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SeHun pensó en soltar otra maldición, pero no merecía la pena. Si algo le había enseñado el periodismo, era odiar las redundancias. Dio media vuelta, enterrando su frustración en el movimiento, abrió una ancha puerta corredera y entró en la estructura de acero.

—Vaya, buenos días. —ahí estaba la abuela de JunMyeon, con un cubo resplandeciente con leche espumosa en una mano—. ¿Has dormido bien?

—Perfectamente. —respondió SeHun mordazmente.

En el interior estrecho había cuatro establos. Dos se hallaban vacíos, el tercero estaba ocupado por una pareja de cabras y el cuarto por un terceto de crías.

—Si buscas vacas, no hay ninguna. Es leche de cabra. —añadió, alzando el cubo—. Hace que la fuente de la juventud parezca un estanque de aguas podridas. Algún día te prepararé unas tortitas con ella. Pero ahora mismo debo darles a los chicos su germen de trigo. JunMyeon, cerciórate de hablarle de los talentos de Donghwan. —se marchó con su andar vivo.

—¿chicos? —repitió SeHun con curiosidad.

—se refiere a los animales. —respondió JunMyeon.

—Hmm, les da germen de trigo. —inquirió SeHun.

—Es una larga historia. —murmuro JunMyeon.

—El infierno dura para siempre. —musitó SeHun.

—¿Qué?

—Tengo tiempo. —respondió SeHun—. dale cuenta.

—Hace unos años a la abuela le diagnosticaron lupus. Los médicos... —JunMyeon carraspeó sin mirarlo—. No pudieron hacer mucho por ella. Así que fuimos a ver a un naturista.

«Fuimos», pensó SeHun. ¿Por eso se hallaba aún en Ulsan?

—Bueno... —JunMyeon había empezado a regresar a la camioneta. SeHun lo siguió y contempló sus caderas, plenas y con curvas, que hacían que su cintura pareciera extraordinariamente fina y los hombros capaces. Salvo por el cuello, que se veía largo detrás de su cabello. Era un chico de extrañas contradicciones—. Aprendimos mucho sobre hierbas medicinales.

Supuso que por ello el salón estaba lleno de plantas.

—¿Por eso se trasladó a la ciudad? ¿Por el lupus? —cuestiono SeHun.

Cerca de una menguante pila de heno picoteaban unos pollos.

—Perdimos la granja después de que la abuela enfermara, por lo que Jimin nos dejó vivir aquí.

—¿También él construyó el granero? —SeHun se preguntó por qué lo habría hecho su tío.

—Sí. Dijo que necesitaba un sitio donde guardar uno o dos caballos de vez en cuando. —JunMyeon subió a la parte de atrás de la camioneta.

«Vaya sarta de mentiras», pensó SeHun. Jimin tenía acres de tierra donde podían pastar los caballos. Sabía que lo último que necesitaba era esa casa junto al río.

—¿Por qué no podía guardarlos en su granja? —pregunto SeHun haciendo el sonso.

—No lo sé. La abuela se hallaba en mal estado por aquella época. No pensé mucho en ello. Luego, cuando perdimos la casa... Tuvimos suerte de disponer de un sitio donde vivir. Pero tener también un lugar donde guardar los caballos... fue un regalo de divino. —JunMyeon miró a la pareja de percherones grises—. Tu tío es un ángel.

—¿Jimin? —cuestiono SeHun y le atravesó con una mirada intensa.

—No todos los de Ulsan son hostiles. —dijo JunMyeon y se encogió de hombros.

Escribiendo tu amor-SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora