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Cuando JunMyeon logró abrocharse la blusa, apareció Jisoo, y cuando él iba a marcharse, fue Amber quien llegó.

«El destino, dijo Zhizun, es amigo de los tontos y los bribones».

«¿Y eso qué significa?», preguntó JunMyeon, pero su autoproclamada conciencia no le prestó atención.

—Intenta no preocuparte demasiado, Amber. —comentó JunMyeon y volvió a mirar hacia la escalera. Había pasado casi una hora desde la marcha de SeHun. Una hora, y aún no había recuperado la plena cordura. Pero lo intentaba. Se esforzaba por recordar que esa era su vida: los animales, la medicina, la gente de la pequeña ciudad. Para eso se había afanado tanto. No disponía de tiempo para nada más—. Gongju es fuerte y los cachorros parecen saludables. —continuó—. Simplemente no dejes que se arranque los puntos. Mantén a los cachorros calientes y cerciórate de que mamen.

—¿No necesitan más alimento?

—No durante unas semanas, como mínimo.

—¿Y Gongju? —Amber no había parado de acariciar a la perrita desde su llegada—. ¿Necesita algo especial?

—Algunos criadores recomiendan una lata de sopa de pollo y fideos después del parto. —comento JunMyeon.

—¿Sopa?

Agradecido, JunMyeon se lo explicó con lujo de detalles. Las preguntas no solo mantenían su mente ocupado, sino que hacían que su conciencia permaneciera en silencio.

—Recuerda darles calor. —insistió JunMyeon al abrirle la puerta del coche.

—Lo haré.

—Y comprueba sus cordones umbilicales. —señalo JunMyeon—. Que Gongju no los muerda.

—Lo recordaré. —Amber depositó la caja con cuidado en el asiento de su auto y corrió al otro lado—. Muchas gracias.

—De nada. —con algo de pánico JunMyeon comprendió que ya no le quedaba otra cosa que despedirse.

Cuando el coche desapareció de vista, se vio rodeado de oscuridad. Del otro lado de la calle, el pastor alemán de Leo ladró una vez. Se quedó quieto, juntó las manos y soltó despacio el aire contenido.

SeHun lo esperaba arriba. ¡Oh SeHun! Estaba loco.

Frenético, se preguntó en qué había estado pensando SeHun. Pero de inmediato se corrigió. La pregunta era con qué había estado pensando. ¿Con las hormonas o con la cabeza?

JunMyeon se mordió el labio, miró con expresión culpable hacia la casa y se dio cuenta de que quizá SeHun lo observara desde la ventana oscura de la última planta.

¿Qué diablos le pasaba? ¡Le había ofrecido un trabajo a Oh SeHun! Si lo odiaba, ¿no? ¿Y alojamiento gratuito? Necesitaba el dinero de su alquiler. Y bajo ningún concepto lo quería por allí. Lo último que deseaba JunMyeon era un hombre que provocara confusión.

Luego SeHun lo había besado y... Se le aflojaron las piernas al recordarlo. No tendría que haber dejado que SeHun lo besara. Y tampoco tendría que haberle devuelto el beso. Y en cuanto a tratar de quitarle la camisa... seguro que pensaría que estaba desesperado de...

«¿Un revolcón? » aventuró su conciencia.

«¡No!», exclamó JunMyeon

Aunque probablemente SeHun desconocía que no lo besaban desde... pensó unos momentos... diecisiete meses y dos días.

Qué idiota había sido. No quería animar a SeHun a quedarse. En absoluto. Pero... unos recuerdos desgarrados y viejos la invadieron. Retorció las manos y avanzó por la acera.

Escribiendo tu amor-SEHOWhere stories live. Discover now