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El sonido de la puerta de una camioneta al cerrarse sobresaltó a JunMyeon. Se puso de pie, salió al porche y bajó los escalones.

—Jimin. No vas a vender, ¿verdad? —cuestiono JunMyeon asustado.

—¿Vender qué? —preguntó Jimin con tono hosco y sorprendido.

—La casa. —JunMyeon apretó con fuerza el biberón e intentó calmarse—. No vas a vender la casa.

—Dijiste que estaba en venta. —indicó SeHun detrás de JunMyeon.

—¿SeHun? —Jimin alzó la vista y lo miró fijamente—. SeHun, ¿eres tú?

—Dijiste que estaba en venta tío. —repitió SeHun con más énfasis.

—Tienes aspecto de haber sido arrollado por un camión de ganado, muchacho. ¿Qué te ha pasado? —cuestiono Jimin observando a SeHun.

—Encontré un comprador para la casa. —explicó SeHun.

—¿Para la casa de Namsu?

—No puedes venderla, Jimin. —aseveró JunMyeon—. Creo...

—¡Claro que va a venderla! —espetó SeHun—. No tienes ni él más sentido común que cuando eras niño JunMyeon.

—Y tú no tienes...

—¿Te está dando problemas? —gruño jeongyeon apareciéndose.

—¡Abuela! —JunMyeon se sobresaltó y se volvió hacia su abuela. Para una mujer de ya casi sesenta años, tenía la costumbre de moverse con sigilo casi sobrenatural, y el hecho de que tuviera una mano escondida a la espalda no mitigó en nada el pánico de JunMyeon—. Pensé que estabas ocupada con los baños de cicuta.

—Lo vi aparecer. —indicó jeongyeon con gesto seco a Jimin—. Menos mal, o también te estafará como hizo conmigo.

—¡Jamás te estafé jeongyeon! —negó Jimin con el rostro encendido.

—¡Y un cuerno! —soltó jeongyeon con rabia.

—¡Y un cuerno tú! No he hecho nada malo. ¡Para empezar, la yegua era mía! —se defendió Jimin.

—Era mía, y maldita sea que tú lo sabías. —ataco jeongyeon nuevamente.

—El juez dijo otra cosa. —sonrió Jimin.

—Pues eso es lo que digo yo y tengo ayuda. —la abuela sacó una pistola de la espalda.

SeHun soltó un juramento y retrocedió.

—¡Abuela! —chillo JunMyeon asustado.

—¡Suelta eso antes de que te vueles la cabeza! —gritó Jimin—. No quiero que te lastimes jeongyeon.

—¡No es mi cabeza la que pienso volar! —replicó jeongyeon, alzando el arma a la altura del pecho de Jimin.

—¡Abuela! —JunMyeon elevó el cañón hacia el cielo—. ¡No puedes dispararle a Jimin!

—¿Quieres apostar? —convino jeongyeon con una sonrisa.

—¡Nos deja vivir en su casa! —le recordó JunMyeon.

—No quiero vivir en su maldita casa. —renegó jeongyeon.

Jimin se puso aún más colorado y las venas le sobresalieron del cuello.

—Si no te gusta, puedes, puedes...

—¡No! Nos encanta la casa. De verdad. ¿No es así, abuela? —dijo JunMyeon y miró desesperado a su abuela en busca de confirmación, pero fue un gesto estéril. La abuela preferiría ir desnuda por la ciudad a lomos de un toro bravo antes que ceder ante Jimin—. Yo estoy agradecido contigo Jimin. —continuó, tratando de llenar el silencio al mirar a Jimin—. ¡En serio!

Escribiendo tu amor-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora