|CAPÍTULO 10|

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El día de la joven asturiana se había basado en colocar todas sus pertenencias, darle un paseo a Draco y hacer alguna que otra llamada.

Ella había acordado con el gallego que este último se quedase en su casa, ya era tarde y él necesitaba un descanso, mañana ya podría volver a Galicia.

La joven sonrió, se acercó al chico y rodeó el torso de él con sus brazos, Carola le aceptó el abrazo con gusto.

– Gracias por haberme invitado – dijo Carola aún abrazado.

– No me agradezcas nada, Carola – dijo ella – yo ya tengo sueño... – comentó mientras se estiraba.

– Yo un poco también, ¿me traes una manta aunque sea? – preguntó Carola con una sonrisa.

– ¿Una manta?

– ¿Pretendes qué duerma en el sofá sin ni siquiera una manta? ¿Así tratas a tus invitados?

– Ni siquiera voy a dejarte dormir en el sofá, dormirás en mi habitación.

– Qué atrevida, ¿no? – dijo Carola con una sonrisa coqueta – era broma.

– Entre broma y broma... – dijo Laia comenzando a caminar hacia su habitación.

– En mi corazón solo hay lugar para las cabras.

Los dos comenzaron a reírse ante las palabras dichas por el gallego.

Al llegar a la habitación, Laia entró al baño para ponerse su camiseta larga que utilizaba para dormir.

Al salir pudo admirar la espalda desnuda de Carola, pero sólo durante un segundo, pronto, la tela de la camiseta impidió a Laia seguir mirando.

Los jóvenes se tumbaron en la cama, hablaban sobre diferentes cosas que les habían pasado estos meses.

– Para mí este año ha sido la hostia, estoy muy agradecido por todo, pero sin lugar a dudas lo mejor has sido tú, Laia – confesó el chico – quiero decir, me entiendes como nadie nunca lo había hecho, me aguantas todos los días y aún así, sigues aquí.

– No digas eso Carola, claro que voy a estar aquí siempre.

La chica se movió para darle un abrazo a Carola, ella siempre había sido fría con estos temas, pero Carola llegó para cambiarlo todo.

Sobre temas de amor, a Laia nunca la habían tratado muy bien, es por ello que ahora la joven siempre era bastante cortante al principio.

A Carola no le había ido mucho mejor, siempre salía perjudicado en las relaciones, eso había hecho que perdiese la confianza poco a poco.

Pero parecía que ellos habían encajado las piezas de sus corazones rotos, ellos se habían ayudado mutuamente a conseguir de nuevo la confianza que en algún momento se habían encargado de quitárselo.

– No se que estas haciendo Laia, pero quiero seguir, tengo miedo, pero quiero seguir – dijo Carola abrazandola más fuerte.

– Yo también tengo miedo, pero también quiero seguir – dijo ella separándose un poco del abrazo – me haces sentir cosas que nunca había sentido, nunca fui muy buena para hablar sobre las cosas que siento, pero creo que contigo es necesario.

– No hace falta que digas nada si no estás preparada, vamos poco a poco, los dos lo hemos pasado muy mal y por ello deberíamos ir sin prisa.

– Estoy de acuerdo contigo, gracias por confiar en mí.

Para terminar, Carola le dio un beso en la cabeza  y ambos se acomodaron para dormirse.

(...)

Carola se despertó antes que Laia, por lo que se le ocurrió la idea de prepararle un desayuno, sabía que le encantaban las tostadas con mermelada, así que se encargado de dejarselas preparadas, a continuación le hizo un cola cao, puso la taza y las tostodas en una bandeja y volvió a la habitación.

– ¡Servicio de habitaciones! – gritó Carola para despertar a Laia.

– Te voy a matar...

– Encima que tengo un detalle bonito contigo.

La joven, medio dormida, miró la bandeja que traía Carola en una de sus manos, sonrió al ver las tostadas y el cola cao.

– Carola...

– Venga, que aproveche, princesa – dijo el dejando un beso sobre su frente.

– No hacia falta nada de esto – dijo ella sentándose.

– Lo sé, pero igualmente quería hacerlo.

La mañana para los jóvenes pasó realmente rápido, Carola había acompañado a Laia para hacer algunas compras, de paso verían a los abuelos de Laia.

– ¿Entonces tu eres el chiquillo del que no deja de hablar mi nieta? – preguntó el abuelo a Carola.

– ¡Abuelo! – exclamó Laia con las mejillas algo encendidas.

– ¿Que ocurre, no es él ? – preguntó inocente.

– Si abuelo, si es él – sonrió la chica con ternura al ver la inocencia de su abuelo.

– ¿Es tu novio, Laia? – preguntó esta vez.

Carola le sonrió con picardia, ninguno de los dos había afirmado ni negado nada, lo que hizo que la abuela le volviese a dar dos besos al gallego.

Esa escena había hecho que Laia muriese de ternura, el hecho de que Carola hubiese conectado bien con sus abuelos la hacía muy feliz.

– Se te va a caer de baba, princesa – susurró su abuelo – parece un buen chico.

Ella sonrió ante la declaración de su abuelo, a él le costaba admitir esas cosas sobre los jóvenes que se acercaban a su nieta , pues para él, ella todavía seguía siendo su princesa.

[…]

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