| CAPÍTULO 9 |

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Laia se encontraba hablando con Cristinini en la terraza de una cafetería, las dos había quedado para verse un rato.

– ¿Entonces hoy ya te vas? – preguntó Cristina.

– Si, la verdad es que me da pena, estos días aquí han sido increíbles – habló con algo de pena.

– Tía, sabes que puedes venir cuando quieras, solo tienes que llamarme y ya, en mi casa hay sitio hasta para Draco.

– Muchas gracias Cris – sonrió la castaña.

– ¿Has hablado con Daniela después de lo de ayer?

– No, pero no creo que sea yo la que empiece la conversación, no en este caso.

– ¿Por qué razón reaccionó así?

– Creo que la noticia en la que se nos vincula a Karchez y a mi, no le ha hecho mucha gracia.

– ¿Y eso por qué?

– Está perdidamente enamorada de él – la joven levantó los hombros.

– ¿Y ella no sabe qué Karchez y tú sois como hermanos? Lo sé hasta yo y no te conozco tanto como lo hará ella.

– Si, claro que lo sabe – Laia rodó los ojos – si la veo en estos momentos no sé cómo reaccionar.

– Es algo que nos pasa a todos, después de un enfrentamiento casi nadie sabe cómo reaccionar, en este caso la que debe pedir disculpas es ella, Laia – la apoyó Cristinini con una sonrisa.

– Eso lo sé pero... – hizo una pequeña pausa – pensar que se ha enfadado solo por eso...

– Si va a hablar contigo para arreglar las cosas, la decisión es tuya – comentó – si por el contrario sigue igual de revolucionada, siento decírtelo mucho pero esa chica no merece mucho la pena.

– Siempre mencionaba sobre la rabia que le tenía a los medios de comunicación por las mentiras que creaba, al final ella cayó en una de esas mentiras.

La conversación con Cristina había ayudado a la joven, ella no había tenido culpa de nada, ni siquiera había hecho algo.

– Por cierto – dijo Cristinini mientras se ponía de pie – cuidame a Carlos – la joven la miró extrañada – al gallego – guiño un ojo.

La asturiana sintió como el calor subía a sus mejillas, en un intento de disimular buscó en su bolso la cartera y se levantó dispuesta a pagar.

– No os hagáis los locos – volvió a picar la catalana.

– No sé de qué me hablas, Cristina – sonrió la joven.

Las dos entraron al local para pagar y aprovecharon para ir a dar un paseo antes de que la castaña se fuese para coger sus maletas.

– Ha sido un placer estar contigo – sonrió Cris – ya te lo he dicho antes, cuando quieras venir, me llamas.

– Gracias Cris.

Ambas se abrazaron durante unos segundos, se conocían de hace poco, pero la amistad que habían creado en tan poco tiempo era digna de admirar.

– Cuando llegues a Asturias me mandas un mensaje, ¿vale?

– Por supuesto.

(…)

El camino a Asturias se le hizo eterno, la falta de compañía la estaba matando de aburrimiento, aunque Cristinini intentaba entretenerla enviándole mensajes.

La joven decidió llamar a su abuela, con ello conseguiría distraerse un poco del viaje.

(...)

– ¡Draco!

El ladrador se lanzó a su dueña, estaba realmente eufórico.

– ¿Me has echado de menos pequeñín?

– Creo que la bienvenida lo ha dicho todo – comentó la abuela sonriendo – ¿como lo has pasado, mi niña?

– Muy bien, son todos muy majos, me han tratado muy bien – sonrió.

– Ya he visto que has ganado, pero los golpes se veían con mucha potencia, ¿estáis todos bien? – preguntó preocupada.

– Claro que si – sonrió la castaña para tranquilizarla.

– ¿Y que me dices del chiquillo que estaba sangrando por la nariz?

– No te preocupes, estamos todos bien.

Después de tener una charla con sus abuelos, Laia decidió que ya era hora de irse, por lo que ató a Draco y se dirigió a su casa.

– Siento mucho decirte que yo me voy a dormir ya, estoy realmente cansada – suspiró la joven mientras que observaba como su perro la escucha a detenidamente – te quiero mucho, Draco.

Tras esas palabras, Laia se acomodó en la cama y cerró los ojos, recordando las palabras de Cris.

“Cuidame a Carlos”

Siempre serás tú Où les histoires vivent. Découvrez maintenant