, su sonrisa se ensancha antes de perderse en un gesto serio de sospecha.

—¿Qué haces aquí, Potter?

—Hola a ti también —dice Harry, fastidiado por el tono defensivo del chico. Malfoy no se inmuta y levanta una ceja, insistiendo en una respuesta—. Venía a dar de comer a las lechuzas, pero supongo que me conformaré con enviar una carta.

—Tú tienes tu propia lechuza —señala Malfoy, volviéndose hacia el búho de nuevo.

—Ya... Sí... Eh... —Harry se muerde el labio, tratando de improvisar una excusa—. Acaba de volver de un viaje largo y no quiero cansarla, así que pensé...

—Sí que estás solicitado. —Harry parpadea. No sabe bien cómo tomárselo. Está claro que hay una burla en el subtexto, pero no se siente como si violase la tregua que no han hablado, sólo como un intercambio equitativo de pullas y sarcasmos. Malfoy le entrega un enorme sobre al búho, ignorando a Harry, y le habla en voz baja—. Malfoy Manor, en Wiltshire. Directamente a papá, ¿de acuerdo?

—¿Es tuyo? —pregunta Harry cuando el ave sale volando por una de las aberturas de la torre. Malfoy camina hasta ella, sin apoyarse en el muro, lleno de excrementos, para observar cómo el búho se aleja. Harry, con la carta para Sirius arrugada en la mano, lo imita. Es una de las torres más altas del castillo, pero no siente ni pizca de vértigo, acostumbrado como está a volar en escoba.

—No —responde finalmente Malfoy, cuando Harry creía que ya no lo iba a hacer—. Pero Wiltshire está lejos de Escocia y si está descansado, prefiero que sea él quien haga el viaje antes que una de las lechuzas más pequeñas, así que... Digamos que es un viejo conocido.

—Qué bien —dice Harry, sintiéndose estúpido al hacerlo, sobre todo cuando Malfoy lo mira de reojo con una ceja levantada.

La sensación de estar hablando civilizadamente con Malfoy se disipa al instante, pues el chico rubio no añade nada más y Harry no sabe qué más decir. Querría, como Ron y Hermione dijeron, preguntarle al respecto de lo ocurrido en el mundial, acerca de su padre, sobre si todavía sigue pensando en Hermione como una sangresucia aunque ya no utilice el término, pero cualquiera de las posibles conversaciones iniciadas así tienen más visos de acabar en una pelea que en una respuesta razonable. Así que se queda a su lado, en silencio, sintiendo el aire otoñal y disfrutando del paisaje que se ve desde el castillo. Y, aunque están callados durante más tiempo del que podría ser cómodo entre dos personas, Harry no lo siente así y lamenta cuando Malfoy se separa de la abertura y, con un gesto de cabeza, se despide de Harry para abandonar la lechucería con pasos elegantes.

—¡Malfoy! —dice Harry, tratando de detenerlo, aunque todavía no ha pensado qué quiere decirle. El chico se para en la puerta y lo mira con una chispa de interés en los ojos grises. Harry se acerca a él, sorteando los palos en los que descansan las lechuzas y esquivando un par de picotazos molestos.

—¿Vas a preguntarme otra vez si quiero ir al baile contigo? —pregunta Malfoy, al ver que Harry se queda de pie delante de él, sin añadir nada más, con tono de sospecha.

—¡No! Sólo... —Harry se lame los labios, tratando de pensar cómo plantear el tema.

—Es obvio que no, Potter —dice Malfoy, rodando los ojos. Harry maldice en silencio, por no haber captado la broma.

—Es... Yo... Gracias. —La ceja de Malfoy se levanta con incredulidad hasta el nacimiento de su cabello, fino y rubio, distrayendo a Harry por un segundo—. Por lo del mundial. Por avisarnos de que fuésemos por otro lado. No debió ser fácil, sabiendo que probablemente podías meterte en un lío con tu padre y... En fin, que gracias por el aviso.

El rostro de Malfoy se transforma al escuchar sus palabras. De pronto, es inexpresivo, aunque sus ojos delatan las emociones que está sintiendo por dentro. Harry no sabe qué está pensando el chico, ni si su torpe agradecimiento será suficiente para obtener la respuesta que desea, pero intuye o, como diría Hermione, desea intuir que la forma en la que los iris plateados de Malfoy se han empañado de emociones es buena señal. No obstante, Malfoy no dice nada, sólo asiente de nuevo y se da media vuelta para bajar las escaleras. Harry, desconcertado por el brusco final de la conversación, lo sigue durante un par de escalones.

—¿No tenías que enviar una carta? —dice Malfoy, deteniéndose al notar que Harry va tras él.

—Yo... ¿Sí? ¡Sí! —asiente, estrujando más el pergamino donde ha escrito el nombre de Canuto para no delatar a Sirius. Fastidiado por tener que dar por concluida la charla con Malfoy ahora que se ha atrevido a plantear uno de sus dilemas, retrocede hasta la lechucería. Malfoy continúa bajando los escalones de la torre, pero antes de alejarse demasiado, habla una última vez, sin mirar atrás.

—Me alegro de que lo captaras, Potter. Tenía mis sospechas de que hubiese sido demasiado sutil para ti.

Harry todavía tarda varios minutos más en reaccionar y, para cuando lo hace, ya no hay rastro de Malfoy en la escalera. Baja varios escalones, de nuevo, antes de recordar la carta para Sirius que lleva en la mano y volver a la lechucería una vez más para enviarla. Antes de enviarla rebusca en sus bolsillos en busca de una pluma encantada con tinta para añadir una postdata a Sirius, contándole esta vez lo ocurrido entre Malfoy y él durante las últimas semanas. Distraído, todavía pensando en las palabras de Malfoy, se lleva varios picotazos del malhumorado cárabo que elige en esta ocasión por no prestar la adecuada atención pero, curiosamente, no le importa lo suficiente como para dejar de sonreír.

Cuando, al día siguiente, cruza una mirada con Malfoy en el desayuno, el habitual saludo desabrido con la cabeza de Harry se ve aderezado con una sonrisa, que Malfoy corresponde durante unas milésimas de segundo, antes de volverse hacia Parkinson y susurrarle algo al oído.

Yule Ball [Drarry - Harco]Where stories live. Discover now