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Diana.

El despertar.

Me remuevo sobre lo que sea en lo que me encuentro, no lo sé, ni me importa, pero es suave, y se siente bien. Mi cabeza se siente pesada y mis ojos no quieren abrirse, no, todo es tan perfecto así, viviendo en la reverenda ignorancia.

Sin embargo, no todo puede ser tan bello, y de repente soy consciente de que a mi organismo le hace falta algo de líquido, y mi cabeza ruega por una aspirina. Me levanto con movimientos lentos, esperando no sentir el mareo de siempre al levantarme rápidamente de mi cama, aun con los ojos apenas abiertos, camino por la habitación hacia mi baño, tomo mi vaso, el cual debería de estar siendo lavado en este momento, pero todo funciona cuando de una pastilla para la resaca se habla.

Busco mi bolso con la mirada, lo hayo sobre un montón de ropa, la pobre silla que sostiene ese montículo de ropa debería estar en el desayunador.

En realidad, debería de comenzar a doblar y recoger un poco el desastre que tengo por habitación, queriendo volver al baño doy media vuelta, sin embargo, me detengo abruptamente al escuchar mis sabanas ser removidas seguido un gruñido de dolor, proveniente de una voz grave.

Lentamente giro mi cabeza para ver unos pantalones regados por la cama, que claramente no son míos, seguidamente observo la espalda desnuda de un hombre extraño. Giro mi cabeza hacia mi bolso, donde mi celular se encuentra dentro; solo debo tomar mi bolso sin que el chico se dé cuenta y llamar al hombre de seguridad.

Si hay algo que mi madre hizo bien en mí, fue en enseñarme cosas que no iban a ser inútiles en mi vida.

Como esta: Un hombre extraño es igual a hombre peligroso.

Hombre extraño igual a hombre que no debería de estar semidesnudo sobre mi cama.

Mi sagrada cama.

Camino lentamente hacia mi bolso, sin quitarle la vista al hombre extraño, continua estático sobre mi cama, con una mano sobre su rostro y otra sobre su cabello revuelto.

Alcanzo mi bolso, y suspiro aliviada, sin embargo, me quedo estática cuando se voltea hacia mí. Me observa durante unos segundos antes de sonreír.

—Hol-

Lanzo mi bolso contra él, sin importarme mi celular.

Quizá estoy actuando como una loca, pero nunca había tenido a un chico en mi habitación, por loco que suene, nunca me había acostado con un extraño.

Y no es como que nunca haya querido tener a un hombre en mi habitación, simplemente pienso que, es mi lugar sagrado, en el que nadie que no tenga al menos cinco por ciento de mi confianza debería entrar. Digo, mi habitación es el lugar en el que guardo mi ropa íntima, claro que no permitiré que una persona desconocida entre e inspeccione todo a su alrededor.

MALDITO ALCOHOL. Quería mantener mi racha intacta, pero al parecer no fue buena idea beber tanto.

Suelta un gruñido de dolor cuando el material choca contra su nariz, chillo y corro hacia mi baño. Cierro con pestillo, a la espera de alguna reacción.

Espero hasta que unos toques suaves resuenan en la madera de la puerta.

—Bueno, no era mi idea de tener una buena mañana, pero no me pondré exigente con la vida—le escucho casi murmurar.

—¡Vete!—le chillo a través de la puerta.

—Entonces no te comió la lengua el ratón—responde.

—¡Que te vayas dije!—replico.

—Está bien, está bien; no hay porqué ponernos agresivos.

—Vete, o... ¡llamaré a la policía!—digo, mi corazón se encuentra bombeando a gran velocidad.

Hold me while you waitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora